Mujer con VIH: ‘Nosotros envejecemos más rápido, cada vez somos más y necesitamos respuestas’

Costa Rica atiende a entre 1.500 y 2.000 personas mayores de 50 años con el virus. Esta población tiene más complicaciones de salud, producto de la acción del microorganismo sobre su cuerpo y de los efectos secundarios de algunos fármacos

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Yadira Martínez tiene 57 años. Hace 23 fue diagnosticada con el Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH). Aún no es adulta mayor, pero sabe que “va en camino”.

Las terapias antirretrovirales hacen que el VIH, lejos de ser la sentencia de muerte que era hace tres décadas, ofrecen una esperanza de vida similar a la de quienes no tienen el virus. Sin embargo, esto también conlleva nuevos retos.

“Yo estoy tomando mi tratamiento y, hasta el momento, todo bien, pero tu organismo se deteriora con el tiempo, más que el de cualquier otra persona. El virus está bajo control, pero tu sistema inmunitario no es el mismo; ha estado bajo estrés todo este tiempo. En mi caso, 23 años. Yo estoy preocupada, no hay consultas especializadas para el adulto mayor y no nos vamos haciendo más jóvenes”, dijo esta mujer, quien trabaja acompañando a otras personas en riesgo en la Asociación Demográfica Costarricense.

Según comentó, ella ha buscado alternativas y que le digan qué hacer. “A otras personas las mandan directamente a Geriatría cuando llegan a cierta edad, pero los geriatras no tienen experiencia en atender a alguien con VIH y que ya está más viejo. ¿Y entonces? Las personas con VIH envejecemos más rápido, cada vez somos más y no tenemos servicios pensados en nosotros”, dijo.

Su caso no es el único. En Costa Rica, todos los seropositivos tienen acceso a terapia antirretroviral desde el momento en que se confirma su diagnóstico. Esto les permite –siempre y cuando se adhieran al tratamiento– vivir décadas y llegar a la vejez.

No obstante, su envejecimiento tiene características muy diferentes a las que se ven en personas que no portan el virus. En este momento, según el infectólogo y geriatra Sergio Calderón, datos aproximados señalan que hay entre 1.500 y 2.000 ticos mayores de 50 años que viven con el virus.

Claro está que hay casos de personas infectadas en los que el envejecimiento se vive sin mayores complicaciones. La Nación, por ejemplo, conversó con un hombre de 63 años cuyo diagnóstico fue hace un poco más de dos décadas. Hoy, este señor, quien pidió reservar su identidad, insiste en que no se siente ni más débil, ni más viejo, ni con peor salud que otros de su edad.

“En mi caso yo no he sentido que el virus haya limitado mi fortaleza física. A mí los tratamientos tampoco me dieron efectos secundarios. Yo me acabo de pensionar. Estoy activo, doy charlas, cursos, conferencias. Viajo. Tengo diabetes desde hace cinco años, pero es porque es algo ya más común en gente de mi edad, aunque sí es posible que la diabetes sea más común en quienes tenemos VIH”, indicó este hombre, quien es atendido en la Clínica del VIH del Hospital Calderón Guardia y controla su diabetes en la clínica de Goicoechea.

Y añadió: “cualquier persona que envejece debe ser tratada por la ciencia médica. Hay doctores que me han dicho que mientras el VIH esté controlado, el virus es lo que menos les importa. Les preocupa más proteger mi presión arterial, mis triglicéridos y mi colesterol”.

Esas diferencias en el envejecimiento y una población cada vez más creciente son un reto para la Medicina, no solo en Costa Rica, si no en las distintas latitudes. En este momento, un tercio de las personas infectadas con el virus a nivel mundial son mayores de 50 años.

“Estamos hablando de individuos que, muy probablemente, se infectaron cuando eran adultos jóvenes. En los años 80 o 90, son gente que lleva décadas de tratamiento. Ellos arrastran varios ciclos de fármacos, desde cuando debían tomar decenas de pastillas con mucho mayores efectos secundarios a hoy, que gracias a la ciencia se les receta un número menor de fármacos y con menos reacciones que antes. Sin embargo, sus cuerpos ya sienten las secuelas de esas primeras terapias”, expresó el infectólogo Mauricio Mora, quien trabaja en el Hospital Max Peralta (Cartago) con personas VIH posititivas.

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Un ‘huésped’ complicado en un cuerpo que envejece

El cómo actúa el VIH en un cuerpo que se va haciendo viejo es una de las mayores preocupaciones a nivel mundial. Precisamente fue el foco de varias ponencias y un simposio en la pasada Conferencia Mundial de Ciencia del VIH (IAS 2019), celebrada en julio pasado en Ciudad de México.

La Nación estuvo en esa conferencia y allí habló con varios especialistas en el tema.

Aún existe toda una discusión de si el cuerpo de una persona seropositiva realmente envejece más rápido, pero diferentes estudios han comprobado que estos individuos sí tienen mayor riesgo de comorbilidades (tener otras enfermedades al mismo tiempo).

Esto se debe, en primera instancia a las complicaciones de un sistema inmunitario deprimido a fuerza de luchar contra el virus (la terapia controla, pero las defensas se mantienen actuando contra el VIH siempre). Pero, por otra parte también se atribuye a los efectos de la medicación sobre el cuerpo.

“Hay enfermedades y condiciones en las que se produce inflamación. El VIH es una. Cuando el cuerpo entra en contacto con el virus comienza a generar una serie de sustancias inflamatorias que, aunque el virus esté bien controlado con el tratamiento y esté ‘dormido’, se siguen produciendo (las sustancias) y se van acumulando. Al entrar en un proceso de inflamación crónico se va envejeciendo”, explicó Calderón.

Por estas razones, el consenso durante IAS 2019 es comenzar a tratar estas poblaciones como adultos mayores alrededor de los 55 años o, incluso desde los 50.

“Aunque yo sí hago la salvedad, no es lo mismo tener 50, aunque tengás VIH que tener 60, aunque tengás o no VIH”, apuntó Calderón.

¿Cómo envejece una persona con VIH?

Aún no hay consenso en si el cuerpo envejece con mayor rapidez, pero sí en que los seropositivos sí presentan mayores problemas de salud en la vejez que quienes no portan el virus.

FUENTE: ONUSIDA, OMS, NIH, THE LANCET HIV, IAS, INTERNATIONAL JOURNAL OF INFECTOUS DISEASES.    || w. s. / LA NACIÓN.

Esteban Martínez, infectólogo español y especialista en VIH y sus comorbilidades, explicó a La Nación que los factores de riesgo al envejecer van en tres sentidos: la persona (su genética, pero también su estilo de vida y qué tanto se cuida), la infección en sí misma (hay subtipos de virus que pueden ser más agresivos) y el tipo de terapia que reciben.

“El mantenerse en tratamiento debe ser vital. Tanto para quienes son diagnosticados después de los 50 o 60 años como para quienes llevan años con el virus. Si descontinúan el tratamiento hay más posibilidades de muerte o de infecciones oportunistas, pero también de otras patologías crónicas que no están relacionadas con el VIH, como la hipertensión”, destacó Martínez, quien ha sido parte de los comités de redacción de guías de tratamiento antirretroviral.

Judith Aberg, jefa de la división de enfermedades infecciosas de Mount Sinai y especialista en el tema de envejecimiento con VIH, fue enfática en la importancia del estilo de vida.

“Es vital que tengan acceso al tratamiento, a especialistas que lleven su situación, pero también es vital que no fumen, que tengan una alimentación es saludable. El fumado puede empeorar muchísimo la condición de estas personas”, afirmó Aberg en entrevista con este diario.

Aunque las muertes no son comunes, Alejandra Acuña, viceministra de Salud y representante de Costa Rica ante Conasida y Onusida, indicó que estas personas sí tienen mayor riesgo de muerte que quienes no tienen el virus.

“Seguimos viendo muertes por infecciones oportunistas, más riesgo de otras enfermedades. Se condujo un estudio para saber si las muertes eran efectivamente por complicaciones relacionadas con el virus y no con, por ejemplo, una persona seropositiva pero que muriera en un accidente de tránsito. Sí se vio que las muertes sí están directamente relacionadas con el VIH”, destacó la jerarca.

El peso del tratamiento

Según Gloria Elena Terwes, coordinadora del programa de Normalización del VIH e Infecciones de Transmisión Sexual de la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS), hace 30 años, cuando surgieron los primeros tratamientos, las personas debían tomar 30 pastillas al día para mantener el virus controlado. Hoy, los asegurados toman en promedio cuatro, y hay quienes ingieren solamente dos pastillas, incluso una, al día.

El tratamiento lo que busca es mantener la carga viral (número de copias del virus) a niveles ínfimos y que la cuenta de células de defensa CD4 esté alta. Lo normal en una persona sana es que su conteo de CD4 esté entre 500 y 1.500 células por milímetro cúbico de sangre.

Con esto, se reduce la posibilidad de las llamadas infecciones oportunistas, que llegan cuando el sistema inmunitario está muy deprimido y pueden representar peligros serios para la salud de la persona.

Yadira Martínez conoce muy bien esa sensación de los efectos de los primeros medicamentos. Recibió el diagnóstico en 1996, pero en ese entonces la CCSS no brindaba el tratamiento. Para ella era aún más difícil, dado que es extranjera y en ese momento su condición en Costa Rica no era regular.

A finales de 1997, la Sala Constitucional obligó a la CCSS a darles el tratamiento a todos los asegurados, pero ella tuvo que esperar un poco más mientras se aseguraba.

“Ya llevo muchos años con el tratamiento. Pero nadie nos explicó ni cómo tomarlos ni todos los efectos secundarios. A mí no me tocó comenzar con tantas pastillas, pero comencé como con 15 o 20 al día. Veíamos desgaste físico inmediato, pérdida de masa muscular. Los huesos se sentían diferente. Ahora no es que no haya efectos, son a más largo plazo, antes se veían desde el inicio casi”, comentó la mujer.

El hombre de 63 años que pidió el anonimato también recordó el drama de los años en donde el tratamiento aún no era otorgado por la CCSS.

“Un diagnóstico antes del 97 era una sentencia de muerte. No se sabía cuando, pero se sabía que iba a ocurrir. Te daban vitaminas, pero eso no era suficiente. En el mundo ya estaba desde hacía un tiempo el primer tratamiento que se llamaba AZT, eso era un veneno para el cuerpo, pero era lo que había... pero ni eso daba en aquel entonces la Caja”, rememoró el señor.

Y añadió: “Yo estuve a las puertas de la muerte cuando no tenía tratamiento. Mi conteo de CD4 estaba en 12. Me dio toxoplasmosis y mi cuerpo no podía contra él. Estuve internado con parálisis en la mitad del cuerpo, dificultad para el habla. Me dieron muchos antibióticos y eso me bajó las plaquetas, me hicieron trasplante de plaquetas y eso no funcionó. Por dicha, justamente eso coincidió con que la Sala obligara a dar el tratamiento antirretroviral y salí regularizado. Mi vida comenzó a ser normal”.

Calderón insiste que, pese a esos efectos secundarios de esos primeros tratamientos, estos pacientes que han envejecido con VIH son quienes son más conscientes y responsables al tomar sus fármacos. Asimismo, llevan un seguimiento médico más riguroso que muchas personas más jóvenes.

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Sí, sí hay quienes se infectan después de los 65

Una de las mayores preocupaciones de algunas autoridades de salud es que, aún cuando son muy pocos, sí hay casos de personas que se infectan ya siendo adultas mayores.

Datos del ministerio de salud señalan que entre 2014 y 2018 se dieron 71 infecciones en mayores de 65 años. De ellos, 52 fueron en hombres y 19 en mujeres. Si bien, se trata solo del 1,8% de todas las infecciones, igual es un tema que preocupa al personal de salud.

El despreocuparse porque, por la edad, ya un embarazo no es posible, el que exista medicación contra la disfunsión eréctil y una pobre educación sexual son algunas de las razones relacionadas con estas infecciones tardías.

“Debemos hacer la salvedad que esta es la edad de diagnóstico, es posible que muchas de estas personas tuvieran años de tener el virus y no se hubieran realizado la prueba antes. Pero, en todo caso, se nos comprueba, una vez más, que sí, los adultos mayores tienen relaciones sexuales y que debemos atender su salud sexual y reproductiva”, recalcó Acuña.

Estas personas, aunque no tienen la carga de un virus en su cuerpo desde hace mucho tiempo, ni vivieron los efectos secundarios de los primeros medicamentos, sí tienen la particularidad de que en el momento del diagnóstico ya pueden estar presentes otras patologías como hipertensión, diabetes, o niveles altos de colesterol o triglicéridos.

Un punto que llama la atención también es que en estas edades las mujeres se infectan más. Si tomamos el promedio de todas las infecciones a todas las edades, el 14,3% de los nuevos casos son mujeres; si tomamos solo a la población de 65 años y más, ellas constituyen el 26,8%.

Aberg también discutió este tema durante su entrevista con La Nación. “Uno de los problemas es que no tenemos claro cómo ‘se ve’ una infección con VIH. Entonces tenemos adultos mayores entrando con lo que parece una infección debilitante y a muchos médicos no se les ocurre explorar VIH. Las guías en Estados Unidos hablan de hacer la prueba hasta los 64 años. ¿Eso quiere decir que la gente ya no tiene sexo después de los 64? Se necesita mucha educación, decirle a las mujeres que después de la menopausia no deben preocuparse por un embarazo, pero sí por infección de transmisión sexual”, resaltó.

Para Acuña, el impacto emocional en esta población puede ser aún más fuerte: “por lo que he podido hablar con algunas personas, hay un impacto muy fuerte a nivel emocional en personas que reciben su diagnóstico ya después de cierta edad. Es un tema que también debe estudiarse, cómo impacta en esta población una noticia como esta, los mitos que puede haber, los miedos”.

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Geriatras en clínicas de VIH

De acuerdo con Terwes, una población creciente de adultos mayores con el virus, impulsa a la CCSS a buscar nuevos modelos y esquemas de atención. Uno de ellos es la incorporación de geriatras a las clínicas del VIH de los diferentes hospitales.

“No estamos hablando de tener a uno ahí ocho horas diarias, pero sí tal vez que este unas horas a la semana, que este profesional pueda atender a esta población que va teniendo necesidades diferentes”, destacó Terwes.

De hecho, Calderón señala que no solo está él como geriatra en una clínica de VIH en un hospital de la CCSS. Ya hay tres geriatras que, aunque no tienen la especialidad en infectología, trabajan de la mano con el personal de las clínicas de VIH de los hospitales México, San Juan de Dios y Calderón Guardia.

“Ellos son vitales a la hora de darle seguimiento a los casos. Hay algunos medicamentos que las personas no pueden tomar. Por ejemplo, hay algunos que suben el colesterol y no pueden ser tomados por quienes tienen ya este problema, otros están contraindicados para los hipertensos o quienes presenten problema cardíaco. También hay algunos con efectos sobre el riñón y no son recomendables en adultos mayores”, puntualizó el especialista.

Las clínicas del VIH cuentan además con el apoyo de profesionales en infectología, farmacia, enfermería, nutrición, psicología y trabajo social.