Para la familia Jiménez López tener que cambiar su hábito de tirar los residuos sólidos y líquidos al patio de su casa es un recuerdo, pues hoy son pioneros en el uso de biojardineras en la comunidad de Hondores de Nicoya.
Ellos pasaron tres años instruyéndose en el manejo de residuos sólidos y líquidos gracias a un programa piloto de la Universidad Nacional (UNA) dirigido a vecinos de Hondores. Esta familia, entre 20 participantes, quedó elegida para ser de las primeras en construir una biojardinera en su patio.
Las biojardineras o humedales artificiales son instalaciones donde se purifican aguas grises provenientes del lavado de platos y ropa.
El proceso consiste en unir las aguas del baño, pila y lavadora en un solo cauce que cae a un primer tanque de tratamiento. De allí, pasa a otro donde se separan grasas y residuos sólidos.
El sistema. Mediante tubería, las agua llegan luego a la biojardinera; una excavación donde se ponen plantas de raíces largas como las de un humedal entre piedras de diverso tamaño para que fluya el agua.
La limpieza del agua la ejecutan microorganismos y raíces. El agua va fluyendo por las piedras de un extremo a otro en la biojardinera hasta un tubo que lleva el agua filtrada a un tanque de almacenamiento. El líquido llega así purificado y listo para reutilizarse.
La biojardinera de la familia Jiménez López cumple ya nueve meses funcionando y el viernes anterior la UNA y otras instituciones inauguraron oficialmente este plan piloto que se espera ayude a mitigar los efectos de la escasez de lluvias en la región Chorotega .
Nelly López, coordinadora del programa Horizontes Ambientales, explicó que el agua tratada puede luego utilizarse en el riego de jardines, servicios sanitarios, ganado, lavado del vehículo, entre otras.
“Hoy se demostró que el sistema funciona y ahora buscaremos financiamiento para involucrar a zonas como el barrio San Martin de Nicoya. Insistiremos a las autoridades en que sea obligatorio el uso de tanques sépticos en el manejo de aguas jabonosas”, recalcó López.
Ana Yury Sarabio, de Escuela de Química de la UNA, señaló que la iniciativa de este proyecto surgió ante el faltante de agua en la zona y estos sistemas son una alternativa accesible para reutilizar las aguas grises de las viviendas.
“Al iniciar el proceso se comprobó con los análisis del agua realizados que el sistema sirve. Se tomo una muestra puntual en la entrada y salida del agua, y el líquido resultante posee 50% de limpieza. Conforme el sistema este más maduro, el agua saldrá aún más limpia y puede alcanzar hasta 95% de pureza”, explicó Sarabio.
Laura Jiménez, beneficiaria de la biojardinera, manifestó estar muy orgullosa y feliz de ser la primera en poseer un sistema tan amistoso con el ambiente, el cual le ha cambiado la vida a toda su familia, pues ahora el recibo de agua no le aumenta en época seca y todo su jardín luce más verde que nunca.
Señaló que el costo promedio para la elaboración de una biojardinera es de unos ¢350.000.
“Me ilusiono mucho, desde el principio, tener una biojardinera, aunque en ese tiempo no sabía que iba ser la afortunada; a partir de hoy este hogar será ejemplo para demostrar que si se quiere, se puede”, expresó Jiménez.