Soy un poco alérgico a las efemérides y sin embargo no puedo dejar pasar que el jueves anterior, 26 de mayo, habría cumplido 90 años Miles Davis (1926-1991), trompetista de jazz y compositor estadounidense. Es más, me voy a tomar la libertad de compartir un par de videos y alguna que otra referencia sobre él, pero antes, hay un detalle que quiero señalar pues de alguna manera me permite justificar la súbita aparición de Miles Davis aquí, en este escenario, donde por lo general me atrevo más a comentar sobre finanzas, economía y negocios.
El caso es que si algo distinguió a Miles Davis, además de su maestría musical, extensa carrera artística y amplia discografía, fue su capacidad de innovación, de refrescarse, de mutar. Cuando en la corriente gerencial se habla de innovadores aparecen Steve Jobs, fundador de Apple, Elon Musk, cofundador de Tesla, o Mark Zuckerberg, creador de Facebook.
En cambio, yo quisiera reivindicar a Miles Davis. Mucho antes de que la palabra innovación se transformara en la síntesis de toda una cultura empresarial y de cambio tecnológico, motor de la sociedad de la información y el desarrollo de las naciones, él ya se había consagrado como músico, uno sumamente versátil, arriesgado y transformador, a lo largo de 50 años de carrera.
Nació en una familia de clase media y comenzó a tocar trompeta a los 12 años, poco tiempo después ya debutaba en los bares de su natal Illinois.
Posteriormente, inició estudios académicos en el instituto de artes Juilliard (Nueva York), pero decidió abandonarlos para embarcarse, en los años 40, en un recorrido que lo llevaría desde el género bebop, al hard bop y al cool jazz; desde el jazz modal hasta la fusión con el rock y el funk.
En todas estas facetas contó con una alineación de músicos de lujo, y siempre trató de llegar con su trompeta a nuevos territorios artísticos. No fue un espectador de la música, tampoco un participante atrapado en un estilo o una época: marcó la pauta por cinco décadas e influenció a muchos otros de sus colegas.
VEA: Miles Davis. So What.
¿Qué hace de Miles Davis un músico tan innovador? Pienso que hasta cierto punto resistirse a dormir en sus laureles. Bien pudo haberse consagrado como una leyenda del bebop en los 40 o del hard bop en los 50 y permanecer ahí, pero no, él no se quedó atrapado en una corriente musical, exploró y encontró nuevas formas de expresión, aún cuando con ello se ganara la crítica de los más puristas, por disque abandonar sus raíces o por disque tratar de hacer su música más comercial.
Otra clave fue que siempre juntó (y se juntó) a los mejores músicos de cada época, desde Charlie Parker (sax alto), John Coltrane (sax tenor) y Cannonball Adderley (sax alto), en la primera mitad de su carrera; hasta Dave Holland (bajo), John McLaughlin (guitarra) y Chick Corea (teclados), en el epílogo de su vida.
También tuvo la virtud de establecer simbiosis con otros músicos. En los 40 se nutrió de los más experimentados como Dizzy Gillespy (trompeta) y Charlie Parker (sax alto), más adelante se inspiró en los más jóvenes, como fue el caso de Jimi Hendrix, hacia finales de los 60, o Prince, en los 80. Sus diferentes bandas (quintentos, octetos) sirvieron de plataforma de lanzamiento para muchos músicos, varios de ellos cuando apenas daban sus primero pasos en el jazz profesional.
La falsa modestia no era lo suyo. En su autobiografía contó que en 1987 viajó a Washington D.C. para acompañar a su esposa, la actriz Cicely Tyson, a una cena que el entonces presidente de Estados Unidos, Ronald Reagan, ofreció para reconocer la trayectoria de varias personalidades, entre ellas la del músico Ray Charles.
Durante la actividad, la esposa de uno de los políticos que compartían la mesa principal se enfrascó con él en una discusión tensa acerca de la relevancia del jazz y por qué este género musical era ignorado en Estados Unidos… algo así por el estilo. En un punto de la conversación la mujer le increpó: Bien, ¿y usted qué ha hecho en su vida que sea tan importante? ¿Por qué está aquí? El músico, que ya estaba enfadado, respondió: Bueno, yo solo he cambiado la música cinco o seis veces; eso es lo que creo haber hecho.
Estoy muy lejos de ser una enciclopedia del jazz. Para nada. La música de Miles llegó a mí hace unos seis o siete años, en un CD quemado que me regaló un amigo. Me dijo: si hubiera un incendio en mi casa y tuviera que salvar un disco de jazz, sería este. Y así fue como escuché Kind of Blue (1959).
Desde entonces soy solo un naufrago entre cientos de sus grabaciones, músicos acompañantes y estilos que coexistieron en sus distintas etapas. Sin embargo, si alguien me preguntara hoy cuál es el mejor punto de partida para conocer el trabajo de Miles Davis, diría: Kind of Blue. Si no lo convencí de la capacidad innovadora de Davis, quizás él sí lo convenza de su calidad musical, cuando escuche la belleza del sonido que logra obtener de esa trompeta.