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Rosa Bolaños comparte también con su perro Quantum Von Brugar, un miembro más de su familia. Fotografía: cortesía
Cuando le dijeron que iban a dejarla internada en el Hospital de Heredia, Rosa Bolaños pensó “¿por qué, si yo me siento bien?”. Cuando le avisaron que la iban a trasladar al Calderón Guardia para que estuviera en una unidad de cuidados intensivos (UCI), ella insistía: “Pero ¿por qué? ¡Yo estoy bien!”.
Sin embargo, a su familia la iban informando de esa evolución y de que su situación, aunque no lo sintiera, sí era grave. Bolaños tuvo cáncer, y solo eso ya le sumaba un factor de riesgo.
Pero había más: la dificultad respiratoria que comenzó a tener la hacía requerir oxígeno, desarrolló pulmonía, y aunque es prediabética, jamás vio niveles de glucosa en sangre como los que tuvo en el hospital: 400 miligramos por decilitro de sangre (unas tres veces más de lo normal).
“Hubo una trabajadora social que fue muy sincera con nosotros y nos habló directo y nos dijo: ’Su mamá puede fallecer hoy, mañana o en cualquier momento’. Fue muy fuerte”, recordó Rosa Córdoba, su hija.
La situación se complicaba porque su esposo y tres hijos estaban en cuarentena y no podían dejar la casa. “Nos dijeron que debíamos pensar en alguien que pudiera hacer las ’vueltas’ en caso de fallecimiento“, contó la joven.
Hoy, la historia es otra. Rosa Bolaños ya está en su casa, junto a su esposo y sus tres hijos, y se contabiliza dentro de las estadísticas de recuperados de covid-19.
Ella y su familia quisieron relatar la historia a La Nación para demostrar que los factores de riesgo y el estar más de una semana en cuidados intensivos no son sinónimo de muerte.
“Los recuperados no somos un número; todos tenemos historia, la mía es que los factores de riesgo se vencen. El recuperado, no sé, número 50, también tiene la suya; puede ser muy diferente de la mía, no sabemos, pero aquí estamos”, dijo Bolaños.
Contacto por poco tiempo desencadenó enfermedad
A finales de julio, Bolaños tuvo contacto con una persona positiva que desconocía que lo estaba. El contacto fue por poco tiempo y ella tuvo su mascarilla puesta en todo momento, pero el virus es hábil y logró colarse.
El contacto fue un martes. Aquella persona la llamó el siguiente viernes, apenas supo que tenía la enfermedad. Ella se hizo la prueba el 31 de julio. El 1.° de agosto ya sabía que era positiva.
“Llamé a mi doctora y me dijo: ’Aíslese del todo’. Era muy raro, yo estaba en mi casa, pero no en mi cama. Yo no salía del cuarto, ellos (su esposo e hijos) me traían todo, usaba todo desechable, la limpieza era muy, muy rigurosa”, recuerda la mujer.
Esas medidas funcionaron: nadie más en esta familia vecina de Santo Domingo de Heredia se enfermó.
“Casi todos nos hicimos la prueba. A mí la doctora me la mandó porque yo tenía una tos seca persistente. Yo sabía que no era covid-19, era una tos nerviosa, por todo lo que estaba pasando, yo conozco mi cuerpo, pero de todas formas me la hice; fue negativa, y a todos aquí nos pasó así, nadie se infectó”, recuerda Marco Antonio Córdoba, quien en noviembre próximo cumplirá 33 años de casado con Rosa.
Para esos días esta contadora solamente presentaba un poco de fiebre, cierta secreción y cansancio; sin embargo, para el 6 de agosto todo iba a cambiar y la evolución de la covid-19 iba a ser muy distinta.
Cambio drástico
Ese 6 de agosto era jueves.
“Mami se levantó desorientada, hablaba incoherencias, estaba mareada, confundida. Le medimos la saturación de oxígeno y estaba en 84, después en 82 (un nivel menor a 89 ya es considerado bajo y de cuidado). Llamamos a la doctora”, recuerda Rosa Córdoba.
Su madre complementa: “La doctora Ana Gabriela Calvo me dijo: ’Necesitamos trasladarte al Hospital de Heredia’, y yo le decía ’pero ¿cómo si yo me siento bien?’”.
Mientras tanto, en su familia comenzaron a organizarse en todo. Durante los días que estuvo en el hospital, el trabajo de la empresa familiar de contabilidad se mantuvo, la hija ayudó al padre a poner al día todo desde la computadora de su madre, para que todo estuviera avanzado en el momento en que ella llegara. Así pasó con las labores domésticas.
“Fue volver a ese gran equipo de trabajo interno, justo como cuando ella tuvo cáncer”, señala don Marco.
Bolaños recuerda poco de esos días en los que estuvo internada, pero indica que se mantuvo lúcida y alerta en todo momento.
“Estuve en una unidad especial de covid-19″, rememora.
“Un día, en un momento me dijeron: ’Vamos a pasarla a Cuidados Intensivos del Calderón Guardia’, y yo no entendía por qué. Yo me sentía bien”, agrega.
Le dijeron que no se preocupara por sus cosas, que del Hospital se encargarían de hablar con su familia.
“Me pusieron algún medicamento, yo me sentía drogada, como que flotaba. Veía a los doctores, enfermeros, me hablaban, pero yo me sentía como flotando. Sí recuerdo estar en la ambulancia y pasar por el paseo Colón, por la avenida Segunda y llegar al Calderón”, señala.
Mientras tanto, a su familia la alertaban.
“Llamaron para decir que iba para la UCI, yo pregunté que por qué y me dijeron: ’Le hace falta mucho oxígeno’”, relata su hija.
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Vida en cuidados intensivos
La estancia en UCI le hizo a Bolaños perder noción del tiempo. No sabía fecha, ni día de la semana, ni hora. Pero sí recuerda cosas.
“Hubo momentos muy duros, me tocó ver que una compañera, una muchacha joven, muriera. Es en esos momentos en los que uno toma conciencia de lo delicada que puede ser la situación”, manifiesta Bolaños.
Esta herediana también recuerda momentos muy difíciles en los que comprobó que en la UCI no solo se libran batallas de salud.
“Había un señor de Limón que tenía ahí su teléfono celular, lo regañaban por usarlo y él decía: “‘Entienda, esto es de trabajo, yo necesito trabajar porque si no trabajo mi familia no come’”, narra la mujer.
Su familia, mientras tanto, luchaba para obtener información o hablar con ella en algún momento.
“Cuando nos avisaron que iba para la UCI, a mí se me cayó el mundo. Yo no quería ver noticias, todos los días se hablaba de gente intubada, de gente en UCI, de gente que moría, de familiares que no podían despedirse de sus seres queridos”, afirma don Marco.
“Tuvimos mucho apoyo. Gente que nos ayudaba a traernos comida porque no podíamos salir por la cuarentena, gente que se unió a orar con nosotros, hicimos rosarios por Zoom, se unió gente de otras religiones, gente que no creía, todos dándonos apoyo”, añade.
Sus hijos, mientras tanto, se encargaron de buscar comunicación con ella. No siempre se lograba.
“Fue muy complicado, ellos están con mucho trabajo, no siempre se puede. Pero una vez nos atendió una enfermera que es un ángel. Nos dijo ustedes: ’Hablen, ella no puede hablar, pero sí los puede oír’. Ese día significó mucho”, dijo la joven.
Bolaños recalca que en todo momento tuvo una atención de profesionales entregados y llenos de actitud de servicio.
“No sé cuántos son, no me aprendí nombres, en esos trajes que tienen puestos uno solo logra distinguir si alguien es hombre o mujer por la voz. Pero no tengo palabras para agradecer todo lo que ellos hicieron por mí y con el amor que lo hicieron”, subraya Bolaños.
La familia también destaca lo valioso del personal de salud. Lo más importante: haber podido hablar el 15 de agosto.
“Lo bueno comenzó el 14 de agosto, cuando nos dijeron: ’Estamos valorando pasar a su mamá a sala’, pero el 15 pudimos hablar con ella, oír su voz, saber que estaba recuperándose; fue el mejor regalo del Día de la Madre para todos”, comenta Rosa.
Ella estuvo en sala hasta el 18 de agosto, cuando la dieron de alta.
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El regreso
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Rosa Bolaños y su esposo Marco Córdoba, cuando ella regresó del hospital. Fotografía: Cortesía
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Ese 18 de agosto fue el más largo para los Córdoba Bolaños.
A ella le dijeron a las 9 a. m. que seguramente su salida estaba para ese día. A ellos los llamaron un par de horas después para preguntar la dirección de la casa, pero advirtieron de que eso dependía de si había ambulancias disponibles para dejarla.
Como a las 5 p.m. le dijeron que ya todo estaba listo. Sin embargo, tuvieron que ir a dejar primero a otra de sus compañeras de salón, quien también había sido dada de alta, hasta su casa en Zapote.
“Por más sirenas y luces que nos daban campo, a mí se me hizo larguísimo el recorrido”, dice Bolaños.
Su familia desconocía que iba en camino. Verla llegar fue una sorpresa.
“Yo había dormido muy mal, me despertaba varias veces en las noches y no descansaba. Ya cuando regresó, todo cambió”, dijo Jose Córdoba, su hijo menor.
Como estuvo en hospital, Bolaños sí tuvo que someterse a dos pruebas diagnósticas negativas para tener su estatus de recuperada, que hoy lleva con felicidad.
“Sí, de vez en cuando me canso, pero ya volví a trabajar, ya estoy haciendo vida más normal”, aseguró.
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Vivir el hoy: ’Sabemos que está mejor porque hasta nos regaña’
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Para los Córdoba Bolaños, la familia es lo más importante y lo que les dio fuerzas para seguir adelante. Fotografía: Cortesía
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¿Cómo es el proceso de recuperación? Marco Antonio, su hijo del medio, lo resume así: “Ya está volviendo a regañar, eso es señal de que está bien (ríe)”.
Sin embargo, como familia sí han tenido que buscar ayuda médica para esta nueva etapa. Un endocrinólogo que vigile sus niveles de azúcar, una dermatóloga que vea la caída de su cabello, una otorrinolaringóloga, además de los profesionales de salud que había consultado desde antes.
“No se nos deja una instrucción de cuáles son las indicaciones para ese volver a la normalidad cuando la persona ya se recupera. No hay un protocolo de seguimiento. Nosotros por dicha tenemos el apoyo de médicos que nos guían, ¿quienes no? ¿Se les da seguimiento?”, reflexiona don Marcos.
Para Rosa hija, una de las principales lecciones de esta etapa es entender que cualquier persona puede infectarse de covid-19, y no es justo que deban vivir con un estigma por la enfermedad.
“No es justo ser señalados ni discriminados por una enfermedad”, sentencia.
Su madre, ya dos semanas después de recuperada, confía en regresar a la normalidad cada vez más pronto, pero sabe que sin tantos profesionales de la salud y sin el apoyo de su familia no habría sido posible.
“No tengo palabras para agradecer todo lo que han hecho por mí”, concluyó.
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