En un medio donde cada vez es menor el tiempo, surge el consejo de dedicar minutos a cada parte de la alimentación: escoger comida, prepararla y comer.
Esto da como resultado mejor salud y mayores beneficios al ambiente.
El movimiento Slow Food (comida lenta) nació en Italia y ya tiene raíces en todo el mundo. Se originó como contraposición al Fast Food, donde el cliente obtiene la comida rápido, pero no necesariamente con mejor aspecto ni placer ni beneficios para su salud.
Más allá de ser una filosofía, la iniciativa tiene fundamentos científicos, al punto de que en Costa Rica es el Centro Nacional de Alta Tecnología (Cenat) el que dirige el programa a escala nacional, con el apoyo de universidades y de ministerios como el de Agricultura y Ganadería y el de Salud. También, hay restaurantes sumados a la iniciativa.
“No es solo filosofía. El pensamiento es lo primero sí, porque si no, no cambiaríamos las cosas, pero va más allá. Es buscar cultivos naturales, mejores formas de preparación, tomarnos el tiempo para masticar y saborear. Engloba la salud del ambiente y nuestra nutrición y la parte psicológica”, comentó Patricia Sánchez, coordinadora del Programa Agromática: Seguridad Alimentaria y Slow Food del Cenat.
Pilares. La iniciativa tiene tres bases: un alimento debe ser bueno (de calidad), limpio y justo.
En el primer pilar, el movimiento tiene dos vertientes. Por un lado, se quiere que los productores den alimentos de calidad y que no afecten ni al ambiente ni al ser humano. Por otro, se busca que la persona tenga un mejor aprovechamiento de la comida.
En esta segunda vertiente, se pretende que la gente tome el tiempo para buscar los mejores alimentos y dedique cuánto sea necesario a prepararlos; se trata de verlo como un ritual o terapia para después comer despacio y finalizar con sobremesa.
“Ayuda a la salud y al ambiente. Por ejemplo, si usted solo se come el tallo del apio y bota las hojas, estará perdiendo nutrientes y, además, haciendo basura”, aseguró Sánchez.
El tiempo es clave en una época en donde las demandas laborales y académicas son exigentes.
“Es asunto de voluntad, decimos que no tenemos tiempo para sentarnos a hacer una comida rica que puede demorar si acaso 30 minutos, pero sí tenemos 20 minutos para hacer fila en un restaurante de comida rápida, que ya ni siquiera es rápida”, afirmó Allan Campos, del Área de Gestión Ambiental del Cenat.
Sánchez agrega: “Si usted no tiene mucho tiempo durante su trabajo, trate de disfrutar el momento, saboree los ingredientes, comparta con la gente. Es bueno para la salud digestiva, pero también para la salud mental”.
El segundo pilar aboga para que los productores no usen agroquímicos y que los consumidores laven bien su comida antes de prepararla.
Por último, el punto de la justicia busca un precio idóneo para productores y consumidores.
“Con lo que gasto en comida rápida, compro dos kilos de papa o cuatro de tomate. A corto plazo, tal vez podría salirme más barata la comida rápida que un platillo completo, pero a largo plazo me sale más cara la atención médica”, concluyó Campos.
¿Qué hacer?
- Busque productos nacionales, de preferencia, orgánicos. Busque frutas, verduras, hierbas y condimentos naturales en ferias del agricultor. Si son orgánicos, mejor. Prefiera la producción nacional.
- Tome su tiempo para lavar los alimentos y prepararlos. Vea la preparación como un ritual o una terapia. Ya sea solo o acompañado tome su tiempo para disfrutar de la cocina. Puede acompañarla con música. Sea consciente de lavar bien sus manos y sus alimentos. Aproveche partes de los vegetales que usualmente desecha, como las hojas de apio.
- Disfrute la comida. Tome tiempo para comer, disfrutar los sabores, tratar de adivinar ingredientes. Si está acompañado, disfrute de una buena conversación, deje el teléfono a un lado y otros distractores a un lado. Deje tiempo para sobremesa al final.
Encuentre aquí algunas recetas de Slow Food: