Columna Vida en la Empresa: Afán de eficacia

¿En qué querríamos ir siendo mejores? Digámoslo de una vez con un concepto muy grueso: aspiremos a ir siendo más capaces y más dispuestos a contribuir a la felicidad de otros

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¿Qué es eficacia en nuestra vida personal? Es eficiencia y calidad de nuestras acciones. En algunas de las dimensiones de esa eficacia, pensamos poco. El tiempo pasa lo utilicemos bien o no. Para cada tramo de tiempo deberíamos tener la aspiración de que nos deje mejores que como nos encontró. Si transcurre y nos deja igual que al principio, transcurrió sin eficacia.

¿En qué querríamos ir siendo mejores? Digámoslo de una vez con un concepto muy grueso: aspiremos a ir siendo más capaces y más dispuestos a contribuir a la felicidad de otros. Primero, a la de aquellos que nos son cercanos.

Y eso, ¿en qué consiste? ¿Cómo podríamos contribuir más a la felicidad de otros?

Podríamos ayudarlos a enriquecer su perspectiva. Todos nos hemos enriquecido cuando otros nos fueron mostrando que vivir es más que trabajar, comer y dormir. Podríamos enriquecer la comunicación que tenemos con otros. Por ejemplo, en vez de solo intercambiarnos información, podríamos cultivar intercambios que procuren el crecimiento mutuo. Cuando nos intercambiamos las noticias del día, crecemos menos que cuando, sobre una base de afecto y respeto, conversamos sobre sueños y anhelos.

Podríamos tener una visión de largo plazo en el para qué de las relaciones que tenemos con otros. Se pueden vivir esas relaciones como un juego de suma cero: tengo que estar alerta, porque yo pierdo lo que dejo que el otro gane. O podríamos vivirlas con el ánimo de construir relaciones sostenibles mutuamente satisfactorias, como lo hacen las buenas parejas o como lo hacen los buenos padres con sus hijos.

No podemos ser pareja ni padres de todos, pero sí podemos ampliar el número de nuestras relaciones que aspiran a la sostenibilidad, y reducir el de las que manejamos como juego de suma cero.

También puede haber calidad en nuestra vida en comunidad. Podríamos mirar a la nación como un gran lugar de trabajo, un gran comedor y un gran dormitorio. O podríamos reconocer nuestra posibilidad grande o pequeña, de contribuir a mejorarla. No todos podemos ser diputados constituyentes, pero sí todos podemos ser habitantes bien intencionados, interesados y serios. Y el primer paso es desarrollar un sentimiento de propiedad sobre los asuntos de la nación. Y cultivar la responsabilidad por contribuir al bienestar y a la sostenibilidad y abandonar el papel de espectadores, o de víctimas o pacientes de lo que otros hagan por el país.

Alvarocedeno.com