Desde que nace hasta que cumple los 75 años, un costarricense tiene un 19,5% de posibilidades de desarrollar cualquier tipo de cáncer y un 7,8% de probabilidades de morir por ello.
En otras palabras, uno de cada cinco costarricenses tendría esta enfermedad y ocho de cada 100 fallecerían por esta causa antes de llegar a esta edad.
Los datos se desprenden de un análisis del último informe Globocan 2018, de la Organización Mundial de la Salud (OMS). La Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS) los dio a conocer la mañana de este martes con motivo del Día Mundial del Cáncer.
Estos datos no quieren decir que el cáncer sea inevitable, incurable o sentencia de muerte. Especialistas de la CCSS señalan que uno de cada tres tumores malignos puede evitarse.
“Estos datos nos llaman a ser responsables con nuestra salud, pues también revelan que uno de cada tres cánceres es prevenible con hábitos saludables, lo cual alienta a adoptar un compromiso personal para reducir el riesgo de este padecimiento y, de paso, también de las enfermedades crónicas", indicó Alejandro Calderón, miembro del Proyecto de fortalecimiento para la atención integral del cáncer en la red de los servicios de salud e investigador de la CCSS.
¿Cómo prevenirlo? Sin fumar, sin abusar del alcohol, sin consumir en exceso carnes rojas procesadas, pero también, es necesario incluir el consumo de frutas y verduras, y mantenerse físicamente activo con al menos 30 minutos de ejercicios.
“Es cierto que no podemos evitar de todo el cáncer y tener garantía total de nunca padecerlo, pero sí hay actividades que podemos hacer para eliminar su riesgo, o para detectarlo de forma temprana y aumentar las posibilidades de que sea de más fácil tratamiento”, expresó Roy Wong, epidemiólogo de la CCSS.
El cáncer en Costa Rica
El informe Globocan es de la Organización Mundial de la Salud y estudia a profundidad los números del cáncer a nivel global.
FUENTE: GLOBLOCAN 2018 || INFOGRAFÍA / LA NACIÓN.
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¡A moverse!
Por ejemplo, un análisis desarrollado por la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Harvard y del Instituto Nacional del Cáncer de Estados Unidos (NCI, por sus siglas en inglés), señaló que el ejercicio puede reducir el riesgo de siete tipos de cáncer.
Anteriormente, otros estudios habían relacionado la actividad física con un menor riesgo de cáncer de colon y mama. Hoy, gracias a esta investigación, se suman otros siete tumores. La lista la completan los desarrollados en endometrio, riñón, hígado, mieloma (un tipo de cáncer en la médula ósea) y el linfoma no Hodkin.
Este nuevo reporte tomó en cuenta nueve estudios científicos con 755.459 adultos a los que se les dio seguimiento durante un promedio de 10,1 años. Los resultados fueron publicados en la más reciente edición de la revista Journal of Clinical Oncology.
¿Cuánto ejercicio es necesario? El mínimo es el establecido por la Organización Mundial de la Salud (OMS), que habla de al menos 30 minutos de actividad física al día cinco días por semana, o acumular 2,5 horas en total por semana. No obstante, se encontró que el riesgo es aún menor si el ejercicio es un poco más vigoroso.
Los investigadores aclaran que el ejercicio no elimina del todo el peligro del cáncer, dado que se trata de enfermedades en las que son muchos los factores que entran en juego, pero sí puede hablarse de una baja en el riesgo.
¿Cómo hacerlo? Escoja su tipo de actividad física favorita: puede ser caminar, trotar, nadar, andar en bicicleta o ir al gimnasio. O combinar diferentes actividades en distintos días. Lo importante es mantenerse en movimiento. Y recuerde calentar 10 minutos al inicio y estirar los músculos al finalizar.
Eso sí, si usted tiene alguna lesión o problema del corazón o en los huesos, es mejor que pida una guía con un médico y un profesional en Educación Física o Fisioterapia para saber cuáles son las recomendaciones específicas.
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Al alimentarnos
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Sobre la alimentación, no solo debemos fijarnos en lo que debemos evitar, también en lo que debemos comer más frecuentemente.
El Reporte Global de Carga de la Enfermedad encontró que la dieta del costarricense está llena de sal, sodio, bebidas azucaradas, carnes procesadas y grasas saturadas, y le faltan granos y harinas integrales, verduras, frutas y grasas “buenas”, como el omega 3.
Esta manera de comer tiene un impacto en nuestra salud. La alimentación está directamente relacionada con casi el 18% de las muertes en el territorio nacional. También es fuente de enfermedades que debilitan y causan discapacidad y, por lo tanto, nos hacen perder años de calidad de vida.
Enfermedades cardiovasculares, diabetes y algunos tipos de cáncer pueden ser secuelas de lo que ingerimos para alimentarnos. El 17,5% de los años que vivimos con mala salud se deben a la mala nutrición.
¿Qué y cuánto comer? El reporte habla de siete elementos clave que hay que procurar consumir a diario: frutas, verduras, leguminosas (frijoles, lentejas, garbanzos, etcétera), granos integrales (arroz, harina), nueces y semillas mixtas, lácteos y aceites omega 3 (ya sea en pescados o mariscos, en verduras o suplementos).
Por otra parte, hay productos que deben limitarse al máximo o que incluso, en algunos casos, hasta pueden eliminarse de la dieta. Entre ellos están las carnes rojas, las carnes procesadas (embutidos, o algunas que vienen en productos congelados listos para cocinar), la sal o sodio y las grasas saturadas y trans.
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Vacunas son clave
Las vacunas también son una forma de prevención contra el cáncer. Especialmente la que protege contra el Virus del Papiloma Humano (VPH), agente del cáncer de cérvix, y la que evita la hepatitis B, que aumenta el riesgo de tumores en el hígado.
Ambas vacunas están en el esquema de la CCSS. La primera en ser incluida fue la de hepatitis B, que está desde la década de 1980. Según la norma nacional de vacunación, se aplica en las primeras 12 horas de vida, posteriormente a los dos meses y una tercera dosis a los seis.
La vacuna contra el papiloma comenzó a administrarse el año pasado. Se coloca a las niñas de diez años. Se trata de dos dosis que se aplican con seis meses de diferencia cada una.
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Detección temprana
El Globocan también indica que uno de cada tres casos de cáncer pueden ser tratados a tiempo si se tiene una detección temprana.
¿Cómo detectarlo a tiempo? Los exámenes son vitales, y estos deben hacerse según la edad de la persona y su sexo, así como por su condición de riesgo.
Uno de estos exámenes es la mamografía. Este examen se recomienda a partir de los 50 años cada dos años, pero, si se detectaran cambios, es posible que el médico le aconseje a la paciente hacerla una vez al año o incluso una vez cada seis meses.
En mujeres más jóvenes, una mamografía no es aconsejable pues el tejido mamario es muy denso, pero sí se aconsejan exámenes con un profesional de salud que le palpe los senos y busque anomalías cada dos años.
También deben tomarse en cuenta factores de riesgo que incrementan la posibilidad de sufrir un tumor de seno y, con base en ello, tomar decisiones. Dentro de estos factores están el fumado, la inactividad física o el sedentarismo, y otros aspectos que también podrían influir, como el no tener hijos y el no haber dado lactancia materna. Esto podría llevar a que se comiencen los exámenes unos años antes.
Otro examen necesario es la citología vaginal (o papanicolau) en mujeres sexualmente activas, que permite ver lesiones precancerosas. Una mujer sana debería hacérselo una vez cada dos años, si se detecta alguna lesión o anomalía, se le indicará acortar el tiempo entre un examen y otro.
En el caso de los hombres, el autoexamen de testículos es una medida para detectar posibles anomalías. Consiste en palparse los testículos una vez al mes, conocerlos, saber cómo son, y, en caso de ver o sentir algo extraño, acudir al médico. Así puede darse una detección temprana de cáncer de testículo.
La detección temprana es necesaria para un mejor tratamiento del cáncer de próstata. La forma más eficaz de detección se compone de varios exámenes: uno de sangre, un ultrasonido y un tacto rectal. Las primeras dos son algo que no parece incomodar a los caballeros, pero la tercera sí. Sin embargo, este tacto es vital para detectar las dimensiones de la próstata y revisar si hay anomalías en ella.
¿En qué consiste? Con la mano cubierta por un guante, un médico introduce un dedo lubricado por el orificio anal y, a través de la pared rectal, puede sentir la próstata. Cuando está sana, esta glándula se siente suave, como el cartílago de la punta de la nariz; pero, al desarrollar un cáncer, esta es dura al tacto, como una piedra.
Hay otra medida que se aconseja a personas de ambos sexos y de todas las edades: la vigilancia de lunares. Esto se hace revisando si hay cambios en el color, forma, tamaño o bordes asimétricos y acudir al médico, ya que una irregularidad podría ser señal de cáncer.
Los exámenes de sangre y de heces también son necesarios y se recomiendan una vez al año.
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