En 1965, cuatro años después de que el ruso Yuri Gagarin fuese el primer hombre en llegar al espacio, un joven Franklin Chang y dos de sus compañeros presentaban en la feria científica del Colegio La Salle un cohete impulsado con pólvora, y un ratón con casco y paracaídas que, por fortuna, sobrevivió al fallido lanzamiento.
Este lunes, ese mismo chiquillo, con algunos años más, recibió el doctorado honoris causa por parte de la Universidad de Costa Rica (UCR), en virtud de sus aportes a la ciencia, la tecnología y la ingeniería del país como laureado astronauta y empresario.
El reconocimiento fue propuesto por estudiantes de la Escuela de Ingeniería Mecánica de la UCR, y entregado por el Consejo Universitario de la institución.
El director del Consejo, Ismael Mazón, puntualizó la contribución de Chang al desarrollo del país como una de las razones que llevaron a otorgarle esa distinción. “Su trayectoria personal es increíble, como astronauta, como científico. En la ciencia y tecnología él se ha destacado por llamar a un orden, y dejar claro la importancia de aumentar el número de científicos”, dijo.
Sueño de plasma. Al recibir el homenaje, Chang se tomó el rato para repasar los pasos que lo han llevado hasta su actual “caballo de batalla” –el motor de plasma– y reconoció como con este el busca insertar a Costa Rica en el mapa de la carrera espacial: un mercado multimillonario en el que, según él, “Costa Rica tiene todas las de ganar”.
Recordó como, cuando joven, envió a la NASA una carta expresando su deseo de integrar el programa espacial de los Estados Unidos, pero recibió de vuelta una negativa que le subrayaba en lápiz rojo: las oportunidades en la NASA están limitadas a ciudadanos norteamericanos.
En lugar de ser un freno, esa frase significó para Chang una invitación a irse a los Estados Unidos a perseguir el sueño de convertirse en astronauta.
Años después, desarrollaría su tesis doctoral, en la que sienta las bases para construir el motor de propulsión de plasma. El destello azul intenso del artefacto, que llega hasta el millón y medio de grados Celsius, permitiría enormes ahorros en combustible y haría más veloces los viajes al espacio exterior.
Franklin Chang, sin embargo, no tiene la mirada puesta en Marte. El motor VX-200 que desarrolla junto a varios jóvenes en la compañía Ad Astra Rocket, en Guanacaste, tiene como primeros objetivos aplicaciones de mayor interés para inversionistas, y para solucionar problemas urgentes.
El motor impulsaría periódicamente a la Estación Espacial Internacional para mantenerla en órbita. La tecnología de plasma ayudaría también a desviar asteroides que puedan impactar la Tierra, y transportaría paquetes espaciales –sondas y satélites, por ejemplo– a otros planetas: un servicio de mensajería propio de la era espacial.
Próximos pasos. Según conversó con La Nación , el insertar al país en la carrera espacial tiene para Chang un significado personal. “Yo quiero mucho a Costa Rica. Lo que quiero es que el país, que tiene todas las de ganar en este partido, se meta, porque ya es hora de que se meta. Y los jóvenes están sedientos, por eso es que muchos se van”, enfatizó.
“Nosotros tenemos la capacidad de crear aquí un ecosistema de ciencia y tecnología superfuerte, y debemos poner manos a la obra, ¿no?”, aseguró Chang.
El motor de plasma tendrá el próximo año una prueba crítica en la NASA, uno de los últimos pasos antes de su implementación final. ¿Qué hará Chang cuando su sueño de plasma se haga realidad? “Yo me meto a la parte de atrás, tal vez me den un trabajito en algún laboratorio (entre risas) , pero los jóvenes son los dueños del futuro. Ellos deben tomar la delantera; yo me meto en la defensa”, concluyó.