Premiar o castigar con comida aumenta el riesgo de obesidad

Relaciones conflictivas con la nutrición promueven que, años después, se busque llenar vacíos con alimentos. Iniciativa Cuídame nutritiva-mente aborda los aspectos emocionales de la alimentación para cuidar a la niñez

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“Como te sacaste buenas notas y te eximiste, vamos a llevarte a comer”. “Como te portaste bien, podés comerte dos postres”. “Tenés que comerte toda la comida y dejar el plato limpio". “No te levantés a jugar hasta que no terminés”. “Hay muchos chiquitos pobres a los que les gustaría comer lo que estás desperdiciando”. “Como te portaste mal te vas a ir a dormir sin cenar”...

Frases como estas moldearon –y continúan moldeando– la relación de los niños con la comida y puede exponerlos a obesidad y trastornos de alimentación.

La culpa, el castigo, los premios o el relacionar ciertos platillos con algunas celebraciones, le otorgan a la comida un tinte emocional que dista mucho de su intención inicial de nutrirnos o de saciarnos el hambre.

Por esta razón, la mañana de este jueves se lanzó la campaña llamada Cuídame Nutritiva-mente, que busca romper con esos mitos y crear relaciones sanas con lo que ingerimos, para así impactar de manera saludable en la alimentación y el bienestar de los menores.

Esta iniciativa es promovida por el Patronato Nacional de la Infancia (PANI), el Colegio de Profesionales en Nutrición, y Territorio Psicológico, con el apoyo de empresas privadas.

Estas intervenciones son vitales, ya que estadísticas del Estudio Latinoamericano de Nutrición y Salud (Elans) evidenciaron que el 34% de los niños costarricenses tiene sobrepeso u obesidad.

“El problema de esto es que después encontramos adultos que buscan tapar vacíos emocionales y disconformidades con la comida”, destacó Paola Vargas, psicóloga de Territorio Psicológico, organización que participa de la campaña.

“En otras palabras, el problema no es el peso ni el cuerpo, es la relación que tienen estas personas con la comida, con las emociones y con su autoimagen”, agregó.

Norma Meza, presidenta del Colegio de Profesionales de Nutrición de Costa Rica complementó: “la obesidad infantil no es un juego. Genera mayor riesgo de desarrollar enfermedades como diabetes mellitus tipo 2, hipertensión, niveles alterados de colesterol y triglicéridos e hipertensión arterial, entre otros”.

Derribar mitos

La campaña también busca desmitificar algunos puntos sobre la alimentación. Uno de ellos tiene que ver con el poner a dieta a los menores sin una adecuada guía.

“Es un pediatra, en conjunto con una valoración de un profesional en nutrición, quien nos debe decir si un niño debe subir o bajar de peso. No podemos ponerlos a hacer ‘dietas de moda’, además, nosotros mismos debemos dar el ejemplo de una alimentación sana y sin culpabilidad”, apuntó Meza.

Vargas añadió: “no debemos hacer comentarios ni buenos ni malos sobre la figura, ni sobre los alimentos. Debemos educar sobre la importancia de comer bien y variado, pero no ligarlo a la figura, a la belleza o a la felicidad".

Atracones y otros trastornos alimentarios en la niñez

Ligar las comidas con nuestras emociones también puede traducirse en trastornos de la conducta alimentaria. Culpar a los alimentos, “satanizarlos” o hablar de estar pasado de peso como algo terriblemente negativo, eleva el riesgo de anorexia o bulimia, pero también, este tipo de asociaciones de premio, gratificación y culpabilidad pueden llevar al trastorno por atracón, en donde la persona (en este caso, el niño) come sin control", destacó Rosanna Mauro, representante del Colegio de Profesionales en Nutrición quien es especialista en trastornos de la conducta alimentaria.

Según ella se debe entender que hay salud en diferentes pesos y figuras, por eso no se puede tildar a alguien de ‘poco saludable’ con solo verlo, ni presionar a un niño para que coma más o coma menos. Hay chiquitos delgaditos que salen bien en los exámenes de sangre y por el contrario, menores “rellenitos” con anemia.

Mauro nombró varias características del trastorno por atracón a las que los padres de familia (o abuelos, hermanos mayores o algún otro adulto responsable del hogar) deben prestar atención.

* Se “pierden” grandes cantidades de comida en casa. Los padres no saben qué sucede, pero no encuentran comida que sí compraron en el supermercado.

* Comienzan a encontrar “paquetitos” de comida escondidos en el cuarto, bulto o maletín del niño.

* Los menores se aíslan y prefieren comer solos.

* Los chiquitos sufren aumentos rápidos de peso.

* Comienzan a quejarse de su cuerpo y de la forma en la que se ven.

* Dicen que no pueden dejar de comer, que no está bajo su control.

* Presentan cambios repentinos de estado de ánimo.

Mauro y Vargas concuerdan que el tratamiento de este trastorno no puede hacerse solo desde la perspectiva nutricional, también se requiere acompañamiento psicológico.

“No hay que hablar de dieta, ni de contar porciones, ni de calorías. Hablar de alimentarse, de moverse y de que ellos puedan hablar libremente en casa sobre todo lo que sienten. Nada hacemos solo con programas de nutrición, la enfermedad es emocional, deben trabajarse las emociones", señaló Mauro.

Vargas concluyó: “Si la persona, no importa la edad, no entiende las razones por las cuáles come, si es por hambre o por emociones, si no entiende esa relación emocional con la comida, nada va a funcionar. Podrá tener el mejor programa nutricional y el mejor programa de ejercicios, que no va a servirle. Es necesario trabajar esto dese el punto de vista no solo de la parte de la salud física, también de la salud mental”.