Santiago, Chile. A diferencia del tabaco, el alcohol no penetra en el cuerpo de quienes están cerca de un bebedor habitual, mas eso no significa que el hábito no tenga consecuencias nocivas para ellos.
Académicos y especialistas del área consultados coinciden en algo: la figura del bebedor pasivo está cobrando fuerza.
Esto, porque cada vez son más los estudios que demuestran una relación entre convivir con una persona que consume alcohol de forma excesiva y sufrir importantes consecuencias a la salud.
“Hay todo un movimiento de investigaciones internacionales sobre daños a terceros por alcohol que demuestran que el bebedor afecta, por distintas vías, la salud de su entorno cercano”, señala Ramón Florenzano, académico y psiquiatra de la Clínica Universidad de los Andes, quien ha participado en varios estudios sobre el tema, en conjunto con la Universidad de Chile y U. del Desarrollo.
“A nivel internacional, se publicaron entre cinco y diez estudios sobre el tema en la década de los 90; luego del 2000 al 2010, unos 200, y en los últimos 10 años ha habido una explosión muy grande en la literatura, con al menos unos 500 estudios publicados”, asegura Florenzano.
En uno de ellos, dice el psiquiatra, se analizaron casos en Chile y en países del Pacífico suroriental y se vieron hijos que desarrollan adicción al alcohol, problemas de salud mental en la pareja y violencia intrafamiliar fueron algunos de los principales problemas reportados.
Cultura en aumento
Un estudio realizado por el Instituto de Salud Pública de Emeryville, en California (EE. UU.), arrojó que uno de cada cinco estadounidenses son bebedores pasivos.
Agresión física, trastornos mentales y accidentes de tráfico son algunos de los problemas que experimentan, según la investigación.
Otro trabajo, publicado en marzo de este año por científicos alemanes en BMC Medicine, identificó a dos grupos de bebedores pasivos: fetos con síndrome alcohólico fetal y víctimas de violencia.
Los primeros son niños cuyas madres bebieron durante el embarazo y que sufren anormalidades faciales, problemas de crecimiento y anomalías en el sistema nervioso. Estos síntomas pueden darse a diferentes niveles y pueden llegar a causar abortos espontáneos.
“Puede haber problemas intelectuales o de desarrollo cognitivo como consecuencia del consumo de la madre”, explica Nicolás Libuy, psiquiatra de Clínica Alemana.
“Por otro lado, las personas cercanas a quien consume alcohol en exceso experimentan una sobrecarga importante que los expone a problemas de salud mental y a violencia psicológica”, añade Libuy. Y agrega: “Me parece positivo que la ciencia se ocupe del tema y que se reconozca, lo que abre la posibilidad de intervenir en las personas y ayudarlas”.
Según el Instituto de Salud Pública de EE. UU., consumir más de cuatro bebidas alcohólicas por ocasión se considera consumo excesivo.
Una copa de vino de 150 ml y un vaso de cerveza de 350 ml contienen cada uno la misma cantidad de alcohol y cuentan como una bebida.
Hijos vulnerables
Carlos Ibáñez, jefe de la unidad de adicciones de la Clínica Psiquiátrica de la Universidad de Chile, explica que el consumo excesivo de alcohol es muy heredable a los hijos, quienes tal como indican los estudios -dice el médico- son los principales bebedores pasivos.
“Se ha descubierto que hay genes que predisponen al consumo de alcohol, pero además el ambiente es muy relevante, principalmente en los menores de 18 años.
En ellos esto es más importante que la genética”.
Los tres especialistas coinciden en que el tema debe abordarse más desde las políticas públicas.
“Es necesario poner sobre la mesa el problema y empezar a regular la publicidad”, opina Ibáñez.
“Que se entienda que no es que alguien decida tomarse unas copas, sino que se empiece a ver que quienes lo rodean ven cómo su salud se afecta y eso es algo que se muestra poco”.
¿Qué hacer? “La primera recomendación es no normalizar la embriaguez del otro”, dice el doctor Ibáñez. “Uno no debería quedarse sin decir nada frente a un familiar que se embriaga; no hay que retarlo, pero sí mostrarle la preocupación”.
“Hay que encontrar una ocasión para confrontarlo, explicarle que están experimentando consecuencias por su bebida”, concuerda Florenzano.
En el caso de que esto no funcione, coinciden los especialistas, es necesario buscar ayuda profesional. “Significa que a la persona le está costando mucho”, advierte el doctor Ibáñez.
“Hoy existe apoyo terapéutico para bebedores pasivos, los cuales pueden ayudar a que el familiar con el problema se motive a iniciar algún tipo de tratamiento”, asegura Libuy. GDA/El Mercurio/Chile