26/10/2012. Pan de muerto y calaveritas dulces y de chocolate, tradiciones mexicanas para el Da de los Muertos hechos por Karla Vaca vecina de Rohrmoser. Foto Abelardo Fonseca (Abelardo Fonseca)
El Día de los muertos no tiene por qué ser una celebración marcada por el amargo sabor de las lágrimas, el luto y la tristeza. Eso lo tienen claro los mexicanos, quienes cada vez que llega noviembre, dejan de lado el negro rígido y se visten de fiesta para celebrar con las almas de los seres queridos que ya partieron.
Y como buena fiesta mexicana que es, no pueden faltar los mariachis, el tequila... y la comida.
Para darle un dulce sabor a esta fecha, dos de los principales platillos que se preparan cada noviembre son el pan de muerto y las calaveritas de azúcar.
Ambos acompañan las ofrendas que, desde tiempos ancestrales, se colocan en casas y cementerios para recibir la “visita” de quienes ya partieron.
“Tenemos la creencia de que el 1.° de noviembre, Día de todos los santos, vienen visitarnos las almas de los niños de la familia que han fallecido; y que el 2 de noviembre, Día de los muertos, nos visitan las almas de los parientes adultos que ya partieron”, explica Karla Vaca, chef mexicana radicada hace varios años en nuestro país.
“Por eso, el 1.° se hacen las calaveritas de azúcar y otros dulces en honor a las almas de los niños, y el dos se colocan en el altar varias ofrendas, acompañadas con el pan de muerto”, añade Vaca.
Desde días antes construyen en sus casas un altar que está compuesto por tres niveles. El primero de abajo hacia arriba representa la tierra, el segundo es el limbo y el tercero simboliza el cielo.
En el nivel superior se coloca una fotografía de las personas fallecidas y en el inferior toda la comida que en vida les gustaba. También se le ofrece agua para “saciar su sed tras el viaje”; si fumaba se le ofrecen cigarros, y si tomaba, un tequila.
“La tradición dice que las almas vienen, disfrutan de las ofrendas y absorben la escencia de la comida. Si el 3 de noviembre uno prueba los platillos que se colocaron en el altar, ya no saben a nada”, cuenta la chef mexicana.
Compartir. Un poquito de la centenaria tradición mexicana de endulzar la muerte, ha llegado hasta suelo tico. Cada noviembre, la colonia de ese país revive esta costumbre en casas, centros culturales y restaurantes, donde comparten el pan de muerto y las calaveritas que preparan.
En la elaboración de las calaveras se usan moldes de barro o plástico, dentro de los cuales se vierte el azúcar fundido a más de 100 grados centígrados. Al enfriarse, se cristaliza y queda con la forma que tanto gusta a los niños.
“Dicen que los mexicanos nos reímos de todo, hasta de la muerte. Por eso, a manera de chiste, las calaveras se adornan con glassé de colores y, en la frente, se escribe el nombre del niño o la persona a la que se le regala”, dice Karla Vaca.
Por su parte, el pan de muerto se elabora como un pan dulce tradicional, pero con la diferencia de que a su pasta se agrega un ingrediente altamente aromático.
“El pan de muerto es un pan dulce hecho con esencia de azahar, porque aparte de la creencia de que su aroma orienta a las almas de los difuntos hasta el altar, es un tranquilizante natural”, añade. El pan recibe su nombre porque al bollo se le colocan cuatro canillas que representan los huesos y una bolita en la parte superior, que representa el cráneo.
Con más de una década de revivir esta tradición en nuestro país, primero en su propio restaurante y ahora mediante el sistema de pedidos, Vaca asegura que cada vez es mayor el número de costarricenses que le piden el pan y las calaveritas para sumarse a la tradición del día de muertos.
“Desde semanas antes del 2 de noviembre, recibo los pedidos. Al principio los ticos se extrañaban mucho y les asustaba nuestra forma de celebrar este día, pero poco a poco le van agarrando el gustito”, concluye.