Según Robert Mckee, la televisión del siglo XXI será la forma artística dominante en el mundo para los guionistas y escritores. Mckee, un afamado y respetado maestro estadounidense del arte de contar historias, piensa que las posibilidades que la televisión ofrece a los escritores, al darles una larga línea de tiempo para desarrollar a profundidad historias y personajes, son ilimitadas.
En una reveladora entrevista para nickdutnik (www.nickdutnik.com), Mckee menciona cómo series longevas al estilo de Los Soprano , Six Feet Under y Sexo en la ciudad , permiten a los guionistas trabajar con sus personajes y exponerlos a una gran variedad de situaciones.
Ahora bien, si un experto como Mckee visualiza la televisión como una forma dominante para contar historias en este siglo, lo primero que uno piensa es qué estamos haciendo en Costa Rica para desarrollar este arte.
Porque si algo marca una diferencia abismal entre las producciones del primer mundo y las nuestras, además de los recursos técnicos y el presupuesto, ello es la correcta utilización del guión.
Existe preocupación en el medio por esa carencia nuestra a la hora de contar las historias, reflejada tanto en los programas con sello nacional que vemos por televisión, como en el cine.
La película tico-argentina Donde duerme el horror , nos enseña el paupérrimo resultado que se obtiene cuando de primera entrada se subestima la necesidad de contar con un relato coherente, creíble y cautivador y se opta por pegar con “gomaloca” dos historias inconexas (originalmente estaban pensadas como capítulos separados de una serie de televisión que nunca cuajó).
A lo loco
Sin cacao, no hay chocolate y sin un buen guion, la calidad de cualquier producto televisivo, sea este un noticiario, un programa de entrevistas, una revista matutina o uno en donde cuatro o cinco personas se sientan a hablar de farándula, se verá enormemente disminuida.
La ausencia o debilidad de este instrumento solo se explica por falta de recursos, de talento, o peor aún, por considerar que es prescindible para el público meta al que va dirigido el producto.
Eso es, ni más ni menos que negar a priori la capacidad del espectador de reconocer cuándo una historia está bien contada, bajo el riesgo de que este pegue el perillazo.
Semejante menosprecio puede funcionar con un público cautivo que no cuenta con mayores opciones para escoger. Pero, a medida que esas opciones se van haciendo mayores y los televidentes tengan acceso a programaciones más variadas, la amenaza del zapping solo podrá ser contrarrestada con producciones de gran calidad que sepan atrapar al televidente y lo desanimen a cambiar de canal.
Veamos el éxito de las comedias estadounidenses. Todas cuentan con equipos de experimentados y talentosos guionistas con libertad creativa para dar vida y carácter a sus personajes y así mantener el ritmo e interés de las historias, con lo que logran mantener la fidelidad de audiencia, incluso por décadas.
Están tan bien hechas que su éxito traspasa fronteras físicas, culturales y hasta vence la barrera de los doblajes y el subtitulado. Este nivel de excelencia está acorde con la exigencia de un público, como el gringo, acostumbrado a la gratificación inmediata en cualquier forma de entretenimiento.
En nuestro país la única serie longeva que cuenta con un equipo articulado de guionistas es La Pensión , de ahí su éxito, muy a pesar de la torpe intromisión de los anunciantes en el libreto.
La Media Docena es otro ejemplo de trabajo en donde se percibe la presencia de un guion bien estructurado y existen otros programas que, con menos recursos, pero hechos con gusto y respeto por el público, prueban la tesis de que el talento no es lo que nos hace falta.
Algo habrá que hacer, pues si en verdad, como dice Mckee, la televisión será el medio por excelencia para guionistas y escritores, en Tiquicia existen miles de historias para ser contadas y un público que añora verlas y disfrutarlas.