Cuando se habla de adicciones solemos pensar en cigarrillos o bebidas alcohólicas, pero con la comida pareciera que existe una aceptación social que la protege y le da luz verde para apoderarse de cuerpo y mente.
Los parámetros para definir la adición a la comida son los mismo con los que se marca cualquiera otra.
Marcelo Acsebrud, experto en adicciones a la comida del la clínica Plus Vida, explica que cuando la adicción se caracteriza por un consumo incontrolado de alimentos que va en incremento con el tiempo, que genera euforia momentánea que se acaba al terminar el plato para dar paso de nuevo a esa emoción que no está logrando controlar disparando un circulo vicioso de consumo.
Además del deterioro emocional de las personas, la adicción a a comida trae consigo las consecuencias de la obesidad y el sobrepeso, ligados a niveles de azúcar en la sangre, diabetes tipo 2, problemas coronarios y articulares.
“La adicción se manifiesta cuando decidimos cuidarnos y rápidamente caemos en los mecanismos que nos llevaron a subir. La motivación dura muy poco y volvemos a los patrones de consumo anteriores”, dice Acsebrud.
Lo anterior nos lleva a abandonar constantemente estrategias para una vida saludable, de aquí las historias de gente que pasa toda su vida bajo una “estricta” dieta que lo que genera son resultados a corto plazo con los llamados efectos rebote.
El nutricionista afirma que quienes sufren de esta exagerada pasión por la comida vive un comportamiento obsesivo compulsivo cuyas principales fuentes de deseo y motivación están vinculados con la presencia de alimentos.
Acsebrud aclara que no todas las personas que tienen sobrepeso son adictos a la comida. Las razones pueden vincularse a desordenes alimenticios o malos hábitos de consumo. Lo que sí es importante no ver cuanto es el peso de más que trae esa persona sino cuál ha sido la experiencia de ese peso.
“Es necesario que las personas entiendan que el peso no es el gran problema, este es el síntoma de desordenes en la vida del paciente tanto físicos como mental porque se ven afectados desde el auto estima hasta la forma de razonamiento”, sentenció Marcelo Acsebrud.
Los hábitos emocionales que no sabemos cómo solucionar son clave en esta problemática.
De ahí la importancia de entender la alimentación como principal fuente de energía y en segundo lugar su connotación social de entretenimiento, ansiolítico y fuente de dar y recibir amor.
“Todas estas emociones que son tan infinitas como seres humanos son secundarias y lo malo viene cuando lo secundario supera a lo primario que era nutrir al cuerpo”, alerta el experto.
Si bien estos comportamientos son marcados por tradiciones como el de la comida al rededor del festejo de cumpleaños, muchas ocasiones son usados para manejar emociones que no sabemos procesar como la ansiedad, el estrés, la tristeza o la euforia.
“La idea es enseñarle al paciente a redirigir y manejar correctamente estas emociones. Vamos construyendo un nuevo estilo de vida para tratar esto hábitos”, cuenta el experto.
Dentro de los desafíos entra el aprender a diferenciar necesidades reales y suplir aquellas de satisfacción con otras actividades, más que el de alimentarse.