La figura de quien dirige un centro educativo debe llevar el trazo de un líder capaz de convencer y de ofrecer una gestión orientada al servicio, la eficiencia, la calidad, la transparencia y la planificación por resultados para su comunidad educativa. Al menos, así lo define el Ministerio de Educación Pública (MEP), aunque en la práctica, menos de la mitad de los docentes está conforme con el rol del director de su escuela o colegio.
Si se comparan las tareas descritas en la normativa vigente en Costa Rica con aquellas promovidas en los marcos internacionales de desempeño de directores, es notorio que las áreas donde hay más vacíos corresponden a su visión como un líder pedagógico. Así lo anota el más reciente Informe del Estado de la Educación.
Ese faltar de visión como un líder pedagógico tiene origen en la formación universitaria que están recibiendo los aspirantes a directores y directoras. A partir de un análisis de 33 documentos elaborados en el período 2009-2020, el programa Estado de la Educación se identificaron un grupo de debilidades generales en los programas de formación inicial que reciben las personas que aspiran a cargos de dirección de centros educativos.
En primer lugar, se detectaron contenidos inadecuados: “los planes carecen de abordaje teórico y metodológico en los temas fundamentales para la formación del administrador educativo; contienen una definición confusa, incompleta o viciada de liderazgo; presentan contenidos desactualizados o tradicionalistas”, dice el Informe.
Otra de las falencias en el desentendimiento de la política educativa. “La política educativa carece de instrumentos o procesos para regular la formación en administración educativa, o bien los programas desatienden los lineamientos a causa de la ausencia de métodos para asegurar que se implementen. La política educativa no establece ninguna diferencia entre las etapas de formación (inicial, inducción, continua)”, agrega el informe.
A esas debilidades se suman el escaso contenido práctico de los programas de estudio, procesos de selección inexistentes, la falta de marcos de cualificación o estándares para la formación de administradores educativos y la persistencia de estereotipos e inequidades de género: debido a que persiste una formación masculinizad.
Impacto en las aulas
Esas falencias en el proceso formativo de las directoras y los directores terminan afectando el ritmo y el estado de ánimo de su comunidad educativa. El Sétimo Informe del Estado de la Educación señalaba que mientras el 95% de los directores indicó que en su centro educativo hay un clima basado en el respeto a la diversidad, la colaboración y la comunicación permanente, los docentes no opinan lo mismo. Solo un 48,9% de los profesores está conforme con la manera en que el director lidera su centro educativo.
La educación del siglo XXI obliga a replantearNOS la figura de la persona directora desde el enfoque de un líder pedagógico: cada vez más, directores y directoras deben ser capaces de derribar las barreras de sus aulas, para construir lo que el sociólogo español Mariano Fernández Enguita denomina “el hiperaula”: un espacio flexible, colaborativo y en red en el que docentes comparten sus buenas prácticas y sus errores con sus colegas y donde la información fluye para conseguir mejores resultados
Educar debe ser sinónimo de motivar, comunicar, crear vínculos de confianza entre la comunidad educativa, para que el entorno sea favorable al intercambio de ideas, saberes y opiniones. Un docente desanimado, acompañado de un director o directora que descuide su rol de líder, difícilmente contribuirán a la formación de niños y jóvenes felices en las aulas. Podrán cumplir con cronogramas y planes de estudios, pero nunca alcanzarán el noble ideal de educar para construir.
El buen director y el buen maestro siempre serán recordados por sus estudiantes, así como lo hizo Albert Camus, cuando recibió su premio nobel, en una carta en la que agradece al señor Germain así: “He recibido un honor demasiado grande, que no he buscado ni pedido. Pero cuando supe la noticia, pensé primero en mi madre y después en usted. Sin usted, la mano afectuosa que tendió al pobre niñito que era yo, sin su enseñanza y ejemplo, no hubiese sucedido nada de esto”.
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