Atlantic City, Nueva Jersey A ocho kilómetros de la costa, el científico Michael Crowley lanza tres naves no tripuladas desde la parte trasera de la embarcación.
Los planeadores, como los llama, tienen alas y no tienen hélices, parecen misiles Tomahawk en miniatura. Dos son préstamo de la Marina de Estados Unidos y uno es de la Universidad Rutgers, que está cacarizo por un ataque de tiburón.
Estas naves no tripuladas o drones son la pieza central del Gliderpalooza, un experimento de sondeos oceanográficos realizado por 16 instituciones estadounidenses y canadienses, así como equipos de investigación.
Al unir recursos, incluidos satélites, estaciones de radar, boyas de investigación y planeadores, los equipos esperan capturar el panorama más completo, hasta ahora, de los muchos y misteriosos movimientos submarinos en el océano Atlántico: desde corrientes en aguas profundas hasta las migraciones de peces.
Los oceanógrafos también pretenden desplazar planeadores en el occidente del Pacífico para ayudar a pronosticar tormentas, como el tifón Haiyan. Si bien los cambios atmosféricos influyen, en gran medida, en la ruta de los tifones, los drones pueden ayudar a pronosticar la intensidad de una tormenta que se ve afectada por las temperaturas del océano.
“Si podemos pronosticar mejor la intensidad, podemos pronosticar mejor el impacto humano y eso es crítico, especialmente en Asia, donde tantas personas mueren cuando estos tifones tocan tierra”, dijo Scott M. Glenn, director de la Asociación Regional del Atlántico Medio para los Sistemas de Observación Oceanográfica Costera.
Nueva etapa. Este experimento anuncia una nueva dirección en la investigación oceanográfica.
A pesar de la red de satélites para observar los mares y varios proyectos que utilizan boyas para registrar datos, el mero tamaño y complejidad siguen enmascarando gran parte de lo que pasa bajo el agua. En un momento en el que más se habían necesitado los pronósticos de tormentas, corrientes y efectos del cambio climático, los investigadores esperan que su flotilla de planeadores proporcione una nueva perspectiva.
“Tenemos satélites que nos dan mapas maravillosos del océano en la superficie, pero el océano es tridimensional y queremos explorar lo que está pasando debajo de las olas”, comentó Glenn.
Los planeadores, impulsados con baterías, se zambullen continuamente en largas curvas en picada, toman lecturas de temperaturas, corrientes y otras características en un rango de profundidades.
Alcanzan una profundidad de 198 metros, aunque se los puede configurar para sumergirse a mayor profundidad.
Cada planeador cuesta entre $125.000 y $150.000, dependiendo de los instrumentos que tenga, una ganga en comparación con los métodos tradicionales.
“Una embarcación de investigación puede costar desde $35.000 hasta $100.000 diarios. Si trataras de hacer este experimento con barcos, costaría en el orden de millones a decenas de millones de dólares”, notó el oceanógrafo Oscar M. Schofield.
Si bien cada uno de los 15 planeadores tiene su propia misión, los datos que recopilan se combinan en Rutgers para investigar interrogantes mayores.
“Sabemos que nuestro océano ha cambiado bastante en los últimos 20 años, pero tenemos tan pocos datos que es difícil siquiera empezar a aclarar cuáles son los impulsores de ese cambio”, dijo oceanógrafo Oscar M. Schofield.
Quizá la cuestión más apremiante sea la forma y el movimiento estacional de las “gotas frías”, un cuerpo de agua poco comprendido, ubicado en el fondo de la Plataforma Continental Noreste.
Los investigadores y pescadores han sabido por casi un siglo que, si bien las costas del Atlántico se calientan en primavera y verano, un enorme tramo de agua permanece anormalmente frío, atrapado en el fondo. Esta “gota fría” se extiende a lo largo de la plataforma continental, en una banda cambiante que va de Cabo Cod a Cabo Hatteras.
A medida que retorna el otoño y la superficie del Atlántico empieza a enfriarse, la “gota fría” se homogeniza lentamente con las aguas superficiales que se enfrían o se mezclan rápidamente, mientras las tormentas se mueven en el océano. Sin embargo, es mucho lo que todavía se desconoce.
“La gota fría afecta a muchos peces migratorios, pero también es importante para la información para el pronóstico de las tormentas, porque la temperatura del océano es esencialmente el tanque de combustible para las tormentas”, destacó Schofield.
En agosto de 2011, cuando el huracán Irene movió la “gota fría”, “el huracán mezcló el agua caliente en la superficie del océano con la gota fría en el fondo, con lo que se extinguió la intensidad de esa tormenta”, explicó Glenn.
Asimismo, el científico explicó que una de las razones por las que el huracán Sandy golpeó con tanta fuerza en 2012, pudo haber sido que la tormenta atravesó el mar después de que la “gota fría” ya se había empatado con la temperatura de la superficie del océano, “y esa mezcla, ese extinguidor de incendios, no estaba allí”.
Útiles. Se han utilizado drones oceánicos en todo el mundo durante una década, con frecuencia para sondear las condiciones demasiado peligrosas para los humanos.
“Pero esto representa un paso importante en la maduración de la tecnología. Una cosa es tener un solo planeador que tome estas medidas, pero es otra muy diferente tener una flota completa de planeadores coordinados por varios organismos de investigación”, expresó Timothy J. Cowles, un investigador de la Iniciativa de Observatorios Oceánicos, quien no participa en Gliderpalooza.
Aunque los planeadores navegan a paso de tortuga, a poco más de 1,6 kilómetros por hora, su movilidad brinda a los investigadores una capacidad sin precedente para adaptar sus experimentos, destacó Joshua T. Kohut, también oceanógrafo en Rutgers.
“Salen a la superficie cada dos a tres horas, lo que nos da la oportunidad de ponerles instrucciones nuevas. Si vemos que cambió la gota fría o algo se movió, podemos responder a eso”, dijo Kohut.
Hay varios modelos de drones sumergibles para investigación, pero la flotilla del Gliderpalooza consiste de planeadores Slocum sin hélices, diseñados por la corporación Teledyne Webb Research.
Se mueven al ajustar su capacidad de flotar para que absorban y expelan cantidades reducidas de agua para elevarse y hundirse en el océano. Dos alas transforman su movimiento ascendente y descendente en un impulso hacia adelante, que lanza al robot en una cadena continua de zambullidas.
La Marina estadounidense, el mayor usuario de “drones” submarinos, tiene 65 planeadores, incluidos los dos en préstamo al Gliderpalooza, que ayudan a pronosticar el tiempo oceánico en todo el mundo.
“Participar en este experimento nos da la oportunidad de evaluar la calidad de nuestros propios modelos oceanográficos y compartir las lecciones que hemos aprendido”, dijo Kenneth P. Grembowicz, el director oceanográfico de la Oficina Oceanográfica Naval.
Muchos de los equipos de investigación ya están planeando nuevos experimentos colectivos con sus planeadores.
Ya existen dos misiones que los utilizarán en el 2014: en una se estudiarán y pronosticarán tormentas en la costa este, mientras que en la otra se aplicará el enfoque multiinstitucional de Gliderpalooza a escala mundial.
“Es una cantidad infinita de formas en las que podemos explorar el océano que no teníamos antes. Esto está abriendo horizontes totalmente nuevos”, comentó Glenn.