Michel Monnin desarrolló una técncia de análisis de las rocas lunares traídas en el Apolo 11. Hoy, 50 años después, este método tiene aplicaciones en estudios sísmicos y vulcanológicos, entre otros. Fotografía: Jorge Castillo
El físico francés Michel Monnin fue de las personas que tuvo a su cargo los primeros análisis de las rocas lunares traídas por el Apolo 11 hace 50 años. Sin embargo, esa técnica de análisis que desarrolló tuvo sus aplicaciones con las rocas, suelos y hasta volcanes del planeta Tierra, y han sido puestos en práctica en tierra costarricense.
Estudios en los volcanes Poás, Irazú, Turrialba y Arenal, así como en la falla de Navarro en Cartago han sido parte de sus trabajos en el país, realizados gracias a un trabajo colaborativo con el Centro de Investigación en Ciencias Atómicas, Nucleares y Moleculares (Cicanum) de la Universidad de Costa Rica (UCR).
Estas técnicas analíticas, basadas en la energía nuclear, introducidas por este investigador del Centro Nuclear de Investigación Científica de Francia (CNRS) no son nuevas; comenzaron a desarrollarse antes de la década de 1970. No obstante, estos métodos se han mantenido, desarrollado y reforzado a lo largo de este tiempo y han dado origen a una gran cantidad de publicaciones científicas, así como a una amplia gama de servicios.
Monnin estuvo de visita en el país para dar charlas y reunirse con profesionales costarricenses. La Nación conversó con él acerca de su trabajo, desde los estudios con las rocas lunares, hasta cómo esto resulta de aplicaciones prácticas en nuestros días.
Del material lunar al material terrestre
Este es el tipo de estructuras utilizadas para analizar en laboratorio la composición de las rocas lunares y sus componentes. Foto de Jorge Castillo
LEA MÁS: Video: ¿Qué aprendimos de la Tierra y de la Luna tras el primer alunizaje?
Para entender cómo este método, basado en el análisis de elementos como el uranio y el plutonio y la fisión nuclear, puede aplicarse a escenarios tan diversos, lo más sencillo es comenzar por el primer uso, el análisis de las rocas lunares traídas hace cinco décadas por los primeros astronautas en poner un pie en la Luna.
Entre 1969 y 1972, las misiones Apolo recogieron 2.200 rocas con un peso de 382 kilos, que más tarde fueron procesadas en más de 11.000 muestras.
“Debíamos analizar la Luna. Se podría decir que la Luna es ‘hija’ de la Tierra. Debíamos ver esas similitudes. ver si, por ejemplo, había cristales que correspondían con la edad de la Tierra, si había cosas compatibles. Está la teoría de que se formó cuando un planeta del tamaño de Marte chocó contra la Tierra. Saber de la Luna nos puede enseñar muchas cosas de nuestro planeta”, explicó este profesor de la Universidad de Montpellier.
Y añadió: “la respuesta es que sí y que no. Hay cristales que han sido ‘protegidos’ por el sol y entonces el sol borra esas trazas. También, en unas muestras se veían que sí había elementos similares, en otras, no”.
De acuerdo con el especialista, cuando las rocas lunares llegaron había múltiples posibilidades para analizarlas –por esta razón aún siguen siendo objeto de diferentes estudios–. La idea entonces fue tomar pedacitos de tres milímetros como muestra de cada roca y analizarlos en un microscopio óptico y así hacer un mapa compuesto. Encima de eso se pone una lámina y se liberan rayos, según como se comporte el material, así serán sus elementos.
¿Qué se analizaría? Una de los aspectos que querían conocerse era la edad de esas rocas, pues esto daba pistas de la edad de nuestro satélite.
“Es analizar esos cristales, y para ello necesitábamos conocer, por ejemplo, la cantidad de uranio presente. Las técnicas nucleares son útiles, pero no las únicas, porque solo el uranio 235 hace fisión (el núcleo de su átomo se divide), no así el 238, por eso no podíamos fijarnos solo en eso, debíamos buscar otras cosas, por eso fue desarrollar el mapa compuesto y la radiación", destacó Monnin.
Pero su trabajo con estas rocas no fue permanente. En Francia no estaban los equipos necesarios para continuar con análisis a mayor profundidad, por lo que posteriormente se dedicó a la geofísica, y a aplicar su técnica al estudio de fenómenos vulcanológicos y sismológicos.
Eso fue precisamente lo que lo trajo a Costa Rica.
LEA MÁS: Podría haber seres vivos 'indestructibles' en la Luna
En suelo tico
La historia de Monnin con Costa Rica tampoco es nueva, pero aún le queda mucho por escribir. Llegó a principios de la década de 1970 en el marco de un proyecto con la Organización Internacional de Energía Atómica (OIEA), trajo a la UCR los primeros equipos y en medio de la colaboración se construyeron otros.
Costa Rica capturó casi de inmediato al físico francés, esta porción del planeta tiene algo que no se ve en todos los rincones.
“Para estudio de fallas sísmicas y volcanes Costa Rica es casi perfecta”, subrayó el especialista.
¿Cómo se utiliza esta técnica en esto? La búsqueda del gas radón es particularmente importante.
“El gas radón es un radiactivo natural que emana de la tierra donde hay mayor tensión, como en las fallas”, explicó Ralph García, exdirector del Cicanum y actual director de la Escuela de Física de la UCR.
Esto no quiere decir que al encontrar este gas o mayores acumulaciones o liberaciones de este se darán erupciones o sismos pronto, es solo saber que hay mayor sensibilidad. Y esto nos ayuda a entender mejor cómo se comportan las fallas tectónicas y se da la actividad en los volcanes.
“Esto es ver que la física, una ciencia muy teórica también tiene aplicaciones prácticas que nos ayudan a comprender mejor nuestro entorno”, dijo Monin.
Y concluyó: “y habrá más aplicaciones. Hay gente que lo estudia hasta para saber la mayor altura a la que pueden volar los pájaros. Cuando un pájaro está a nivel de tierra, la densidad nuclear es mayor; cuando alza vuelo esa densidad nuclear se mezcla con el aire, pero, al llegar más arriba, hay menos aire, ¿cómo está esa densidad nuclear? ¿influye en si el pájaro puede subir más?”
LEA MÁS: Video: ¿Llegó el hombre a la Luna? La ciencia responde