“La creación es un pájaro sin plan de vuelo que jamás volará en línea recta”. Esta frase de la artista chilena Violeta Parra adquiere un sentido pleno en la biografía cinematográfica que le ha dedicado su compatriota Andrés Wood bajo el título de
Las biografías cinematográficas han sido desde siempre criaturas complejas, seductoras y escurridizas. Por un lado, atraen a un público amplio, fascinado por los artificios de la imitación de la vida. Por otro, suponen un difícil ejercicio de equilibrista entre la síntesis narrativa y la representación de las interioridades del protagonista; entre la crónica particular y la necesaria universalidad del relato.
La complejidad aumenta conforme se intenta retratar, más allá del panfleto y de la enumeración de acontecimientos, a una mujer que se atrevió a ser muchas mujeres. En apenas cincuenta años de vida, Violeta Parra fue folclorista, recopiladora de coplas y versos populares, cantante, pintora, escultora, bordadora y ceramista.
A partir de la biografía escrita por su hijo, Ángel Parra, el cineasta Andrés Wood acepta el reto de filmar una biografía con pliegues, luces y rincones, y representa a una figura hermosamente contradictoria: tan comprometida con sus semejantes como aislada de ellos; tan generosa en sus búsquedas y aportes como egoísta en la consecución de sus objetivos.
Así, la frase que hace referencia a las líneas sinuosas de la creación, citada en la película durante una entrevista televisiva, nos habla a la vez de un espíritu inquieto, movilizado por múltiples estímulos, y de la estructura narrativa del filme, que rompe las cronologías y conforma un denso tiempo presente, extendido y entendido a la usanza de las cosmovisiones indígenas que Violeta Parra conoció de cerca y difundió en forma de canto.
Así, el cine chileno conoció los híbridos y las formas alternativas del
A partir de ese momento, las biografías cinematográficas latinoamericanas han recorrido caminos llenos de licencias y hallazgos, que van del retrato poético e intencionalmente desarticulado de
De igual manera, el retrato biográfico construido por Andrés Wood avanza a contracorriente, con una frescura rebelde e incluso alucinada, a imagen y semejanza de la propia Violeta Parra. Estas audacias formales ubican al filme en el ámbito del cine latinoamericano que apuesta por la defensa de las singularidades, a la usanza de películas como
Por otra parte,
Ese buen recibimiento no es un fenómeno aislado, sino que se corresponde con el buen clima que abriga a la reciente producción cinematográfica chilena y con la trayectoria de su director.
Con un total de cerca de 150 largometrajes estrenados, la primera década del siglo XXI fue la más productiva en la historia del cine chileno. En medio de ese panorama generoso en óperas primas y segundas oportunidades se consolidó la filmografía de Andrés Wood.
A partir del estreno de
Cuatro años después del buen suceso de taquilla y de crítica internacional de
Simultáneamente, un grupo considerable de jóvenes chilenos rompe con la estructura convencional y produce, con sus filmes, un nuevo desorden cinematográfico. Sin saberlo, siguen la recomendación de la propia Violeta Parra cuando aconsejó:
“Usen los ritmos que les salgan, prueben instrumentos diversos, siéntense en el piano y destruyan la métrica, griten en vez de cantar, soplen la guitarra y tañan la trompeta, odien la matemática y amen los remolinos”.
Ese juego de contradicciones se refleja con claridad en la historia de amor y desamor vivida junto al antropólogo suizo Gilbert Favré; historia que, de acuerdo con el filme y en complicidad con algunas desilusiones de más, condujo a Violeta al suicidio el 5 de febrero de 1967.
Así moría, confirmando la contradicción como destino vital, la mujer que durante sus últimos días compuso y cantó un emotivo
“La página de sucesos / de