Clave fiscal: Con exenciones ya no es IVA

Los impuestos que no se trasladan al consumidor, se incorporan en el costo del producto

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La gran diferencia entre el impuesto de ventas y un IVA (impuesto al valor agregado) es que este último es neutral en cuanto a su impacto en la producción, pues el productor no incorpora los impuestos que haya soportado en sus insumos o en los servicios que haya requerido para producir, como parte del costo de su producto, sino que tales impuestos, los “guarda” para luego “compensarlos” contra el impuesto que le cobre al consumidor final.

Claramente entonces, si el productor no puede recuperar el impuesto que pagó (porque su producto está exento), termina cargándolo al costo de su producto, y si ese producto se exporta, será más caro pues lleva al impuesto como un costo. Es así como es hoy, con excepciones muy difíciles de controlar y sostener en una economía moderna.

Por eso, aunque parezca contradictorio, al productor le conviene una tasa alta para recuperar lo que ha soportado y al sistema le conviene que pague el IVA en todo lo que compra para producir, aunque produzca bienes exentos, pues ayuda a controlar a todos los agentes económicos de la cadena de producción. Así funciona un IVA, si eso es como sociedad lo que queremos.

Tratar de mantener la canasta básica y productos con tasas tan diferentes, o mantener la exención hacia atrás en la cadena, solo hace que el IVA no funcione. Por otra parte, el IVA, un impuesto ya de larga data de aplicación en el mundo, ha demostrado ser muy eficiente para recaudar y nada dañino para la producción nacional, pues le permite al bien nacional competir contra el extranjero que probablemente recuperó el IVA que pagó sin trasladarlo al costo del producto, haciéndolo más barato que el nuestro.

Dicho esto, hay que reconocer que el IVA afecta sin miramientos a los consumidores. El mismo 13% paga alguien que gana un millón como alguien que gana 100.000. Pero es que su función es recaudatoria y luego, mediante otros mecanismos fiscales, se atiende a quien atención requiera, con subsidios, con programas sociales, con escuelas de calidad, con un ambiente sano, todos los buenos usos que esperamos de los impuestos.

El error está en creer que se puede ayudar a los pobres con una canasta básica cuando el más básico ejercicio numérico demuestra que los impuestos que no se trasladan al consumidor, se incorporan en el costo del producto, golpeando de nuevo, no solo a los pobres, sino haciendo más caro el producto nacional versus el importado.

*Socio de Impuestos y legal, Deloitte