Un 44% del consumo de café proviene de importaciones para la última cosecha

Icafé promueve regulaciones para comercializar grano del exterior; tostadores afirman que se trata de obstáculos al comercio para impedir ingreso

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El 44,5% del volumen de café destinado a consumo interno en el país para el periodo 2018-2019 proviene del exterior, especialmente de Honduras y Nicaragua, de acuerdo con estadísticas solicitadas al Instituto del Café de Costa Rica (Icafé) y basadas en datos de la Dirección General de Aduanas.

Los consumidores, en tanto, no pueden saber si adquieren café importado o una mezcla, pues los tostadores no están obligados a detallarlo en la etiqueta, según corroboró el Ministerio de Economía, Industria y Comercio (MEIC).

Si se importa café en grano desde Centroamérica y se tuesta y muele en Costa Rica, con ello se le confiere origen y no es requisito decir desde donde se trajo, de acuerdo con los acuerdos comerciales regionales, explicó el MEIC.

Aunque sin calificar como positiva o negativa esta situación, el Icafé promueve regulaciones para la comercialización en el mercado local del café importado, declaró la directora ejecutiva de esa entidad, Xinia Chaves.

Dichas regulaciones se impulsan en dos frentes. Uno de ellos se realiza en coordinación con el Instituto de Normas Técnicas de Costa Rica (Inteco), a través del cual se establecerían especificaciones de calidad. El segundo es mediante una modificación a la ley del Icafé, lo cual permitiría analizar en laboratorio muestras de todo el café importado, con un sistema que permite identificar sus cualidades y poder rastrear muestras en el comercio y determinar si el producto es local o importado.

Ese tipo de análisis ya es obligatorio para todo el café producido en el territorio nacional, explicó Chaves.

El MEIC, por su lado, tiene en marcha un proceso para actualizar un reglamento técnico, pues el vigente data de los años 50 del siglo pasado, explicó Luisa Díaz, directora de Calidad de ese ministerio. Las viejas normas permiten, por ejemplo, que se añada azúcar quemado al café para darle una mayor consistencia, detalló Díaz.

Esa norma de calidad será modificada, así como muchas otras en este plan que, sin embargo, debe pasar la etapa de formulación de los reglamentos. El proceso, reconoció Díaz, muchas veces genera grandes atrasos, pues se debe involucrar a todas las partes y no se ponen de acuerdo.

La Cámara Nacional de Tostadores de Café y la Cámara Costarricense de la Industria Alimentaria (Cacia), en tanto, se oponen a la forma en que el Icafé pretende realizar las regulaciones.

José Manuel Hernando, presidente de los tostadores, aseguró que el Icafé –dominado por los productores– pretende poner un obstáculo no arancelario (impuestos) sino técnico para impedir las importaciones. Esto en una situación donde Costa Rica cada vez vende más al exterior por los buenos precios y se hacen más necesarias las compras en el exterior para abastecer el consumo interno.

Añadió que en el mundo ideal del Icafé se debe utilizar solo materia prima interna, pero los precios impiden acceder a ella, además de la baja en el abastecimiento.

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Efecto de bajas cosechas

Según Chaves, el sector lo que debe es promover una mayor producción para dotar de materia prima a los tostadores locales, pues existe una correlación entre el aumento de las importaciones y la caída en la cosecha nacional del grano.

Las importaciones varían bastante en cada cosecha, pues el Icafé calcula que entre un 15% y un 19% de esta se destina al consumo interno. El resto se coloca en los mercados internacionales, donde el país goza de prestigio por la calidad de su grano.

Los datos establecen que para la última cosecha (2018-2019) un total de 525.486 sacos de 46 kilos (quintales) de café oro (beneficiado, no molido) se destinaron para el abastecimiento local. De ellos, 233.727 bultos de ese peso se compraron en el exterior, especialmente en países como Honduras y Nicaragua.

Las cifras del Icafé también indican cómo sigue bajando la cosecha nacional. En el periodo 2013-2015 la producción ascendió a 1,60 millones de quintales o sacos de 46 kilos (corresponden a igual cantidad de fanegas de café en fruta). Luego se recuperó para el periodo 2015-2016, para un total de 1,74 millones de bultos, pero para el periodo 2018-2018 disminuyó a 1,42 millones de quintales.

Esas cifras establecen que entre el 2015-2016 y la cosecha pasada hay una baja del 18% en la producción costarricense de café.

Este cultivo tiene un comportamiento bianual. Es decir, hay una cosecha alta en un periodo y cae en el otro, por la condición natural de las plantas. Sin embargo, en Costa Rica se presenta una reducción sostenida de la producción, atribuida especialmente a la vejez de los cafetales y al ataque de hongos, en particular la roya.

Nivelar la cancha

Chaves insistió en que el Icafé no toma criterio acerca de las importaciones del producto, pero insistió en la necesidad de poner las mismas condiciones y requisitos para el suministro local y del exterior. Por esa razón, adujo, se tramita la modificación a la ley para darle condición obligatoria a los análisis donde se identifican las propiedades del grano de otros orígenes.

Uno de los grandes problemas, según Chaves, es que en algunos países el secado del grano no se hace como en Costa Rica. Esto puede causar retención de humedad y probable aparición de aflatoxinas. Un mal secado implica pérdida de la calidad final del producto, insistió la representante del Icafé.

Aseguró que el Instituto entiende las características de un sector económico abierto, en el cual pueden presentarse importaciones. Pero detalló que los requisitos no están nivelados.

Hernando insistió en la tesis de que se pretende cerrar el mercado. Recordó que hace poco más de una década atrás estaba prohibido importar café. Solo se podía adquirir el local y eso elevó fuertemente los precios y perjudicó a los consumidores.

Aseguró que quienes importan el grano no son los tostadores sino los suplidores, los cuales en su mayoría son beneficios de café y, por tanto, exportadores. Además, explicó, los tostadores no compran malas calidades o grano en mal estado porque el consumidor es educado, lo reconoce y dejaría de comprarles.