Las directrices para flexibilizar algunas disposiciones en materia de supervisión financiera con el fin de estimular el crédito, junto con otros mandatos para relajar la política monetaria, motivan estos tres apuntes que no son el final sino el inicio de una discusión.
Las directrices para flexibilizar algunas disposiciones en materia de supervisión financiera con el fin de estimular el crédito, anunciadas este jueves 13 de junio, junto con otros mandatos para relajar la política monetaria (por ejemplo, reducir el encaje mínimo legal de 15% a 12% de los depósitos en colones), decretados semanas atrás, no dejan mucho espacio a la imaginación sobre cuál es el rol que se espera de la banca en esta coyuntura de desaceleración económica.
Si la reducción del encaje libera cerca de ¢381.000 millones en los bancos para que eventualmente puedan destinarse a crédito, cambios como permitir a las entidades financieras reclasificar el récord crediticio de deudores que a la fecha tengan algún tipo de atraso de pago en su historial, aumentan la base de clientes potenciales que podrían recurrir, de nuevo, a los prestamos bancarios.
La dirección que toman estos sucesos, sin embargo, me generan algunas preguntas y reflexiones, varias de las cuales plasmo en estas tres viñetas.
Costo de oportunidad. Sí, el encaje libera fondos para otorgar crédito y en principio abarata el costo de captación de los bancos. Pero uno debería preguntarse si la entidad financiera no podría encontrar más sencillo invertir estos recursos en instrumentos del Ministerio de Hacienda, en lugar de salir a buscar clientes a la calle. El más voraz demandante de recursos de nuestros días es el Gobierno, que paga tasas de interés muy atractivas. En la curva soberana en moneda local los rendimientos rondan casi el 10% a cinco años.
Tasas, tasas, tasas. ¿Qué pasa si hay más dinero disponible pero su costo no baja, más bien sube? La tasa básica pasiva, la de referencia para los préstamos en colones, no ha hecho otra cosa que aumentar en los últimos meses. Este jueves 13 de junio llegó a 6,35%, no había estado tan arriba desde octubre del 2015. Los bancos públicos y las cooperativas de ahorro, principalmente, por su ponderación dentro de este indicador, están ejerciendo la mayor presión al alza. Esta tendencia no seduce mucho a nuevos deudores; tampoco ayuda a bajar las cuotas y mejorar la capacidad de gasto de quienes ya tienen préstamos.
¿Riesgo moral? La Sugef dice a los bancos que ahora un deudor que haya tenido problemas de pago en alguna operación (la tarjeta) podría seguir siendo sujeto de crédito si en las otras (la deuda de la casa, por ejemplo) se ha mantenido al día. Eventualmente alguien podría pensar (en forma errónea, claro) que atrasarse un poco en la tarjeta, o peor, dejarle el entuerto al fiador, ya no sea tan catastrófico para su récord. Existe necesidad de procesar mejor los alcances de la directriz para no distorsionar el mensaje.
Hay más, pero de momento cierro con una nota mental. Uno de los disparadores de la recesión mundial de la década pasada fueron los enormes estímulos para el endeudamiento de las familias (recordemos las tasas de interés bajas y las famosas hipotecas subprime), acompañados de espacios más holgados en materia de regulación financiera. Esto es solo un recordatorio.
Editor de Economía de La Nación. Egresado de la Licenciatura en Periodismo de la UCR. Máster en Gerencia de Proyectos del Instituto Tecnológico de Costa Rica. Ejerce el periodismo económico desde 2002. Fue redactor de medios especializados como Capitales.com y El Financiero; en este último también se desempeñó como editor en jefe.
En beneficio de la transparencia y para evitar distorsiones del debate público por medios informáticos o aprovechando el anonimato, la sección de comentarios está reservada para nuestros suscriptores para comentar sobre el contenido de los artículos, no sobre los autores. El nombre completo y número de cédula del suscriptor aparecerá automáticamente con el comentario.