
Imaginémonos que usted, como líder del equipo, se encuentre en la siguiente situación: Usted está en una reunión de equipo y todo parece estar progresando muy bien, las personas están compartiendo soluciones al desafío que tienen enfrente y están comprometidas. Una persona hace una sugerencia y usted dice en tono exasperado “eso no funcionará”. El flujo de la reunión y las ideas repentinamente se detienen, y el ambiente se vuelve muy ‘pesado’. ¿Qué es lo que acaba de suceder?
El comentario “eso no funcionará” con el lenguaje corporal que lo acompaña, fue experimentado como un rechazo por parte de la persona que hizo la sugerencia y en su cerebro se disparó el cortisol, la hormona del estrés. Esta emoción tuvo un efecto de contagio en el resto del grupo provocando en el equipo un secuestro colectivo de la amígdala.
¿Qué es el secuestro amígdalar?
El término ‘secuestro de la amígdala’ fue descrito por Daniel Goleman en 1996, y afecta de forma importante el cerebro de las personas. Se sabe que la “vida útil” del cortisol, es decir lo que puede durar dando su efecto, es ¡hasta 26 horas!... y durante este tiempo se ve alterada la capacidad del cerebro para pensar y funcionar adecuadamente, razón por la cual los líderes debemos interesarnos más en el tema.
Sabemos que somos animales sociales, por lo que tenemos una fuerte necesidad de pertenecer a un grupo. ¿Pertenezco aquí? o ¿estoy siendo rechazado? Siempre estamos “escaneando” el entorno para probar nuestro nivel de inclusión y pertenencia.
Se ha demostrado que aún y cuando solo una persona en el equipo nos mira con recelo, y sintiéramos que no nos acepta, entonces nosotros pensaríamos que todo el equipo se está preparando para rechazarnos.
Esta preocupación por el rechazo influye negativamente en nuestra conducta dentro del equipo: se producen emociones de desconfianza, desconexión, frustración, desmotivación, falta de empatía, no escuchamos a los demás, evitamos compartir ideas, tenemos poca creatividad y productividad, etcétera.
También está comprobado científicamente que existe un fuerte vínculo entre el rechazo y el dolor físico. Es decir, el cerebro humano responde de igual forma al desprecio como al dolor físico, por que se activan las mismas zonas cerebrales (¡es por eso que si tomamos analgésicos frente a un rechazo emocional, se experimenta un menor dolor!).
Cuando experimentamos el rechazo, se activa nuestro mecanismo de supervivencia y sucede el secuestro, como un intento de recuperar el control de la situación: se genera ira y agresividad, desciende el nivel de nuestro coeficiente intelectual, se reduce nuestra memoria a corto plazo, se reduce nuestra capacidad de razonamiento y de toma de decisiones.
Por eso el famoso adagio de que uno no debe tomar decisiones cuando está siendo secuestrado por la amígdala. El secuestro amígdalar puede aparecer dentro de reuniones de equipo, conversaciones uno a uno, puede sucederle a usted como líder, a cualquier colaborador o a todo un grupo de personas.
¿Cómo identificarlo y qué hacer si aparece?
Volvamos al ejemplo inicial, cuando usted contestó con un tono exasperado, estaba participando en algo que se llama contagio emocional.
Cuando las personas interactúan, nuestros cerebros y cuerpos reaccionan a los sentimientos de quienes nos rodean- lo que científicamente se conoce como el sistema de neuronas espejo que opera en el contagio emocional. Esos sistemas funcionan de manera inconsciente, automática y sin nuestro control.
Algunas personas tienen más influencia para transmitir sus sentimientos. Pero cuando hay diferencias de poder entre las personas, la persona con mayor influencia “contagia” los sentimientos a los demás. De esta forma, ¡usted no se dio cuenta de que estaba extendiendo su mal humor a todo el equipo!
Veamos otro caso. Trabajé con un cliente herramientas para desarrollar su autoconciencia. El cliente aprendió a ser consciente de su propio estado de ánimo y cambiarlo cuando no era útil.
También aprendió a reconocer cuando ocurría el secuestro amígdalar en las reuniones y si se daba la oportunidad, sugería al grupo que tuvieran el refrigerio, lo que le permitía dar descanso a la tensa conversación que se estaba presentando (recesos desde 5 hasta 20 minutos pueden ayudar mucho).
Luego, buscaba empatizar individualmente con la persona involucrada (aplicando los tres tipos de empatías). Aplicaba una técnica especial de escucha, con la intención de crear una conexión auténtica. Cuando la persona se recuperaba (es decir, dejaba de estar ‘secuestrada’), su participación en la reunión volvía a ser muy positiva.
Desarrolle la empatía
Para lograr recuperar a otros, necesitamos transmitir un verdadero sentido de preocupación, apoyo, empatía, conexión y estímulo sin prejuicios. La empatía es crucial para todas las formas de relaciones, especialmente en el lugar de trabajo.
Los líderes eficaces deben ejercer las tres formas de empatía a diario. Para recuperarnos a nosotros mismos, debemos tener una fuerte consciencia de nuestras emociones y comportamientos, y realmente trabajar en hacer cambios.
Los líderes pueden manejar sus emociones y crear una cultura emocional positiva en sus equipos. Debemos de asegurarnos que se compartan valores y afinidades para poder generar un ambiente positivo que calme emocionalmente a los miembros del grupo.
Si usted tiene desafíos frecuentes como este en las reuniones o en las conversaciones, es momento que usted y su equipo aprendan a pasar de una experiencia amenazadora a una de apoyo mutuo donde obtendrán mayores resultados positivos.
Ideas claves para llevar
Usted puede identificar que está teniendo un secuestro amigdalar cuando reconoce en su corporalidad lo siguiente: aumento de los latidos del corazón, palmas sudorosas, piel de gallina en la piel, dolor de cabeza, dificultad para concentrarse, y/o gestos de enojo, desesperación o incomodidad. También, puede percibir una comunicación no verbal defensiva o de poco interés.
En caso de que identifique que está en esta situación, estos son algunos consejos:
1. Sea consciente de su propio estado de ánimo y cámbielo si es posible
2. Busque un receso
3. Empatice con la persona involucrada (aplicando los tres tipos de empatías)
4. Utilice la técnica especial de escucha
5. Una vez que logre recuperarse, analice lo sucedido para ir aprendiendo y mejorando en sus habilidades.
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