Gente en bici: “No duraba nada al trabajo y no tenía este chiverre”, Randald

Con 50 años, un guadalupano volverá a desplazarse en bici de la casa al trabajo

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Este es Randald. Medio siglo de inflar y desinflar sus pulmones. Su rostro expresa una ligera timidez por la entrevista, pero exceso de alegría y felicidad por la vida. ¿Su secreto? Ayudar a la gente, según dice.

—Me gusta que me pregunten cosas raras. ¡Así aprendo!, cuenta Jiménez Bonilla con una sincera sonrisa.

Una que contagia y se transforma en risa para ambos. Le reitero que le gustan las preguntas raras.

—Un día vino un cliente y me dijo que quería una bici con llantas cuadradas. Pues, me fui a Google y allí estaba la bici con llantas cuadradas.

—¿En serio?, le pregunté de forma seria, incrédula, rara.

El momento se hizo agradable. Me explicó que siempre busca lo mejor y la última tendencia en este mundo tan saludable.

En su trabajo anterior le dijeron que “muchas gracias”, luego de seis años. Que estaban reorganizando el personal. Era setiembre de 2011.

Dejó, entonces, seis años de viajar en bicicleta de la casa al trabajo.

—¡Diay! ¿Qué pueden haber del Novacentro de Guadalupe a Cinco Esquinas?, me dijo. —No duraba nada y no tenía este chiverre, sentenció, llevando sus manos al estómago.

Su vehículo (la bici) era muy llamativo. Todo mundo le piropeaba ese extraño color verde-musgo-tornasol.

Lo había traído de Estados Unidos y no lo vendía por nada del mundo.

La liquidación de ese trabajo en Tibás le duró un par de meses porque ayudaba mucho a sus seres queridos más cercanos.

Tuvo que desprenderse y decirle que sí a un amigo que insistía en comprárselo. El dinero le iba a servir de mucho.

Era noviembre de aquel año. Sonó el teléfono. Su amigo Álvaro Azofeifa estaba al otro lado de la línea.

Preguntaba por si conocía a alguien que pudiera ir al Ciclo Boutique a trabajar todo diciembre y que no era requisito saber de bicicletas.

Fue entonces cuando Randald dijo yo. La oportunidad laboral le llegaba como anillo al dedo.

Empezó a viajar en bus. Ya no tenía bici. Atendía clientes y siempre quería solucionarles todo, excepto lo de las llantas cuadradas. Por ejemplo, la historia de un joven que quería armarse una bicicleta de a poquitos.

—Un muchachito venía y se llevaba una suspensión. Al tiempo, llegaba y se compraba los aros, pero ya sumaba bastante plata, cuenta don Randald.

—Se la estaba armando, agregué.

—Sí, le estaba saliendo más cara, respondió un tanto acongojado.

De contextura gruesa, el joven cliente ya hubiera podido comprar una bici nueva y completa con el dinero que hasta ese momento había pagado por media de ella.

Randald le ofreció devolver las piezas ya compradas y que le hacía precio por una buena opción.

Así pasó. El muchacho estaba tan agradecido que le hizo una propuesta a don Randald.

—Señor, vamos a rodar los domingos.

—No papito, no tengo bici

—Hagamos algo: yo se la compro y luego usted me la va pagando, dijo el chiquillo agradecido.

Don Randald cuenta que el cliente tenía unos papás muy esforzados y con muy buenos trabajos.

—Ah, no papito. Es que aún así no podría aceptarle eso. Sin embargo, ¿por qué no se apunta a recreativas? Ya le doy información de las que se acercan, dijo el guadalupano.

Fue así como aquella persona empezó en ese ambiente que le fue dejando amigos para salir a rodar.

Al tiempo, volvió al ciclo y se topó a su ahora amigo Randald.

—Viera qué bueno fue verlo después: hasta había bajado un poco de peso. Me contó que ya tenía muchos amigos gracias a las recreativas que le sugerí.

Actualmente, y luego de otros seis años, Randald Jiménez está a punto de comprarse una buena bici. Asegura que volverá a desplazarse de la casa al trabajo en ella.

¡Salud por ello!

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