Tavo Arias en jarro de lata
De un lado de la mesa estaba Fernando Herrero: doctor en Economía en Nueva York, exministro, exregulador general, exembajador, exgobernador ante organismos financieros y ahora otra vez ministro de Hacienda. Estaban él y sus cuatro asesores.
Del otro lado estaba Gustavo Arias: diputado del PAC cuyo único cargo político previo fue el de regidor en Pérez Zeledón, formado en universidades privadas en San Isidro de El General, aficionado a los números que aprendió en la pulpería Las Nubes que Ulises, su papá, todavía tiene en San Gerardo, Rivas, a los pies del cerro Chirripó. Estaban él y un asesor.
Ese diputado rural, católico fiel y mejenguero de sangre, fue la contraparte en la negociación para el acuerdo que ahora tiene al Gobierno respirando con ilusión de contrarrestar el agobio fiscal.
Lo hizo hace dos semanas conversando hasta donde diera la noche en el Hotel del Sur, como a cuatro kilómetros de donde, 27 años atrás, recibía clases de contabilidad con la profesora Mayela Solís Fallas en el Colegio Técnico-Profesional donde él era interno.
En 1994, ya siendo administrador del Parque Nacional Chirripó, conoció al hermano de su maestra de contabilidad: Ottón Solís, entonces diputado liberacionista.
Arias, casado con el trabajo comunal y ambiental en sus tierras, oyó hablar a Solís esa noche sin saber que 17 años después, este 6 de setiembre, estaría hablándole al oído en una importante reunión en la Casa Presidencial para intentar dar oxígeno a los planes fiscales del Gobierno.
Solís dijo que fue al revés, que él asesoró a Gustavo Arias. Lo dijo como para seguirle el juego a la forma como quiso explicarlo el presidente del Congreso, Juan Carlos Mendoza, diputado del Partido Acción Ciudadana (PAC) ajeno al grupo más afín a Solís.
“Él es muy identificado con el pensamiento del Partido. Es pausado, moderado, muy seguro de sí mismo y no tiene nada qué probar. No sobresale y por eso es buen negociador. Ahora lo demostró también con el Gobierno”, dijo Solís, quien admite que el origen geográfico de ambos lo hace sentir especial confianza con Arias.
Es confianza correspondida. “Siempre he apoyado a Ottón. Pérez Zeledón es muy ‘ottonista’ y yo no soy la excepción”, dijo Arias, cuyo arraigo con el cantón lo hace viajar todos los jueves con rumbo sur pensando en su hija y su esposa.
Vuelve los lunes de madrugada al apartamento que, como un estudiante universitario común, comparte en Sabanilla, Montes de Oca, con el jefe de fracción del PAC, el sancarleño Manrique Oviedo.
Ha debido aprender de política y de asuntos fiscales. Y lo que no sabe lo pregunta sin complejos, según Solís, uno de los consejeros infaltables de Arias. Su asesor, Welmer Ramos, también hace su aporte.
Es notoriamente humilde. No alza la voz, habla sin abrir demasiado la boca debajo de su bigotito. Camina sin menear demasiado los brazos y con los pies algo torcidos hacia adentro. Es casi tímido, dijo su papá Ulises, sin descuidar el abastecedor donde Gustavo, el mayor de seis hijos, hacía las cuentas desde que tenía nueve años.
La profesora Solís también lo recordó como reservado: “Es callado, de familia campesina y responsable. Ese chiquito nunca me dio problema. Gustavito... muy lindo como alumno”, contestó el viernes.
Ese ‘Gustavito’ es el vocero del PAC en el tema fiscal que tanto agobia al Gobierno. Es el enlace para sostener el acuerdo y abrir camino al tercer intento de plan tributario del Poder Ejecutivo en este año.
Es el “gerente” del tema en la bancada y, por tanto, el negociador, una función que tampoco debe complicarse demasiado porque “el PAC lo ha machacado mucho y ya no hay dónde perderse”, aseguró Solís, quien diseñó muchas de esas rutas y eligió como candidato legislativo a Arias en la campaña 2010.
El nuevo proyecto fiscal podría llegar esta misma semana firmado por Herrero y Arias. Ya ambos están del mismo lado de la mesa.