Ticos lejos del hogar: China, cuando la única opción es comer arroz y pechuga de pollo por semanas

Una pareja de costarricenses tuvo que repetir comida durante varios días, pues era lo único que lograban ordenar en los restaurantes de Wuhan; ahora, están fascinados con esa ciudad

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

La barrera del idioma puede ser más difícil de lo alguien se imagina, al punto de volver los días tristes y aburridos.

Cuando Andrés Alvarado González y Hellen Rivera Monestel llegaron a China, en setiembre del 2013, apenas tenían una pequeña base del idioma mandarín que aprendieron en el Instituto Confucio de la Universidad de Costa Rica (UCR).

Este matrimonio vivió momentos que rozaron la angustia cada vez que iban al supermercado a comprar comida o cuando intentaban aplacar el hambre en un restaurante.

---

No es fácil entender un menú o las etiquetas de productos si solo aparecen letras chinas. Tampoco es sencillo conseguir que un mesero les logre adivinar lo que deseaban comer o los pueda ayudar con alguna exquisita recomendación.

¿Por qué es tan difícil hallar productos en los supermercados? Andrés dice que los empaques eran muy extraños para ellos y todo estaba en mandarín. Por eso, cuando encontraban algo que les gustaba, lo seguían comprando.

Por ello pasaron varias semanas comiendo lo mismo todos los días: un plato de arroz con pechuga de pollo.

“Era todo lo que podíamos ordenar del menú que estaba completamente en chino, aunque no era porque sabíamos cómo pedirle, sino porque en la pared del comedor había una foto del platillo y con solo apuntar con el dedo, ya sabían que eso era lo que queríamos”, narra Andrés, quien al igual que su esposa, tiene 31 años.

Sin dudarlo, dice que esa fue la etapa más difícil en ese gigante país asiático, que puede hacer que cualquiera se dé por vencido, sufra de mal de patria y haga todo lo posible por salir corriendo de regreso a Costa Rica.

“Recién llegados no conocíamos a nadie, no sabíamos el idioma, no sabíamos dónde comer, dónde comprar cosas, no entendíamos la escritura. Fue una etapa difícil porque uno experimenta mucha soledad en medio del proceso de adaptación de haber renunciado a todo lo que uno conoce en su país para venir a aventurarse en un lugar como este, en el que todo es tan distinto”, confiesa sin freno.

Pese a las dificultades con la alimentación, Andrés dice que no fue tan traumático como lo temían, pues intentaron prepararse para algo peor.

Con el paso de los días y la ayuda de algunos amigos que aparecieron como ángeles en el camino, esta pareja empezó a expandir las opciones, quizás hastiados del arroz con pechuga de pollo.

También lograron ubicarse en la ciudad para encontrar los supermercados, mercaditos para conseguir verduras y tiendas que ofrecen productos importados. Así aprendieron a distinguir los productos que necesitaban para cocinar a lo tico. Solo el hecho de preparar platillos costarricenses les dio el aliento suficiente para seguir.

“Poder cocinar arroz y frijoles nos dio un respiro, un saborcito de nuestra tierra que nos impulsaba a continuar. Conforme se va teniendo la capacidad de replicar los platillos ticos, la sensación de placer al comerlos es única. Cuando retomamos fuerzas, nos aventuramos a probar más platillos chinos y descubrimos verdaderos tesoros que ahora comemos regularmente y que sin duda extrañaremos cuando tengamos que volver”, aseveró Andrés.

Una vez que se sintieron más cómodos en esa exuberante y enigmática nación, Andrés y Hellen se atrevieron a dar pasos de aventureros.

Ellos se instalaron en la ciudad de Wuhan, en China Central, un lugar muy diferente a Grecia, de donde es él, y a Cartago, de donde es ella.

Llegaron a ese lugar como parte de un programa de becas para estudiar un posgrado en Ciencia e Ingeniería de Materiales. Acá en nuestro país, ambos se graduaron en Ingeniería Química de la UCR.

Con los obstáculos superados, este matrimonio formó en China un segundo hogar. Tienen amigos chinos y de otras partes del mundo que los hacen sentir en casa. Además, el jueves pasado recibieron un regalo fruto del amor: nació su primogénito Samuel.

“Cuando estuvimos más cómodos, empezamos a aprender el idioma, aprender a comunicarnos con las personas de la calle, a vacilar al taxista, al chino del restaurante. Este canal abierto de comunicación nos permitió darnos cuenta de que muchas de las ideas y prejuicios que traíamos con respecto a China y sus habitantes, eran erradas”.

“Por ejemplo, podemos decir que es mentira que la gente come perro, gato y otras carnes extrañas que los de occidente creen de estos lugares, aunque sí es posible encontrar personas que lo hacen o lo han hecho, no es lo común”.

Andrés asegura que adaptarse a China no es nada fácil para quien llega con prejuicios y sin saber qué esperar. Además, los ticos no estamos acostumbrados a estar con tantas personas, pues nuestro país tiene pocos habitantes.

En cambio allá, las personas siempre están en medio de tumultos, con los medios de transporte repletos y hasta motocicletas en las aceras pitando a más no poder para que los peatones se aparten.

“El asunto del idioma es complicado en muchas formas, no solo el mandarín es difícil de hablar, entender y leer, sino que tiene sus variaciones según la región en la que uno se encuentre, así que puede que mucho de lo que se aprende en clases no se aplique muy bien al contexto de donde uno vive”.

“No saber el idioma del lugar no solo es frustrante y una barrera para llevar una vida normal, sino que también uno llega a extrañar su idioma materno al punto de la depresión. A los pocos días de estar aquí, uno comienza a buscar con desesperación a alguien para hablar español, y mejor aún si es tico”, expresó este compatriota.

Durante los cuatro años que tienen en ese país, Hellen ha venido a Costa Rica en un par de ocasiones, mientras que Andrés solo lo ha podido hacer en una.

Con el nacimiento de Samuel, esta pareja tica decidirá sobre si su futuro sigue en Asia o en nuestras tierras.

Por ahora siguen departiendo con otras dos compatriotas que viven en esa misma ciudad. Una de ellas está casada con un alemán, con quien tiene dos hijos.

Andrés dice que normalmente festejan los cumpleaños y se reúnen para celebrar la Independencia y Navidad.

“La comunidad tica es muy pequeña, pero fiel y cálida. Nos hemos ayudado mutuamente en momentos difíciles y hemos desarrollado grandes amistades que esperamos perduren una vez que dejemos este país”, indica con un poco de nostalgia.

Ahora que ya se defienden al ir de compras o a los restaurantes, este matrimonio alaba el bajo costo de la vida, pues almorzar les cuesta, en promedio por persona, unos ¢850, aunque hay restaurantes con una variedad de platillos cuyo precio es más elevado.

Dice que ellos gastan unos ¢125.000 al mes en alimentos, incluyendo productos importados que por lo general no están en los anaqueles de los supermercados, como algunos quesos, jamones y tortillas.

Como anécdota, revela que en ocasiones le ha costado que los chinos le comprendan de dónde son. Uno de los motivos es que el nombre de Costa Rica en chino es largo y complicado: 哥斯达黎加.

Algunos de sus amigos ticos los admiran por asumir el riesgo de ir a vivir a China, aunque Andrés insiste en que es una nación muy bella, llena de riquezas para los turistas y con un manantial de atractivos para aquellos que quieran despojarse de las etiquetas falsas que por años se le han puesto a ese territorio.

“Para nosotros lo más importante ha sido recibir la visita de nuestros núcleos familiares en distintas ocasiones y poder ver el confort y entusiasmo que ellos reflejan al regresar a Costa Rica. Logramos hacerlos descubrir que este país tiene mucho más que ofrecer que lo que los medios de comunicación han compartido por años”, enfatizó Andrés.

Hellen y Andrés están acostumbrados a pasar mucho tiempo con sus familias, que son grandes, por lo que las extrañan demasiado. También añoran un viaje a una playa tica o a la montaña, así como disfrutar de algo tan sencillo como el cielo azul, sin contaminación, del país que los vio nacer.

Cuando se está a tanta distancia, es imposible no extrañar las conversaciones de las personas en la calle, por usar las mismas palabras a los que ellos están acostumbrados.

De China lo enloquece las ventajas que ofrece el transporte público, pues hay disponibles bicicletas que se pueden alquilar, los autobuses pasan cada cinco minutos en todos los rincones de la ciudad, abundan los taxis, trenes lentos, trenes rápidos, trenes bala, barcos y metro.

“Cuando llegamos a Wuhan, inauguraron la línea 2 del metro, pero hoy, cuatro años después, estamos a meses de ver inauguradas las líneas 9, 10 y 11. En el 2013 se daba la apertura de una carretera de circunvalación, el segundo anillo de la ciudad que une los principales sectores productivos y turísticos, pero ahora se celebra la apertura del segundo piso de esa misma carretera, con la que se eliminó el congestionamiento en el centro”, resaltó.

Andrés también dice “envidiar fervientemente” la seguridad, pues puede caminar a cualquier hora y por cualquier callejón sin el miedo de ser asaltado, sin importar las pertenencias que lleve.

“Posiblemente el delito más común es que le quieran cobrar hasta 10 veces el precio de un artículo en una tienda, sobre todo si uno no tiene apariencia asiática”, concluyó.

Datos de Wuhan, China

Es la capital de la provincia de Hubei y la ciudad más poblada en la zona central de China.

Distancia a Beijín, la capital: 1.171 kilómetros (unas 12 horas en auto).

Extensión territorial: 8.494 kilómetros cuadrados (seis veces menos que Costa Rica).

Población: 10,6 millones (el doble que Costa Rica).

Idioma: Mandarín.

Moneda: Yuan Renminbi (1 yuan son ¢84).

Visa: Es necesaria para los ticos. Se solicita en la Embajada de China en Pavas.

En este enlace, puede leer todas las notas de Ticos lejos del hogar, Amor sin fronteras y viajes

Los datos anteriores corresponden a los costarricenses que reportaron a la Cancillería vivir en otra nación. No necesariamente todos los que migraron están incluidos, porque el proceso es voluntario y en algunas naciones no existen consulados de Costa Rica. Los datos de Puerto Rico corresponden a antes del paso de los huracanes Irma y María, por lo que ahora la cifra puede ser menor.

Esta es la cuadragésima historia sobre costarricenses que dejaron su país por diferentes circunstancias, se adaptaron a otra tierra, pero guardan el cariño por sus raíces.