Templo de San Blas de Nicoya; en la foto, el retahilero Farid Nema (imagen ilustrativa). Foto: Mayela López (Mayela López)
¿Puede usted detectar a una persona guanacasteca con solo escucharla hablar? Si la respuesta es afirmativa, ¿la reconoce por algún acento en particular, por el uso de algunas palabras, o es una mezcla de ambas?
¿Es más fácil hacer esto con personas jóvenes o con los mayores? ¿Con gente de área rural o urbana? ¿Con quienes viven en determinada parte de la provincia?
Justamente, esas han sido las preguntas que diferentes especialistas en filología y folcloristas han intentado responder durante años.
Las respuestas van variando con el tiempo, porque si hay algo tan dinámico como las actividades humanas es la forma en la que nos expresamos.
De la mano de dos lingüistas, una folclorista y el director de una compañía de danza folclórica guanacasteca, así como de documentos del Centro de Patrimonio, La Nación exploró las características del habla de la provincia guanacasteca en el contexto de la celebración de los 197 años de la anexión del Partido de Nicoya a Costa Rica.
Más allá de Guanacaste
Los entrevistados advierten de que algo tan dinámico como el lenguaje no distingue de límites territoriales, por lo que estas formas de hablar trascienden la provincia.
Para el filólogo y lingüista José Alberto Barahona, el habla de la zona noroeste del país tiene características que la diferencian de la del Valle Central, pero esta no se define con los límites de Guanacaste, pues también la comparten algunas zonas de Puntarenas y Alajuela.
Sin embargo, insiste en que Tilarán, lingüísticamente, no forma parte de ese hablar de Guanacaste. La población que llegó ahí es desplazada del Valle Central; entonces, en ese aspecto, está adscrita al Valle Central. Lo mismo sucede con Hojancha, que fue poblada por personas del centro del país.
No obstante, la escritora, poeta y folclorista guanacasteca Ligia Zúñiga recalca: “El guanacasteco se siente guanacasteco y lo es en su cultura en todas las zonas de la provincia. Uno se identifica primero como guanacasteco y, luego, ya especifica dónde vive, pero los rasgos de guanacastequidad están en toda la provincia”.
El filólogo y lingüista Miguel Ángel Quesada, autor del libro El español de Guanacaste, indica que, además, en los últimos años sí hay un fenómeno de homogenización en la forma de hablar de los guanacastecos.
“El español guanacasteco se asimila al del centro del país. Yo, cuando hablo con gente joven de dicha provincia, prácticamente no oigo ninguna diferencia entre ella y la gente de la meseta central”, manifestó.
Barahona coincide: “Las variedades se han ido acercando. Además, sobre la variedad del Valle Central se ha diseñado la imagen de ‘habla culta’ o de ‘más prestigio’”.
Esto, además, llevaría a algunos guanacastecos a un “bilingüismo intranacional”. Así, cuando viajan al Valle Central, adquieren las costumbres de esa región, y cuando regresan a su tierra, adoptan las suyas.
“Las personas modelan sus costumbres lingüísticas a la comunidad que los recibe. Esto es normal y se da en cualquier comunidad”, afirmó Barahona.
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Historia ‘separa’ las características lingüísticas
Desde principios del siglo XX, ya se mencionaban las diferencias entre la forma de hablar de unas y otras zonas del país, y esto tiene que ver con la historia de los asentamientos humanos.
El noroeste, explicó Barahona, fue conquistado y poblado por españoles antes que el Valle Central. Los españoles que llegaron a la península de Nicoya venían de Panamá y tenían rasgos muy andaluces y de Castilla.
Esto ocurrió en el primer cuarto del siglo XVI.
“Se forma un corredor lingüístico por todo el Pacífico de Centroamérica y el Caribe”, agregó.
Por su parte, la conquista del Valle Central se produce hacia finales de ese siglo, y la población que llega presenta diferencias con respecto a la que arribó a principios del siglo al noroeste del territorio. Eran, principalmente, del centro y el norte de España.
“La península de Nicoya y Esparza tuvieron lazos comerciales muy fuertes con Panamá, pero con la crisis económica de mediados del siglo XVII, más la caída de la feria de Portobelo (1737), el comercio costarricense se orientó hacia el norte del Istmo, de ahí la conexión de Liberia con Granada (Nicaragua) y zonas aledañas”, acota Miguel Ángel Quesada.
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Diferencias fonéticas y de palabras
Barahona y Quesada comentan que sí hay aspectos tradicionalmente característicos del español guanacasteco.
Por ejemplo, no se “arrastran las erres” como en el Valle Central, ni se habla de “vos” con personas de confianza, como sí sucede en el Valle Central.
En algunas zonas, hay rasgos diferenciadores, como el aspirar las eses y que estas suenen de forma más cercana a una jota.
También, se observa el debilitamiento de los sonidos similares a la “ll” o “y”, y se escucha decir “amaríio” en lugar de “amarillo”, pero también es común decir “sandilla” en lugar de “sandía”.
Asimismo, se observan palabras propias de esta zona, como decir “dilatar” en lugar de “durar”.
Quesada indica que, de herencia colonial, hay palabras exclusivas de Guanacaste, como nacume (mayordomo de una cofradía), nimbuera (calabaza para transportar agua) y nambiro (calabazo).
Para Ligia Zúñiga, muchas palabras son interjecciones.
“En mi época decíamos ‘¡coche!’ cada vez que no queríamos algo, como decir: ‘¡Coche! ¡Dios guarde eso!’”, contó.
Otras palabras están relacionadas con comidas y con tradiciones, como los toros.
“A veces decimos: ‘Ese muchacho es como los ‘monta pa’trás’, para hacer referencia a quienes montan el toro de espaldas a su cabeza”, dice la folclorista.
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No es lo mismo el Guanacaste urbano que el rural
Para Quesada, los rasgos propios del habla guanacasteca son mayores en las zonas rurales y entre las personas mayores.
Además, define que hay tres zonas dialectales en Guanacaste y en Upala (provincia de Alajuela):
1. La península de Nicoya, con rasgos lingüísticos que la acercan a Puntarenas y Esparza.
2. La zona entre Liberia y La Cruz, con rasgos que similares al sur de Nicaragua.
3. Upala, con características cercanas a la zona norte.
“Esta división planteada se deberá mirar con cuidado, porque hacen falta estudios sistemáticos que la apoyen”, advierte el investigador.
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‘Mestizaje lingüístico’ al pasar el tiempo
Últimamente, por migraciones a partir del siglo XX, se ha ido dando una extensión de estas variedades del lenguaje, tanto del Valle Central como del noroeste, a otras zonas del país.
“La variedad de Guanacaste se ha proyectado a otras zonas del país, como la del Caribe y la zona sur. Esto se da por la migración de trabajadores, tanto para labores en cultivos como en otras formas de trabajo”, explicó Barahona.
Además, ocurre cuando, por motivos de estudio, los guanacastecos migran al Valle Central y su habla se mezcla.
Posteriormente, personas del Valle Central han migrado a Guanacaste y la homogenización continúa.
Para Zúñiga, en los últimos años, las personas más jóvenes también han incluido anglicismos, especialmente relacionados con la tecnología.
“La tecnología llegó y muchas palabras son en inglés, y las personas más jóvenes las han ido incorporando, pero tampoco han dejado de lado sus palabras”, aseguró.
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Rescate de lo propio
Aun cuando la homogenización cada vez es mayor, sí hay todo un movimiento para rescatar la guanacastequidad.
Zúñiga ha sido de las principales promotoras. “Que desde la escuela los niños puedan tener un acercamiento a su cultura, a sus raíces, a lo nuestro. Aquí, por ejemplo, la Anexión se celebra todo el mes. Ellos aprenden de cada tradición y las viven”, afirma.
Esto ha permitido que muchas personas más jóvenes busquen el rescate de sus raíces, y la forma de hablar está incluida.
Esteban Urbina, de 28 años y director de una compañía folclórica, más bien señala que él se enamoró de la danza guanacasteca y de preservar las tradiciones cuando estaba en la universidad.
“Es expresar nuestra forma de ser, saber que tenemos algo que nos distingue, que nos hace únicos y que debemos mantener: nuestras tradiciones propias”, concluyó.
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