En octubre del 2017, el futuro económico de Nicaragua se veía, cuando menos, prometedor. El crecimiento de la producción aparecía entre los más robustos de la región; año tras año la inversión extranjera fluía en mayores caudales y el país se preparaba para alcanzar la meta de los $1.500 millones anuales en cualquier momento.
Solo recordemos la fuerte incursión de la industria lechera desde el 2014, cuando gigantes de este negocio como la mexicana Lala adquirieron varias marcas de lácteos nicaragüenses y construyeron nuevas plantas para ampliar su capacidad de procesamiento. La construcción también gozaba de un buen panorama que había sido anticipado, en el 2013, por la Cámara Nicaragüense de la Construcción, cuando hizo un llamado a los obreros calificados de la nación, la mayoría radicados en Costa Rica, a regresar a la tierra de los lagos y los volcanes a trabajar en el portafolio de proyectos (públicos y privados) que se dibujaba en el horizonte. Entre estos estaba el monumental hotel Guacalito de la Isla, en Tola (Rivas), que desarrolló e inauguró el poderoso Grupo Pellas; y otras obras de infraestructura pública que se desvanecieron hasta en el papel, como es el caso de la planta hidroeléctrica Tumarín, en Matagalpa, y ni qué decir del famoso canal interoceánico, ambas promesas del Gobierno de Daniel Ortega.
Si regresamos a octubre del 2017, el Índice Mensual de la Actividad Económica (IMAE) comparado de la región de Centroamérica, Panamá y República Dominicana, muestra que durante los últimos dos años el país se mantenía entre los más dinámicos.
Los vientos de esta prosperidad no tardaron en llegar a Costa Rica y varias empresas nacionales salieron a cazar oportunidades al país vecino del norte. Las ventajas que ofrecía Nicaragua eran ampliamente promovidas. “En la actualidad el país goza de competitividad salarial, la disponibilidad de la mano de obra joven (conocido como el bono demográfico), la seguridad ciudadana, competitividad fiscal y los bajos costos del agua potable”, citaba La Prensa de Nicaragua, afinales del 2017, a propósito de un informe de coyuntura, publicado por la Fundación Nicaragüense para el Desarrollo Económico y Social (Funides). Compañías ticas como Dos Pinos, Productos de Concreto y la cadena de tiendas Universal, por citar algunos ejemplos, llegaron en el último lustro a Nicaragua para aprovechar las oportunidades de mercado.
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Pero se nos olvidó el factor “Ortega”, el componente “P”, la política, parte fundamental del análisis de entorno general que afecta la operación de cualquier empresa o negocio. Este 18 de julio se cumplen tres meses de protestas en Nicaragua, y el saldo de vidas humanas perdidas, además de la escalada de violencia y represión es abominable, con una vergonzosa lista de 280 fallecidos a raíz del conflicto. Sin embargo, la factura económica no es más favorable.
El dinamismo de la economía de Nicaragua se desplomó de manera abrupta, sepultando así la esperanza de alcanzar (de momento) una mayor prosperidad, de crear nuevos empleos para fortalecer la estabilidad y estimular la movilidad social de la población; en su tinte más dramático, el conflicto ahoga los medios para satisfacer las necesidades básicas de amplios grupos de la población. La “P” resultó lapidaria.
Este 18 de julio, el Consejo Monetario Centroamericano envió las cifras del IMAE de Nicaragua, con corte a mayo del 2018 y la herida de autoritarismo y el idilio con el poder de Daniel y Rosario deja ver su cicatriz. En mayo pasado el IMAE cayó 4,9% respecto al mismo mes del año anterior (4,6% en mayo del 2017), y en el acumulado enero a mayo del 2018 apenas se registra un crecimiento del 0,9%. Once de las 17 actividad que mide el indicador están reportando caídas interanuales: Hoteles y restaurantes, -35,9%; Pecuario -23,9% y Construcción, -14,5%, son los sectores más abatidos.
Desde que los enfrentamientos con el Gobierno comenzaron, Estados Unidos envió una alerta a sus ciudadanos para no visitar el país, la entrada de turismo se redujo, las líneas aéreas cancelaron vuelos a Managua y las solicitudes de visa de nicaragüeses para ingresar a Costa Rica (¡su población en edad productiva!) alcanzan cerca del millar cada día según un reporte de las oficinas consulares costarricences.
El tránsito terrestre de mercancías es inseguro así que el comercio intrarregional se ha visto afectado en tiempo, costos y seguridad. La semana pasada, The Economist, medio de gran influencia mundial, le dedica unas páginas a Ortega en un artículo titulado Daniel Ortega is causing a bloodbath in Nicaragua (Daniel Ortega está causando un baño de sangre en Nicaragua), pieza cuya ilustración de cabecera muestra al presidente de Nicaragua sumido en una tina de baño salpicada de sangre, con la sombra del presidente de Venezuela Nicolás Maduro, de fondo... Y la lista de malas noticias podría continuar, pero creo bastan los anteriores para confirmar que una democracia robusta, el bienestar social y la seguridad jurídica son “activos” básicos de una nación que pretenda atraer y promover inversiones, generar riqueza fuentes de empleo.
La Organización de los Estados Americanos aprobó este miércoles una resolución que invita al gobierno de Nicaragua a apoyar un proceso de elecciones anticipadas. Aún si este llamado fuera atendido con prontitud, pasarán varios meses (quizás años) para poder recuperar sectores otrora dinámicos de la economía, reactivar las inversiones del extranjero y atraer de vuelta a la población desplazada por el conflicto.