Luego de haber descubierto los álbumes de la casa cuando era niño, allá por 1990, me llamaba la atención las fotografías en sepia o en blanco y negro. Por lo general, proyectaban a los abuelitos de mis padres en retratos hechos a principio del siglo XX.
¡Y no es cuento! El cine mudo de Charles Chaplin me hacía pensar así: que antes no había ni sonido. ¿Quién sabe cómo se comunicaban mis tatarabuelos?
Entonces, luego de ver las siguientes fotografías de San José que me compartió Albert Marín, fotógrafo profesional, me puse a pensar en qué querían decir en sí y aquí va una interpretación que usted podría cambiar en los comentario.
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Viento: ¿Para atrás? Ni para agarrar impulso
Ese hombre avanza bien al generar equilibrio con su brazo y pierna contrarios cada vez que da un paso. O sea, pierna izquierda en sintonía con la extremidad superior derecha; pierna derecha con la izquierda.
Sucede que el fuerte viento ‘visto’ en la imagen le empujan hacia atrás el brazo derecho con su bolso de trabajo. El cansancio se refleja en una frente que busca el suelo, en un esfuerzo por no darse por vencido.
De la corbata mejor no hablemos. Fue la primera en aflojar.
Es lunes al amanecer, mas parece viernes al atardecer. Nadie habla. Es un silencio como la escena de un felino que está a punto de cazar a su presa. La ‘fiesta’ del fin de semana acabó y todos vuelven a la realidad: sin risas. Parece que abundan la mímica, la pantomima y el slapstick.
¿Muchos esperamos el chiste de una realidad llena de esfuerzos? ¿Dónde está Charlot?
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Humo: tan suave como el viento, tan feo como el mal aliento
Nadie mantiene la derecha al caminar. Parece una pista de carritos chocones; de esas que llaman la atención de los niños que fuimos a los turnos de pueblo o al Parque Diversiones.
¿Cuántos aguantaron la respiración para evitar ese humo en los pulmones? Desde el lente de Albert se percibe lo opaco del aire. Sin embargo, no se sabe si pasó igual desde los ojos de todos ellos.
Cuando se me acerca una nube de humo, evito respirarla. Un bus arrancando después de la luz roja del semáforo es señal de alerta.
¿De las 17 cabezas que logré contar, cuántas iban pensando en su futura pensión, estabilidad laboral o soluciones a problemas laborales?
Por lo cálido de la zona donde vivimos, quizá, muchos solamente analizaban lo ‘frío’ del ambiente para llegar a generar conversación de ello:
—Uy, vio que frío amaneció, me han comentado en el trabajo.
—Sí, en Cartago dormí con tres cobijas, les he respondido.
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Me despierta la bulla de la jornada, soy una persona sin morada
No es el cañón ni las grandes piedras del río Pacuare. Es una toma en contrapicada: de abajo hacia arriba. En primer plano, se pueden observar, en el suelo, restos de varias verduras que dejaron los comerciantes de los mercados josefinos.
Al abrir los ojos, este podría ser el panorama de cientos o miles de personas que carecen de un techo.
¿El caño? Su cama. ¿Su realidad? Buscar el sustento que allí otras personas dejaron botado. Satisfacer sus más duras necesidades.
¿El carro? Un miembro indiferente de ese hogar a cielo abierto.
¿El semáforo? Una moderna lámpara de colores.
No es la foto de basura en San José. No ilustra contaminación. Muestra una fría y triste habitación.
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¿Cargando una caja? O, ¿es eso la puerta de un bar?
Adentro está oscuro. ¿Vemos hacia afuera a una mujer que carga una caja o una especie de tabla? ¿Le ayuda alguien en el otro extremo (fuera de foco)?
Desde aquí, ¿está en primer plano la puerta plegable de madera y ella en segundo plano?
No cabe duda que a la izquierda hay un empleado municipal portando una carretilla, utilizada generalmente para echar basura.
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¿Cuáles son sus pecados?
Basados en una cita bíblica, los católicos “confiesan sus pecados” unos a otros con el fin de limpiar su alma y espíritu y así tener el perdón de Dios.
El confesionario de madera es testigo de las conversaciones entre fieles y sacerdotes.
Como este último, se le ve con la cara tapada por su mano izquierda. ¿Evita que terceros lean sus labios o se sorprende por el mensaje recibido?
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Un mirador en lo alto
Esta paloma, al igual que otras aves, aprovecha la parte alta de esta escultura para mirar a su alrededor, descansar y defecar. Pronto alzará vuelo. El ciclo se repite.
La estructuras de concreto, la pintura de las paredes y otras superficies se ven afectadas con los excrementos de estos animales.
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Otras ciudades utilizan halcones para ahuyentarlas y evitar sus daños así como generarles un tipo de maltrato.
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