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Las tiendas y los hoteles de Islandia están llenos, como si Europa no viviera una crisis. | THE NEW YORK TIMES (ANDREW TESTA)
Para un país que hace cuatro años se hundió en un abismo financiero tan profundo que casi se paralizó de la noche a la mañana, Islandia parece estarlo haciendo sorprendentemente bien.
Ha pagado, con anticipación, muchos de los préstamos internacionales que le mantuvieron a flote. El desempleo oscila cerca del 6% y está cayendo.
Y aún cuando gran parte de Europa sigue luchando para salir del pantano de la recesión, se espera que la economía de Islandia crezca en 2,8% este año.
“Todo se ha dado la vuelta”, dijo Adalheidur Hedinsdottir, que es dueña y dirige la cadena de cafeterías Kaffitar, el Starbucks de Islandia, y tiene planes de abrir una nueva cafetería e iniciar un negocio de panadería.
“Cuando le dijimos al banco que queríamos crear una nueva compañía, dijeron: ‘¿Quiere dinero prestado? No habíamos escuchado eso durante un tiempo’ ”.
Analistas atribuyen el sorprendente giro de los acontecimientos a una combinación de decisiones fortuitas y a la buena suerte, y advierten que las lecciones de la vuelta de Islandia no son fácilmente aplicables a las economías más grandes y complejas de Europa.
Pero, durante la crisis, el país hizo muchas cosas de manera diferente a sus contrapartes europeos. Permitió que sus tres bancos más grandes fueran a la quiebra, en vez de rescatarlos.
Garantizó que los depositantes nacionales recuperaran su dinero y ofreció alivio de deuda a los deudores hipotecarios en problemas y a las empresas que enfrentaban la bancarrota.
“Desmantelar una compañía con flujo de efectivo positivo, pero capital negativo, habría tenido, en las circunstancias dadas, un efecto de dominó, causando que empresas de otro modo sólidas colapsaran”, dijo Thorolfur Matthiasson, profesor de Economía en la Universidad de Islandia.
“Condonar la deuda bajo esas circunstancias puede ser rentable para las instituciones financieras, y ayudar a la economía y reducir el desempleo también”.
Islandia también tuvo algunas ventajas cuando entró en la crisis: relativamente pocas deudas gubernamentales, una fuerte red de seguridad social y una moneda fluctuante cuya rápida devaluación en el 2008 causó dolor a los consumidores, pero ayudó a mantener a flote a tan importante mercado de exportaciones.
Los funcionarios del gobierno, que, en el clímax de la crisis, se vieron reducidos a rogar por ayuda a lugares como las Islas Faroe, ahora están cautelosamente optimistas.
“Estamos en un lugar muy cómodo porque el gobierno ha sido muy estable en términos fiscales y está haciendo buenos progresos en equilibrar sus libros”, dijo Gudmundur Arnason, secretario permanente del Ministerio de Finanzas. “Somos autosuficientes y podemos pedir prestado nosotros mismos sin tener que depender de la buena voluntad de nuestros vecinos nórdicos o prestamistas como el FMI”.
Pero ni siquiera Arnason dice que cree que todo es perfecto. La inflación, que alcanzó casi el 20 por ciento durante la crisis, sigue registrando un 5,4 por ciento, e incluso con los programas de alivio del gobierno, la mayoría de los deudores hipotecarios del país siguen inundados de deuda, abrumados por hipotecas indexadas a la inflación, en las cuales el capital, desastrosamente, se eleva con la tasa de inflación. Los impuestos son altos. Y como la moneda del país, la corona, vale entre 40 y 75 por ciento de su valor previo al 2008, las importaciones siguen siendo punitivamente costosas.
Los estrictos controles monetarios, impuestos durante la crisis, significan que las compañías islandesas tienen prohibido invertir en el extranjero. Al mismo tiempo, los extranjeros tienen prohibido sacar su dinero del país; una situación que ha atado de manos a inversiones extranjeras con valor, según varias estimaciones, de entre $3.400 y $8.000 millones.
“Los controles de capital son cada vez peores para las empresas, pero el temor es que, si los levantamos, el valor de la corona colapse”, dijo Matthiasson.
Afirmó que la única solución seria que Islandia prescinda de la corona y se sume a una moneda más grande y estable. Las opciones, por el momento, parecen ser el euro, que está teniendo sus propias dificultades, y el dólar canadiense.
No todos se convencen del panorama optimista presentado por los círculos oficiales. Jon Danielsson, un islandés que da clases de finanzas globales en la Escuela de Economía de Londres, dijo que tanto el FMI, que rescató a Islandia durante la crisis, como el gobierno, tenían un interés creado en pintar un panorama positivo.
“Eso de que todo está bien está coloreado por una campaña de relaciones públicas”, opinó Danielsson. “Evidentemente, han estabilizado a la economía y salido de la profunda crisis, pero no han encontrado aún una manera de construir un país próspero para el futuro”.
Una visita a Islandia a fines de junio reveló un lugar muy diferente a la nación neurótica del 2008. Las tiendas y los hoteles estaban llenos. El Harpa, una sala de conciertos y centro de conferencias de cristal y acero diseñado en parte por el artista Olafur Eliasson y abierto en el 2011, se elevaba sobre el horizonte de Reikiavik, al lado de un enorme sitio de construcción que albergará a un lujoso hotel al lado del agua. Los empleadores contaron que, en vez de tener que despedir trabajadores, en algunos casos estaban teniendo dificultades para encontrar personas para contratar.
Los islandeses dijeron que habían dejado de sentirse avergonzados y aislados, como les sucedió durante la peor parte de de la crisis, cuando su país era descrito como un estado paria codicioso y tonto, y sus activos británicos fueron congelados por el gobierno británico usando el humillante instrumento de la legislación antiterrorista.
“Pasamos por esta experiencia complicada y terrible, y estuvimos en el centro de los acontecimientos mundiales”, manifestó Kristrun Heimisdottir, una docente en derecho y jurisprudencia en la Universidad de Akureyri, al norte de Islandia.
Comparó la verguenza de Islandia con la de un individuo privado exhibido en las primeras planas por un escándalo escabroso. “Podría tomar 20 años recuperarse del estrés y la humillación de que tu vida personal sea exhibida ante el mundo”, agregó. “Pero resultó que lo que nos sucedió a nosotros era un microcosmos de toda la crisis”.
Algunos islandeses dicen que se han sentido tranquilizados, también, por la audaz decisión del país de iniciar una extensa investigación criminal sobre la debacle financiera. Muchos miembros de la antigua élite bancaria han sido identificados como posibles sospechosos, y algunos de sus casos están empezando a ser llevados a juicio. Varios fueron sentenciadas por delitos financieros en junio.
La gente en Reikiavik dice que, aun cuando las cosas difícilmente son perfectas, están ciertamente mejor.
“Todos estábamos asustados, y no sabíamos qué estaba ocurriendo”, relató Kristjan Kristjansson, de 49 años y gerente de la tienda Bad Taste Records en el centro de la ciudad. Pero los islandeses son personas adaptables, dijo, y muchos nunca creyeron realmente que el auge económico fuera real, de cualquier manera.
“Por supuesto, lo que sucedió ha afectado a todos; nuestros préstamos son más elevados, y es más caro vivir”, afirmó Kristjansson. Pero ha habido otras crisis financieras antes. “Recuerdo cuando recortaron dos ceros a la corona”, dijo. “Soy lo suficientemente viejo para haberla visto subir y bajar”.