Si de atractivos turísticos se trata, el número de opciones en Turrialba parece ser infinito. Por tal motivo, la zona de los exquisitos quesos y la suculenta caña de azúcar está dispuesta a recuperar su brillo como destino de aventura.
La tarea parece sencilla si se toma en cuenta que, para lograrlo, este cantón cartaginés posee el Refugio de Vida Silvestre La Marta,
Para recomendar un lugar, hay que visitarlo primero; por eso, un equipo de
Sin duda, lo que encontró fue tan grato que vale la pena contarlo.
La visita por la zona comenzó en las primeras horas del miércoles. A pesar de que la lluvia bañaba los suelos de San José y Cartago, Turrialba nos recibió con buena dosis de sol.
Con solo entrar al cantón, los letreros que ofrecen aventura o simple distracción están a la vista.
“Turrialba tiene de todo y las distancias son razonables. El volcán y el
Con esta advertencia, el primer destino del viaje fue el Refugio de Vida Silvestre La Marta.
En caminos que atraviesan por igual extensas plantaciones de caña de azúcar, potreros o pequeños poblados, encontramos el Ingenio Atirro, donde se ofrece el Golden Bean Coffee Tour, un recorrido de dos horas en el que se conoce el procesamiento del grano, su historia y se degusta café y productos elaborados a base de este alimento.
El refugio fue creado hace 10 años y, desde hace tres, es administrado por la Universidad Metropolitana Castro Carazo. “Este lugar nació gracias a la donación de siete fincas. A pesar de que tiene un fin educativo, ofrece al público 17 kilómetros de senderos (con variada topografía), zonas para acampar y un hallazgo que suma 100 años de antiguedad”, comentó Diego Cordero, asistente administrativo del lugar.
Precisamente, el hallazgo al que se refiere Cordero pone en evidencia lo que fue el antiguo pueblo de La Marta. Varias estructuras –deterioradas por el paso del tiempo– dejan ver lo que era un beneficio de café, una lechería, un acueducto y un trapiche.
“Nadie sabe con exactitud quién vivió en el lugar. Se presume que la montaña se encargó de expulsar a todos sus inquilinos, quienes luego fundaron el pueblo de Pejibaye”, relató Cordero.
Según se sabe, solo en el libro
Las ruinas, inmersas en el bosque, solo logran ser opacadas por las maravillas naturales que ofrece el bosque. Tan variada es su fauna, que se puede hallar el llamado helecho azul o helecho de plástico, una planta que obtiene su pigmentación de una piedra y que si es arrancada del suelo –como lo ha hecho uno que otro turista– pierde su tonalidad al instante.
Para ir a La Marta, hay que tener ganas de caminar, pero, sobre todo, deseos de observar aves y con suerte pizotes, tolomucos, cabros de monte, mapaches o martillas.
El viaje por Turrialba siguió con rumbo al sector norte de Pejibaye.
En esta comunidad, varias mujeres y sus familias han desarrollado diversas iniciativas de turismo rural.
Ellas han llevado clases de artesanías, inglés y manipulación de alimentos, como herramientas para ofrecer a los turistas tanto artículos de recuerdo, como hospedaje en habitaciones y cabañas, ubicadas en sus propiedades.
“Yo compro la materia prima para los
Como Coto, muchos otros pobladores de la zona están interesados en formar parte del desarrollo turístico.
“Por el momento quiero dedicarme a ser guía en
Aún sin haber saciado por completo la curiosidad, se hizo necesario visitar el jardín botánico del Centro Agronómico Tropical de Investigación y Enseñanza (Catie), ubicado a un kilómetro de Turrialba centro.
A través de tranquilos senderos, rodeado por los cantos de los pájaros, el murmullo de los gigantescos árboles como el guanacaste o el que produce el cítrico más pequeño del planeta (caja anaranjada), la visita es tan agradable, que el viaje a Turrialba tuvo un final satisfactorio.