Tener un celular en casa con conexión a Internet no es garantía de educación: la tecnología es un medio, no el fin. Es igual que aprender a leer y escribir sin tener la capacidad de comprender, inferir y argumentar a partir de un texto. De ahí, la importancia de un proceso de alfabetización digital que garantice las competencias necesarias para que, desde la niñez, los estudiantes sean capaces de cuestionarse por los contenidos que reciben y logren discriminar la información falsa que circula diariamente en los entornos virtuales.
La Universidad Internacional de La Rioja (UNIR), en España, afirma que dentro de las competencias que deben incluirse en la alfabetización digital están las habilidades de investigar, analizar información, procesar datos, programar, como parte de los desafíos que impone la sociedad actual para conseguir mejores oportunidades. El resultado de llevar a la práctica estas competencias son entornos más creativos, innovadores y participativos.
Entender que el recurso tecnológico es insuficiente es un desafío urgente para el sistema educativo: Es crítico que solo un 1% de los jóvenes de 15 años en América Latina, sepa diferenciar entre un hecho y una opinión. El dato proviene del último informe del programa internacional para la Evaluación de Estudiantes o Informe PISA (2019) y es fruto de una educación cuyo modelo conductista sigue en deuda con la calidad y está obsoleto.
Según el Informe 2019 del Programa Institucional Sociedad de la Información y el Conocimiento (Prosic) de la Universidad de Costa Rica (UCR), el principal uso del Internet de las personas en Costa Rica consiste en descargar imágenes, videos, música y juegos (80%), seguido por descarga de aplicaciones (77%) y participación en redes sociales (74%).
Si bien el uso del aparato electrónico para aspectos lúdicos no tiene nada de malo, es fundamental que se generen ambientes, desde la educación formal y no formal para que de forma colectiva se redefinan nuevos significados y usos de los aparatos electrónicos que permitan problematizar situaciones actuales y construir de forma colectiva soluciones a ellas. Es decir, trascender el uso del aparato electrónico para emitir opiniones en redes sociales, desde la propia burbuja.
La pandemia aceleró la ruta hacia un modelo educativo que combina la educación presencial con la virtual: Para que esa mezcla sea efectiva, demanda una mediación efectiva, de más planificación, generar interacción en los contenidos, producir material de calidad para la niñez, favorecer el trabajo colaborativo, más formación docente, y por supuesto, acceso y conectividad. En Costa Rica, el 50% de los estudiantes (más de 500,000 niñas, nuños y jóvenes) reciben las lecciones virtuales con suma dificultad debido a la falta de acceso a buena señal de Internet o a equipo tecnológico en sus hogares.
En palabras de la profesora argentina Lourdes Morán, el aprendizaje combinado es “un desafío y una oportunidad, en el tanto se configura como alternativa posible para una formación que trasciende los espacios del aula y se traslada a todas las esferas de la vida: una nueva forma de enseñar y de aprender, donde el alumno se le motiva para ser responsable de su propio aprendizaje”. No se trata de solo encender un celular y saber conectarse a una página web, sino qué interacciones, producciones y resultados comunitarios se pueden alcanzar a partir de un uso inteligente de las nuevas tecnologías.
Juego, contenido e interacción. En la alfabetización digital es clave que, de forma paralela, se generen contenidos de calidad, recurrir a la gamificación (el juego como técnica de aprendizaje), que les motiven a los más pequeños a estar conectados, a resolver, a desarrollar un sentido de pertenencia con el mundo virtual y a combinar los aprendizajes obtenidos en la esfera digital con la experiencia “cara a cara”, en las aulas.
Mediante contenido atractivo, planificado e interactivo se despierta motivación y se generan estrategias que invitan a niñas y niños a participar, a cocrear, con la guía de un docente-tutor que está en el aula para reconocer los diferentes ritmos de aprendizaje y que adecúa sus lecciones en función a los datos que le arroja la tecnología.
La alfabetización digital supone enseñar a leer, comprender y escribir el lenguaje hipermedial: esa mezcla textos, videos, audios, mapas y otras herramientas, pero no para que los estudiantes los reciban de forma pasiva. Necesariamente tiene que haber capacidad de interacción con los usuarios. El aprendizaje en entornos virtuales no se reduce a encender una cámara y en recrear una lección presencial, repitiendo contenidos a través de una presentación Power Point.
En el proceso de alfabetización digital, no hay fórmulas mágicas para su éxito, sino que debe de adaptarse a cada contexto, garantizando acceso a los recursos, calidad en los contenidos, participación activa y preguntas en el proceso. Para ello, hay un largo camino por recorrer en formación docente y alfabetización digital que debe empezar por las universidades.
La educación que receta contenidos a todos por igual está obsoleta. Es un modelo no adecuado a las necesidades del siglo XXI. Alfabetizar digitalmente implica interacción, flexibilidad y prepararse para lo imprevisible, tomando en cuenta la diversidad para crear más y mejores oportunidades.
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