¿Existe una entrada para V.I.P.? Somos V.I.P. (personas muy importantes, por las siglas en inglés)”. Ese comentario, de parte de un donante que esperaba entrar a una de las recientes actividades de Mitt Romney para recaudar fondos en los Hamptons –lugares al este de Long Island, Nueva York, bien conocidos por ser un sitio de vacaciones para los estadounidenses más ricos– resume en buena parte la actitud de la élite adinerada de los Estados Unidos.
La base de Romney –no pensando siquiera en el 1% más alto, pues hablamos del 0,01% o superior– está conformada por gente muy engreída.
Específicamente, estas personas piensan que son, como otro donante de Romney lo dijo, “la locomotora de la economía”.
Se deberían apreciar y se les debía recortar aún más los impuestos que pagan, que ya se encuentran en el punto más bajo en 80 años.
Desafortunadamente, dijo otro donante, la “gente corriente” –por ejemplo las niñeras o las “damas de las uñas” (las manicuristas)– sencillamente no comprende.
Otra dimensión. Bueno, es fácil burlarse de esta gente, pero en realidad la broma se vuelve en contra de nosotros.
Esto por cuanto la gente de “Somos V.I.P.” ha capturado completamente el Partido Republicano moderno, a tal grado que los principales republicanos consideran el aparente uso por parte de Romney de cuentas multimillonarias en el exterior para evadir impuestos federales como algo no solo aceptable sino digno de alabar.
“Es en verdad muy estadounidense el evitar el pago de impuestos, legalmente”, declaró el senador Lindsey Graham, republicano por Carolina del Sur.
Y hay, por supuesto, una buena posibilidad de que los republicanos controlen tanto el Congreso como la Casa Blanca el año próximo.
Si eso sucede, veremos un giro pronunciado hacia políticas económicas que se basan en la propuesta de que necesitamos ser particularmente solícitos con los archimillonarios –lo siento, quiero decir los “creadores de empleo–”.
Por eso es importante comprender por qué eso está mal.
Lo primero que uno necesita saber es que Estados Unidos no siempre fue así. Cuando John F. Kennedy salió electo presidente, el 0,01% era apenas una cuarta parte más rico si se compara con la familia corriente como está ahora, y los integrantes de esa clase pagaban impuestos mucho más altos que los que pagan hoy.
Sin embargo, de alguna forma lográbamos tener una economía innovadora y dinámica que era la envidia del mundo. Los superricos pueden imaginar que su riqueza hace que el mundo gire, pero la historia dice otra cosa.
A esta observación histórica debemos agregar otra nota: muchos de los archimillonarios de hoy, incluido Romney, ganan o ganaron mucho dinero en el sector financiero, comprando y vendiendo activos en vez de formando empresas a la usanza antigua.
En verdad, el crecimiento de la porción de los ricos en el ingreso nacional fue de la mano con el explosivo crecimiento de Wall Street.
No hace mucho, nos dijeron que todos estos tejes y manejes eran buenos para todo el mundo, que estaban haciendo a la economía más eficiente y más estable.
En vez de eso, resultó que las finanzas modernas estaban construyendo la base para una severa crisis económica cuyas consecuencias siguen aquejando a millones de ciudadanos estadounidenses, y que los contribuyentes tuvieron que rescatar a muchos de esos supuestos brillantes banqueros para evitar una crisis todavía peor.
Por eso, al menos algunos de los integrantes del 0,01% más alto se ven mejor como destructores de empleo que como creadores de empleo.
Pequeñísimo detalle. ¿Mencioné que los banqueros rescatados están ahora respaldando abrumadoramente a Romney, quien prometió revocar las leves reformas financieras que se introdujeron después de la crisis?
Sin lugar a dudas, muchos y probablemente la mayoría de los ricos, de hecho, sí aportan efectivamente a la economía.
Sin embargo, también reciben grandes recompensas monetarias. Empero, de algún modo, no basta co un ingreso anual de más de $20 millones.
También quieren ser reverenciados y que se les dé un tratamiento especial en la forma de impuestos bajos. Y eso es más de lo que merecen.
Después de todo, la “gente corriente” también da una contribución positiva a la economía. ¿Por qué solo los ricos merecen halagos y ventajas extras?
¿Qué hay de la argumentación respecto a que tenemos que mantener bajos los impuestos a los ricos para que no les quitemos el incentivo para crear riqueza?
La respuesta es que tenemos mucha evidencia histórica, que se remonta hasta la década de 1920, sobre los efectos de los aumentos de impuestos a los ricos y no hay nada en ella que sustente el punto de vista de que el tipo de cambios en la tasa impositiva para los ricos que en este momento se plantea –la propuesta del presidente Obama para un modesto aumento y el pedido de Romney para mayores recortes– vaya a tener efecto importante sobre los incentivos.
¿Recuerdan cuando todos los sospechosos usuales afirmaban que la economía se vendría abajo cuando Bill Clinton elevó los impuestos en 1993?
Lo que es más: si a uno le preocupan realmente los efectos de los incentivos de política pública, uno debe enfocarse no en los ricos sino en los trabajadores que ganan entre $20.000 y $30.000 por año, a quienes a menudo se castiga por cualquier ganancia en el ingreso porque terminan perdiendo beneficios financieramente evaluados como Medicaid y cupones para alimentos.
Tendré más que decir al respecto en otra columna. De paso, en el 2010, el salario anual promedio de las manicuristas –las “damas de las uñas” según dicen los donantes de Romney– era $21.760.
Entonces, ¿son los muy ricos V.I.P.? No, no lo son –al menos no más que otros trabajadores–. Y la “persona común” será perjudicada, no ayudada, si terminamos con un gobierno del 0,01% por el 0,01% y para el 0,01%.
Traducción de Gerardo Chaves para La Nación
Paul Krugman es profesor de Economía y Asuntos Internacionales en la Universidad de Princeton y premio Nobel de Economía del 2008.