En el marco del respeto por las diferencias, ¿por quién votar?

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

En mayo próximo mi esposa y yo cumpliremos cuarenta años desde el día en el que nos conocimos. Somos padres de dos maravillosas personas, Santiago y Adriana, hoy exitosos profesionales y sobre todo gente de bien. Mi hija y su esposo ya nos hicieron abuelos... ¡y de dos nietos!

También soy cristiano evangélico de nacimiento. Desde aquella casa en Hatillo 1 me enseñaron de Jesús, a orar y leer la Biblia en la iglesia Metodista. Luego en mi juventud, la religiosidad y el fanatismo lograron alejarme. Nunca he podido con tantos juicios de valor e imposiciones un versículo a la vez.

Dicho esto, gracias a los mismos valores cristianos sembrados desde temprano, hoy gozo de una buena relación con Dios fuera de la religiosidad que tanto me espantó. Acepto –no sin dudas e incomprensión a manos llenas– que Cristo es Dios, que su muerte fue redentora, su resurrección fue confirmada por más de quinientos testigos, corroborando todo lo que había dicho y hecho. La decisión personal de haber puesto mi confianza en El, me ha dado una mejor vida hoy y esperanza para el mañana. Estoy convencido que ofrece paz interna a todos sin distinguir color, estatura, género, estilos de vida o preferencias de tipo alguno.

De todas sus enseñanzas, un mandamiento fue suficiente para sembrar el mensaje más importante: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente”, y luego completó: ” Amarás a tu prójimo como a ti mismo.” Aquí tampoco hizo distinción alguna, su mandamiento fue por una acción inclusiva y sin restricciones.

Con estos párrafos como contexto, a lo largo de la vida he conocido incontables personas LGTB que quiero entrañablemente. Hemos convivido en el trabajo, somos familia en la vida y con cada persona homosexual coexisto en amplia y sincera aceptación. Y aunque mi estilo de vida es diferente, les respeto profundamente, son mis amigos y amigas, les deseo la dignidad y absolutamente todos los derechos civiles en la sociedad.

Donde me separo de algunos puntos de vista es en el concepto del matrimonio igualitario, pues considero que debe ser reservado para la pareja heterosexual, para hombre y mujer en la concepción creada por Dios y conservada por tradición. Sin embargo, la unión libre que reconoce todos los derechos civiles para las parejas heterosexuales, debería ser exactamente la misma para las parejas del mismo sexo. Unos en matrimonio y otros en unión libre, todos con los mismos derechos civiles en ejercicio pleno a su privacidad y elecciones.

En resumen, creo que esos derechos civiles para las parejas deben darse sin distinción de género, mientras que el matrimonio debe ser, en mi humilde y muy personal opinión, un concepto protegido y reservado para el diseño social original. ¿Podríamos lograr un acuerdo nacional así de simple y moderado?

El acuerdo podría ser suficiente si nos conciliamos en el respeto que exigen las diferencias, donde estar en desacuerdo no debe ser un conflicto que cierra, sino una oportunidad para abrirnos a una pragmática y sensata negociación. Que no nos etiqueten ni nos metan en un cajón, porque compartimos más de lo que suponemos y estamos más conectados de lo que podemos reconocer. Así lo muestra este mensaje comercial danés (1), premiado en Cannes el año pasado.

Esta es mi situación de conceptos y valores, de visiones y creencias en el tema que catapultó a los Alvarado a la segunda ronda. Como consecuencia, no coincido plenamente con ninguno y solo parcialmente con los dos.

Si éste fuera el único criterio para decidir mi voto, tendría que elegir entre dos opciones incompletas. Dichosamente esta zona de la discusión es solo una de muchas importantes. Uno de ellos, sin embargo, será nuestro próximo presidente.

Sin un criterio aún lo suficientemente formado para una decisión personal, ¿cuál es su opinión? ¿Por quién debemos votar y por qué?

(1) Existe una percepción generalizada de que nuestras sociedades se están despedazando. En Dinamarca, el debate es a menudo de cohesión y aún en la homogénea sociedad danesa, a menudo pareciera que los diferentes grupos tienen poco en común. Así, por tratarse de un canal de TV para todos, eligieron creer que se tiene mucho más en común de lo que parece. Sin embargo, decirlo podría parecer un endoso político. De esta manera simplemente fue demostrado.