Gente en bici: Leonel Solís y Armstrong de tú a tú en la Ruta, ¡pero el tico sin manos!

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Treinta minutos después del terremoto de Cinchona y su vida le cambió de manera drástica. Una actitud llena de coraje lo llevó a seguir practicando deporte.

Sin sus manos, este herediano disputará en noviembre su tercera Ruta de los Conquistadores (quinta en total), una de las carreras por etapas en modalidad de montaña más exigentes del planeta.

Hace como 20 años que “vuela pedal”, tanto recreativa como profesionalmente. Sin embargo, su primer contacto con la bicicleta fue desde pequeño. En esas épocas, las condiciones económicas eran muy malas y no tenían para comprarle una.

Se disipaba la oportunidad de iniciarse en este mundo desde joven. Eso sí, siempre le gustó agitar su corazón: corría, andaba con bicicletas prestadas y no fue sino hasta entrado en los treintas que pedaleó algo en serio.

Ha permanecido en San Isidro de Heredia toda la vida. Esta historia trata acerca de un conquistador de pedales. Su nombre es Leonel Solís Zúñiga.

Amor sobre ruedas.

—Si nunca tuvo una propia, ¿cómo entró a este deporte?, le pregunto.

—Don Álvaro Azofeifa y su hijo Alberth siempre me prestaban una buena bicicleta, pero un día me motivaron a comprar una a pagos en el Ciclo Boutique. Les hice caso y aunque era sencilla, así me inicié.

—¿Andar una bici prestada conlleva riesgo para quien la anda y amistad verdadera para quien la cede?

—Sí, yo les agradezco mucho a ellos porque ya tengo años que me ayudan con patrocinio y prácticamente son los que me han apoyado con esto del ciclismo.

Al año y medio de sudar esa primera bici, Leonel se inscribió en la Ruta de los Conquistadores 2002. Los entrenamientos se hacían cada vez más constantes y rigurosos. La disciplina crecía. Volvió a esa carrera en 2004.

“Yo me inicié en ciclismo de montaña y corrí muchos años cuando tenía mis manos”, cuenta.

—Leonel, ¿cómo fue esa experiencia?

—Gané la endurance, fui campeón nacional y de hecho me había gustado más (mountain bike) porque es más aventurero. Actualmente, me dedico a lo que es ruta por mi condición de paraciclista en la que compito a nivel mundial (donde solo existe en esa modalidad).

Pérdida y esperanza.

—¿Cómo fue lo del accidente?

—En el 2009, para el terremoto de Cinchona yo tenía un tallercito de estructuras metálicas. Estaba trabajando…

Media hora después del meneón, este isidreño recuerda que jaló una pieza metálica, generó un arco eléctrico y fue a dar al suelo y al hospital. “Me tuvieron que amputar las manos”, agrega.

—¿Por qué ciclismo y no atletismo u otra disciplina que no requiriera de manos?

—Yo estuve hospitalizado en el INS durante dos meses y en ese momento tenía un grupo de amigos con un equipo. Daniel Sánchez, que le gustaba meterse en Internet, buscó deportistas con algún tipo de discapacidad y encontró a un colombiano sin manos. Nos tratamos de contactar con él y se dio la oportunidad. Luego, siempre que llegaban a verme, me motivaban para regresar a los pedales: no fue fácil.

—¿Cómo se dio?

—Lo mejor que pude haber hecho después del hospital y de haber regresado a mi casa fue descansar solamente un día. Entonces, busqué qué hacer. Di con una caminadora y me puse a hacer 10 minutos. Eso lo hice día tras día. Después, me dediqué a caminar más. Finalmente, a correr, pero siempre con el gusanillo del ciclismo hasta que lo logré.

—¿Cuánto tiempo pasó?

—Fueron meses de ver cómo me adaptaba a la bicicleta: iba a un polideportivo.

Anécdotas.

En la actualidad, este herediano está pensionado y entrena todos los días. Cuando está en temporada alta puede hacer unos 500 kilómetros a la semana y de vez en cuando descansa los lunes. “Para mí, mi familia es mi pareja, una hija y otro que viene de camino”, enfatiza.

“Cuando yo me encuentro gente joven en la carretera que creen que es nada más de pasarme por la edad o la discapacidad: ¡se equivocan! No entienden que yo me dedico a esto todos los días. Les explico, respetuosamente, porque sí se extrañan”, menciona como anécdota.

“A veces me tiro flores. No tanto por la discapacidad, sino por la edad porque las dos cosas combinadas y llegar a andar al paso de ellos (los élite) se siente bien. Me enorgullezco”, cuenta Solís con un nudo en la garganta.

“Hay gente que detiene el carro y me felicita. Entonces, eso a uno lo motiva. En esto ha pasado que personas en la calle me han echado el carro: no sé si lo han hecho conciente o inconcientemente y me han golpeado”.

“Otra anécdota que tengo es de una carrera de montaña. Esa vez me caí y me quebré la clavícula: fue fuerte. Quedé inconsciente. Tuvieron que llevarme a un hospital en Quepos. El trayecto para sacarme de la montaña fue fatal. Fue una de las experiencias más feillas que he tenido”.

“Algo que sí me duele fue cuando estaba tratando de clasificarme para los Juegos Paralímpicos de Londres. El último chance que tenía era en Dinamarca. Iba en el pelotón puntero. Nada más tenía que mantenerme ahí. Faltando cinco kilómetros, el resto de ciclistas se abrieron en una rotonda. Yo no. Seguí y pasé por encima a 40 y resto de kilómetros por hora”. “Aún así, todo ensangrentado y con el uniforme todo roto seguí. Me motivaba a mí mismo: ‘vamos Leo, vamos Leo’. Solo veía las luces de los motorizados a la distancia. Después de eso, pensé en el retiro”.

¿La verdad? No se hizo caso. A los meses, cuenta que Francisco Trejos, en ese entonces presidente del Comité Paralímpico le dio la oportunidad de seguir. Se entrenó hasta lograr su sueño: competir en los Juegos Paralímpicos de Brasil. El próximo jueves tendrá su quinta participación de La Ruta de los Conquistadores. Luego del accidente, será su tercera vez (2013, 2016 y 2018).

—Se dice que la Ruta de los Conquistadores es bastante exigente, ¿cómo es hacerla en su condición?

—El no tener manos es más complicado… como que uno se desgasta más. El esfuerzo es más grande. Al final es todo un reto.

—¿Algún consejo que tenga?

—A parte de salud o de que ayuda a desestresarse, el ciclismo me ha beneficiado para salir adelante. Toda persona debería practicar deporte porque es salud, ha sido una terapia y un estilo de vida. Ojalá que los padres se comprometan a mejorar los hábitos de los hijos e inculcarles el deporte como algo cotidiano, como un estilo de vida. Que sea un arma contra los vicios. El deporte es disciplina.

“A Lance Armstrong lo espero en la meta”, dice sarcásticamente entre risas.

En mi cuenta de Instagram publico fotos y videos que luego pueden llegar a ser entradas de este blog.

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