Jaime Fornaguera, cabeza del Centro de Neurociencias de la UCR, empezó en la Biología, pero, de a pocos, fue descubriendo su nicho. Aunque seguirá cuatro años más en el centro, siente que hay una camada de profesionales con bases sólidas para el futuro.
¿Cómo entró a neurociencias?
Yo empecé en Biología y me influyó mucho un profesor de Fisiología Comparada, donde se ve el sistema nervioso. Me gustó. Hice la maestría en Fisiología y de ahí fui a Alemania a hacer Neurofisiología, donde trabajé con modelos animales de la enfermedad de Parkinson. Yo quería volver y devolverle a la UCR el que me hubiera mandado con una beca. Al regresar, vi que no había demasiado en neurociencias y me interesé en eso, aunque nunca pensé en un centro ni nada.
¿Cómo explicaría su trabajo en un lenguaje cotidiano?
Yo hago lo que me gusta y me divierto mucho, pero eso a veces no le gusta a la gente, porque uno está haciendo ciencia y la ciencia tiene que hacer ‘algo’. Lo que trato de hacer con la neurociencia es investigar el cerebro y es apasionante todo lo que hace el cerebro. Lo hago en muchos campos: educación, investigación, patología... Todo lo que somos y lo que vemos es parte de lo que el cerebro le dice a uno que haga.
Después de tantos años, ¿van quedando profesionales para sostener las neurociencias?
Viera qué bonito, cuando yo comencé era como un kínder. Eran todos estudiantes que se formaron ahí y ahora verlos a todos grandes... Este año volvieron los dos primeros con un posgrado de Alemania que empezaron conmigo haciendo su licenciatura. Los dos se fueron a hacer cosas totalmente diferentes y ya estoy viendo que lo que se formó, viene. Ellos son dos buenos candidatos y otro estudiante de doctorado que presenta la tesis en enero. Para mí, esos son los tres que nacieron en el programa y que veo que podrían ser el futuro.