La crisis ocasionada por el coronavirus es una oportunidad para diseñar una nueva escuela de manera colectiva, en la que será vital priorizar contenidos y poner el foco sobre habilidades básicas para el siglo XXI, tales como la compresión lectora, escritura, razonamiento matemático, trabajo en equipo y resolución de problemas: tareas descuidadas por el sistema educativo durante las últimas décadas.
Una vez que se reanude el calendario escolar presencial, sería fatal regresar a lo mismo. Los docentes tienen en sus manos la oportunidad de repensar de forma colectiva una nueva forma de enseñar, cuya ruta debe ir orientada en que nadie se quede atrás y en generar acciones para garantizar una formación para la vida: esa que orienta a los individuos a ser agentes de cambio, capaces de cuestionar su entorno y de plantear acciones para mejorarlo.
Es fundamental incluir en los aprendizajes cotidianos diálogos en las aulas y, desde la niñez, sobre filosofía, equidad de género, cambio climático, respeto por las diferencias, ahorro, saber identificar noticias falsas: espacios educativos donde se propicie un constante intercambio de preguntas y respuestas, con la guía del educador y con la curiosidad como motor colectivo para la generación de nuevos saberes.
El cambio de timón para la educación debe estar orientado a la cocreación de los aprendizajes, donde los docentes sean vistos como facilitadores del proceso y donde el tiempo para copiar de una pizarra y memorizar conceptos para un examen sea historia del pasado. La nueva escuela debe pensarse en función de superar la vergonzosa cifra de que, a la fecha, un 50% de los estudiantes cruza de Primaria al colegio sin comprender lo que leen o incapaces de escribir argumentos que den soporte a una idea.
Luego de más de 50 días de estar fuera de sus aulas, habrá niños que ni recordarán el nombre de su maestra. Para muchos, la falta de acceso a medios digitales implica una desconexión total de los aprendizajes y sobre estos grupos habrá que priorizar en acciones contundentes que garanticen acceso a oportunidades.
Un reciente informe de la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI) titulado “Efectos de la crisis del coronavirus en la educación” afirma que conforme se reducen los días de instrucción en escuelas y colegios, se impacta el rendimiento académico de niños y jóvenes en el corto y mediano plazo, se corre el riesgo de una mayor exclusión escolar y, en el largo plazo, se traduce en menos oportunidades y menos salarios para los sectores menos favorecidos.
Como señala el informe de OEI, “menos es más: si se sabe priorizar contenidos, la reducción del ciclo educativo podría tener un impacto más suave”. Los docentes tendrán no necesariamente que apegarse a lo que dicen los currículos educativos, sino a hacer que sus estudiantes dominen habilidades básicas para la vida, como el trabajo en equipo y la lectura.
La escuela es un ente vivo y como tal, debe ser capaz de adaptarse a los contextos que le rodean, de crear las condiciones necesarias para que los estudiantes quieran aprender y de romper moldes anticuados, no adecuados a las necesidades de quienes asisten hoy a las aulas. Con esto, no quiero decir que las asignaturas actuales y los métodos de evaluación, no sean necesarios, pero no pueden constituir el todo. Sin motivación y creatividad en las aulas, lo que se enseñe servirá de poco o nada.
Luego de esta pandemia, la escuela será útil en la medida en que niñas y niños se sientan parte del proceso de aprendizaje, más allá del cumplimiento de un plan de estudios o del resultado de una evaluación. El cambio educativo ocurrirá cuando las lecciones logren provocar emociones desde la niñez y despertar nuevas preguntas que permitan mejorar el entorno en que habitamos.
El camino de la educación no es mejorar la situación actual sino emprender nuevas direcciones, sin miedo a equivocarse y con la humildad necesaria para enmendar lo que está mal. La necesidad de desarrollar nuevas competencias exige una reconceptualización sobre qué aprender y cómo aprenderlo, convirtiendo las aulas en espacios para el descubrimiento, la creación y la construcción sin miedos.
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