Dos veces he disfrutado de este partido: la primera con más pasión que razón; la segunda, con más cabeza que corazón.
Me refiero al inolvidable Costa Rica-Italia, jugado el viernes 20 de junio del 2014 en el Arena Pernambuco, de Recife. Ya conocemos el desenlace: ganamos 1-0 con golazo de Bryan Ruiz.
Como le ocurrió a muchos ticos ese día, viví-sufrí-grité-aplaudí-brinqué-reí-lloré con varios compañeros de trabajo la transmisión televisiva a partir de las 10:00 a.m.
Exactamente seis meses después, en la madrugada del sábado 20 de diciembre leí-repasé-discerní-asimilé-comprendí-conocí-advertí el fino planteamiento estratégico diseñado por el director técnico Jorge Luis Pinto.
En esta ocasión no dependí de un televisor, sino de un libro: “Un sueño redondo”, con 11 crónicas y artículos sobre la brillante participación de la “Sele” en el Mundial de Fútbol Brasil 2014.
Fue el capítulo 5 el que me permitió revivir la hazaña costarricense contra los cuatro veces campeones del mundo: “El Coronel que encarceló a Pirlo”, escrito por el periodista y abogado Amado Hidalgo. El autor arma el rompecabezas estratégico y humano que hizo posible aquella victoria que nos enloqueció a todos.
Como fiebre del fútbol y la literatura, pocas horas después terminé de leer esta criatura literaria hija del periodista Antonio Alfaro, director de la sección deportiva de La Nación.
De esa historia forman parte también los capítulos “Grupo de la Muerte... ¿O de la Pura Vida?”, de Eduardo Baldares; “Sudar con el corazón: la afición tica en Brasil”, de Yuri Jiménez; “La feliz vida en Costa Pobre”, de Antonio Alfaro; “Masayá de los sueños”, de Álvaro Murillo; “Los huesos traquean, el alma cruje”, de Víctor Fernández y Antonio Alfaro.
Además, “Siete ticos dopados... y Costa Rica también”, de Alfaro; “Los ángeles sí existen... y vuelan a Madrid”, de Esteban Valverde; “Los penales susurran secretos... Costa Rica los grita”, de José Pablo Alfaro; “Italia 90 se abrazó con Brasil 2014”, de Arnoldo Rivera, y “En el octavo día creó Dios el fútbol... (Y vio Dios que era bueno”), de quien escribe estas líneas.
“Un sueño redondo”... un partido redondo.