Un pacto nacional contra la violencia

Sin divisiones, debemos ir al rescate de la Caja

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Austria, a la salida de las fuerzas de ocupación en 1955, creó su proyecto social basado en un pacto. Este acuerdo de diálogo entre Gobierno, trabajadores y empresarios fluye desde esa época con mucha normalidad. Cabe, entonces, preguntarse si podemos lograr un pacto de concordia social en el 2011 para Costa Rica.

Cada uno de estos tres sectores, según la experiencia de Austria, coincide con un objetivo nacional. En el caso de la crisis de la Caja Costarricense de Seguro Social, que es fundamental para Costa Rica, se requiere: renuncia, sacrificio y un proyecto moderno para la Costa Rica del futuro.

Hay que sentarse a negociar y se podría añadir al pacto, con dos temas, un memorándum nacional sobre educación y otro sobre regreso a los valores que acuerpen la erradicación de la violencia en el país. Ideas madres que comprometan al país y su futuro.

Un pacto con visión. Las grandes crisis económicas deben apartarnos de los dogmas, y tratar de hacer viables los proyectos nacionales, con sentido de diálogo, sabiendo que de la salvación de la Caja Costarricense de Seguridad Social depende la solidaridad y la perspectiva económica, política y social de este país.

Esto requiere que médicos, y todo el personal que trabaja alrededor de ellos, asegurados, empleados y todos los beneficiaros, aflojen parte de lo que pertenecen para recuperar la solidez de la institución. “Los pactos sociales han permitido manejar con acierto los problemas socioeconómicos al conseguir equilibrar en alguna medida, las dimensiones sociales y las económicas. Pueden constituir una oportunidad interesante para impulsar una mayor participación de las organizaciones de trabajadores y de empleadores en el quehacer público, para salvar el todo de la sociedad” (OIT).

Orientar el cambio. Nuestra presidenta, doña Laura Chinchilla, lo ha señalado muy bien: “Costa Rica invierte el 7% del PIB en educación y tomamos la decisión de llegar al 8% en el 2015. El 60% de nuestros colegios están conectados a Internet y, en el 2014, queremos llegar al 100% de conexión a banda ancha. Lo vamos a complementar con infraestructura informática, para que a esos laboratorios se le sumen 40.000 estudiantes, con una computadora cada uno, en las zonas de menor desarrollo” (Consejo de las Américas, Banco Mundial).

Esto debemos complementarlo con el logro de menor abandono de los cursos lectivos en los colegiales como lo señala el ministro de Educación, Leonardo Garnier.

Hay que añadir una fase humanista al desarrollo tecnológico, nacional, ampliar el mutilinguismo más allá del inglés, con el francés, italiano, portugués, alemán, mandarín y japonés, como una alternativa, para que los alumnos que quieran abran sus espacios vitales hacia otras culturas y oportunidades.

Esto requiere llevar estos idiomas a los colegios, por medio de un programa aprobado y sostenido dentro del Ministerio de Educación y en coordinación con los requisitos del Servicio Civil.

Sólido es lo que perdura: “La clave del progreso educativo en Latinoamérica es la continuidad: asegurarse de que cada nuevo gobierno no deshaga lo que heredó del anterior. Para garantizar el progreso, los países podrían intentar que sus partidos políticos firmen pactos nacionales para seguir planes educativos a largo plazo. O podrían crear poderosas organizaciones civiles -apoyadas por grandes empresarios, como en Brasil- para presionar a los gobiernos a cumplir objetivos educativos de largo plazo. Los países exitosos hacen planes educativos a largo plazo, porque saben que la educación es una inversión que rinde fruto a 15 o 20 años. Corea hizo precisamente eso, y funcionó”(Oppenheimer, El Mercurio de Chile).

Los retos tecnológicos que ha logrado con éxitos nuestro país y el hecho de haberlos insertado no nos debe hacer olvidar los otros grandes retos de la educación y de la solidaridad: restablecer la fortaleza de la familia.