Con la psicología tenemos un problema: no siempre podemos discernir cuándo una conducta o reacción es endosable al resto de seres humanos. Corremos el riesgo de confundir peculiaridades con generalidades. El mismo Freud, a quién ustedes saben que admiro, cometió el error de generalizar aspectos que no necesariamente son universales. Creó mitos y los tomamos por leyes científicas. De ahí que considere importante compartir información científicamente recabada, siempre recordando que la ciencia tampoco debe confundirse con una verdad absoluta. Lo que hoy es, mañana podría no serlo.
Encontré una investigación fascinante en la que se plantea que el sistema de recompensa neuronal contaría con la capacidad de ayudarnos a elegir a la persona amorosamente indicada, fijándose, no tanto en su apariencia física, sino en su comportamiento social, específicamente en lo relacionado a la empatía. Esto no significa que el atractivo no sea importante. Desde hace bastante sabemos que, evolutivamente hablando, las mujeres se sienten más atraídas por los hombres altos -y aún por los no tan altos pero con piernas largas-, así como los hombres encuentran más atractivas a las mujeres curvilíneas, por razones -en ambos casos- de posible apareamiento. Para el cerebro femenino, el hombre alto es más fuerte, lo cual le hace pensar que sus cachorros nacerán mejor constituidos. En el caso de las mujeres voluptuosas -principalmente a nivel de caderas-, el cerebro masculino observa este rasgo como idóneo a la hora de concebir. Incluso recuerdo una investigación en la que se aseguraba, aunque a Freud no le haga gracia, que las mujeres, olfativamente, rechazan todo olor similar al olor natural de su padre, lo cual despedaza la “teoría” freudiana del enamoramiento edípico. Al cerebro femenino, los hombres que huelen como su padre le generan repulsión. Esto responde, también, a cuestiones evolutivas. Al “cruzarse” con otro tipo de hombre, fortalece el sistema inmunológico de sus crías.
Aclaro algo para no inducir al equívoco: hombres y mujeres no saben que esos rasgos les atraen. Todo esto sucede a un nivel no consciente. Tampoco podemos negar que ciertos rasgos físicos son particularmente atractivos (la simetría facial, por citar un ejemplo). Sin embargo, lo que me impactó de esta investigación es cómo todo esto más “externo” no termina siendo tan importante como otros rasgos comportamentales.
En esta investigación, desarrollada por la neurocientífica Silke Anders y un grupo de colaboradores, trabajaron con una población de casi 100 personas, a las cuales les mostraban imágenes de rostros en los que los estudiados tenían que determinar cuál emoción estaba experimentando el rostro de la imagen. Cuando el observador percibía rasgos empáticos en la expresión de la imagen, el sistema de recompensa se activaba, haciendo sentir a la persona un grado de atracción particular que no llega a activarse con otras imágenes. Eso quiere decir que si mi cerebro observa a una mujer mostrándose empática en "x" situación, mi cerebro me impulsará a tratar de verla una vez más. A eso nos referimos con “atracción”.
Por otro lado, si la imagen no era clara, la persona estudiada no se sentía atraída. !!!Vean que interesante!!! Si mi cerebro no logra decodificar cuáles son las emociones de la persona que tengo de frente, mi sistema de recompensa neuronal no se activa, evitándome sentir atracción hacia la persona que observo. Las personas cuyas reacciones emocionales son fáciles de comprender, incrementan su atractivo a nivel neuronal. Quizás por esto todos andamos buscando personas emocionalmente “transparentes”. La gente difícil de leer emocionalmente, aún siendo tremendamente atractiva -físicamente-, no lo es tanto para nuestro cerebro.
Leí alguna vez que la empatía es la base de la compasión. La capacidad de entender lo que el otro siente en un momento dado, intentando experimentar qué siente el otro -empatía- es fundamental a la hora de robustecer relaciones humanas, no sólo sentimentales. Viene en este momento a mi mente la cantidad de personas que recuerdan a sus padres emocionalmente inaccesibles...
Un último dato de esta investigación -la cual pueden accesar, en inglés, dando click aquí-. Mi cerebro utiliza mi autopercepción como criterio diferenciador. Quiero decir que lo que yo elijo tiene mucho que ver con mi estado mental. Ya se los había compartido en otra publicación: mi “mala suerte” en el amor, la nada atractiva cualidad de elegir a la persona equivocada, quizás surge, más que de la suerte, de mi pobre equilibrio interno. Dicho esto y apoyado en la neurociencia: a buscar... nuestra estabilidad, nuestra plenitud, nuestro balance.
Ponéle atención a tu cerebro. Aprendé a escucharte internamente, a expulsar tus ruidos mentales. Aparentemente el éxito en tu próxima relación podría depender de esto.
P.S.: si a alguien le interesa comprender la diferencia entre compasión y lástima, pueden accesar esto que escribí en otro momento, titulado: “Compasión no es lástima”.
Allan Fernández, Psicólogo Clínico / 8835-5726 / https://www.facebook.com/psicologoallanfernandez