Entre 1991 y 2001, el mundo fue testigo silencioso de uno de los peores combates registrados en Europa desde el final de la Segunda Guerra Mundial.
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Se trató de las Guerras Yugoslavas, también conocidas como Guerra de los Balcanes, que acabaron de golpe con Yugoslavia, extenso territorio que pasó a dividirse en Eslovenia, Croacia, Bosnia-Herzegovina, Montenegro, Macedonia y Serbia. Luego emergió Kosovo, que declaró su independencia de Serbia.
Los crímenes ocurridos durante las batallas fueron atroces. Se estima que el número de fallecidos pudo alcanzar los 200.000, por razones políticas, religiosas, culturales y étnicas.
Operaciones para limpiezas étnicas, calles repletas de escombros por los edificios derrumbados, personas heridas que huían desesperadas, pánico en el ambiente y hambre fueron parte del escenario cotidiano de la cruenta guerra.
Un costarricense registró muchos pasajes de esos conflictos bélicos, arriesgó su vida y libró su propia batalla, al ver el llanto de muchos indefensos que quizás no podían comprender por qué debían abandonar su hogar para buscar refugio en una tierra lejana.
Freddy Valverde ya tiene 61 años, pero atesora un sinnúmero de recuerdos, muchos amargos, por la cobertura periodística que le dio a ese triste pasaje de la historia mundial.
Este compatriota es oriundo de Guadalupe, pero desde hace 25 años se instaló en Praga, República Checa, donde dirige la sección en español de Radio Praga.
Antes, trabajó como corresponsal en Europa central y del este para los diarios Mercurio de Chile y El Mundo de España. También, laboró para La Voz de Estados Unidos de América y Radio y Televisión Martí, que está en Miami.
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Cubrió todo lo referente a la caída del muro de Berlín, así como las temidas Guerras de Yugoslavia.
“Fui el único tico, porque no había otro periodista de nuestro país metido en Los Balcanes informando sobre el fin de la guerra y la transformación democrática tras la caída del muro".
“Como reportero de guerra uno se lleva muchos sustos, pero estaba bajo la protección de la fuerza internacional, en momentos en que terminaba la guerra en la antigua Yugoslavia. Ahí estaban checos, franceses y británicos, y estaba protegido sobre todo por los checos”, rememoró.
Freddy tuvo que hacer salidas en tanques, algo poco común para la mayoría de costarricenses. Dice que cuando avanzaban por bosques muy tupidos, pensó en que si caía una bomba, iba a reportarse un costarricense entre los muertos.
“Fue impactante darme cuenta del lugar donde estaba, en los Balcanes, en un bosque, en caminos minados y nos podían atacar porque el trabajo era un patrullaje en la zona desmilitarizada y eran tres tanques para vigilar que no estuvieran personas armadas de los tres bandos, que eran los serbios, croatas y bosnios. Era sabido que en cualquier momento alguien podía atacar las fuerzas internacionales”.
“Fue una impresión muy grande porque todo estaba minado. Había muchas historias de gente que se les escapaba una gallina y la iban a recoger y volaba por las minas. Los países eran una desolación, las aldeas estaban destruidas; fue para mí muy impactante, al punto de estar un año con recuerdos fuertes”.
“Es muy impresionante ver los niños que andan, huérfanos, indigentes, no se les puede brindar ayuda de inmediato; esas imágenes de sufrimiento se me venían a la mente en sueños. Estaba con soldados especialistas en desactivar minas y bombas y ellos contaban que era muy impresionante estar en esas condiciones, ¡y era Europa!, que no había vivido otro conflicto armado desde la Segunda Guerra Mundial”, lamenta Freddy.
Ahora Freddy se instaló de forma definitiva en Praga, la hermosa capital de la República Checa, donde vive desde hace 25 años.
Llegó a Europa por una beca para estudiar y al final se quedó. Desde el 2011, es el director de la sección en español de Radio Praga, que es pública y transmite hacia América Latina y España.
Está casado con una checa de nombre Jana y tienen un hijo de cinco años, llamado Sebastián. Freddy solía venir a Costa Rica todos los años, pero ahora los viajes se han frenado un poco debido a su retoño, aunque asegura que pronto los retomará.
Sobre Praga, dice que le tocó ver la transición del totalitarismo a la democracia, así como de la economía comunista a la de libre mercado.
Es inevitable pedirle a Freddy que compare la vida que tiene en la capital checa con la de nuestro país.
“Vivir en Praga es bonito, pero hay dos cosas que un tico puede echar de menos del terruño, que es la comida y también la espontaneidad de la gente, pues conversamos con todo el mundo sin conocernos. Aquí las personas son un poco más serias, más cerradas, pero tienen puntualidad y eso no lo tenemos los ticos. Ser impuntual es una falta de respeto, una grosería”.
“Al tico también le puede afectar el clima, porque el invierno es es de las mejores cosas pues además de las bajas temperaturas, hay mucha oscuridad, el sol casi no sale y para los ticos eso puede ser deprimente”, anota Freddy.
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Este compatriota destaca el nivel cultural, económico y social alto que existe en la República Checa, así como la seguridad, pues a cualquier hora se puede andar por la calle o usar el transporte público con certeza de que no le sucederá nada.
Adaptarse a esa nación europea no fue una tarea sencilla. El primer escollo es el idioma checo.
“Es uno de los idiomas eslavos más complicados, porque tiene siete declinaciones, es como siete idiomas, es difícil entender el sentido, porque una cosa se puede decir de siete maneras diferentes”, detalla Freddy.
Por esa razón, fue inevitable que al principio cometiera muchos errores al pedir algo.
Dice que hace varios años había pocas opciones de frutas en esa nación, por lo que soñaba con disfrutar de un mango, por ejemplo. Ahora consigue semillas de marañón, que también extrañaba.
“La bebida nacional es la cerveza en jarras de medio litro, pero la primera vez es imposible tomarla por completo, al punto que dejé más de la mitad. Sigue siendo más barata que el agua y de muy buena calidad. Vale 2 euros (¢1.400)”, dice.
Está muy a gusto en la República Checa. Por eso, dice que quizás cuando se pensione podría pensar en volver a Costa Rica, para comer tortillas palmeadas.
Datos de República Checa
Capital: Praga.
Población: 10,5 millones (el doble que Costa Rica).
Extensión territorial: 78.865 kilómetros cuadrados (36% más grande que Costa Rica).
Moneda: Corona checa (1 corona checa son ¢26).
Idioma: Checo.
Todas mis notas de Ticos lejos del hogar y de viajes en este link.
Esta es la cuadragésima novena historia sobre costarricenses que dejaron su país por diferentes circunstancias, se adaptaron a otra tierra, pero guardan el cariño por sus raíces.