Los celos son el pan de cada día de los que trabajamos en el campo de las relaciones. Yo lo he escuchado todo en ese campo. Estoy bastante convencido que ya no podrían asombrarme en esta área en particular: “la celo porque la amo”, “no me ama porque no me cela”, “la celo por si acaso”, “lo celo porque lo conozco”, “lo celo porque no lo conozco”, “no desconfío de mi pareja, sino de las personas que la rodean”, “lo celo porque siempre anda en periodo de celo”, etc.
Considero que existen diversas fuentes de ese padecido estado llamado “celar”. Algunos celos son herencias psicológicas. Mamá (no la mía, pero desafortunadamente se que todavía existen de esta clase), haciendo gala de su completa ignorancia en el campo de lo psíquico, se encargó de instaurar en sus hijas esta nada bella programación: “no confien en los hombres mamitas, los hombres son malos”. Y tenemos también a esta otra mamá, deseosa de hacer millonario a algún colega (ese niñito, cuando crezca, va a conocer un buen número de consultorios), con su niñito en sus regazos, haciéndole cariñito en sus colochitos al tiempo que se dejaba decir: “mi amor, ninguna mujer lo va a amar como yo, usted solo puede confiar en mí, mi principito”. La psicología, con mamás y papás así, no va a desaparecer... no puede desaparecer... no debe desaparecer.
En síntesis: cargamos miedos aprendidos... heredados. Conozco familias para las cuales sufrir por celos es un modo de honrar el árbol genealógico. Celar, o buscar ser celado, para algunas personas, es algo “familiar” (familiar porque les sucede con frecuencia y familiar ya que provienen de una familia entusiasta de los celos).
Entonces, si te enseñaron a confundir amor con celos, sentirás una extraña atracción hacia personas que provengan de familias igual de extraviadas. “Es que yo quiero que alguien se preocupe por mí”, han dicho cientos de veces en mi consultorio. “Eso no está mal”, suelo contestar, “si tenés 5 años de edad”. Si en tu mente, amor = preocupación, entonces, no busqués a alguien que desee amar. Solo necesitás a alguien que quiera padecer por -y con- vos. Y, en este punto pueden confiar en mí, gente deseosa de padecer, pululan. Pienso que algo tiene que ver con el judeocristianismo, tema al que me he referido en otras publicaciones.
No todos los celos son heredados. Algunas veces los celos son el resultado de la proyección (uno de los tantos mecanismos de defensa humanos). Reconozco ser de tan poca confianza, que proyecto ese rasgo en mi pareja. En términos coloquiales, viene siendo un “desconfío de vos, ya que, en el fondo, yo no confiaría en mí si fueras vos”.
Ahora, si andás buscando a alguien que te cele, no contás con la edad emocional suficiente para amar de un modo adulto, de un modo responsable. La madurez psicoemocional implica suficiente confianza en sí mismo. Reconozco el valor que poseo, estoy consciente de lo que puedo entregar en una relación y, sobre todo, no tengo dudas de lo que espero de esa otra persona con la que compartiré mi tiempo. La autoconfianza nace de la inteligencia emocional, y esta, del grado de conciencia que posea respecto a mí. Si no me conozco, entraré al campo del amor a extraviarme y, con mucha probabilidad, sentiré atracción por alguien tan extraviado como yo. Bien dicen los abuelitos: “nunca falta un roto para un descosido”.
Propongo una escena hipotética: una persona, cansada de perder en el amor, harta de sufrir, magullada emocionalmente, etc. El dolor la detiene. Decide no volver a intentar entrarle a la emparejada hasta que logre madurar lo suficiente. Siente miedo ante la idea de vivir en soledad (es un humano, tiene todo el derecho a sentir dicho miedo). Sin embargo, logra llegar a un nivel en que no puede seguir autoengañándose: si desea ser feliz en el amor, primero debe lograr ser feliz por sí misma.
¿Qué tipo de persona creen ustedes que le atraerá luego de llevar a cabo este proceso de sanación? Querrá compartir su nuevo estado emocional y, sobre todo, no ponerlo en riesgo, apostando en alguien que, por el momento, lo único que tiene para compartir es su neurosis. De este razonamiento logro concluir algo que, se de sobra, no me convierte en alguien popular cada vez que lo planteo: la gente equilibrada no se siente atraída por gente desequilibrada. Alguien desequilibrado podría sentirse atraído por alguien equilibrado, pero sus posibilidades de éxito son pocas.
Moraleja de la historia: ¿te parece romántico que te celen? Estás mal. ¿Te gusta estar con gente que requiera estarla celando? Estás mal.
Allan Fernández, Psicólogo Clínico / 8835-5726 / Página profesional: https://www.facebook.com/psicologoallanfernandez