Parece que el temible rey de los dinosaurios, el Tyrannosaurus rex , no solo se comía a otros dinosaurios, sino que también se comía a miembros de su misma especie: eran caníbales.
Al menos eso es lo que intuye un equipo de cuatro paleontólogos al examinar varios huesos fosilizados de tiranosaurios que, sorpresivamente, poseen marcas de mordidas. Al estudiar la forma y profundidad de dichas mordidas, los científicos, liderados por Nicholas Longrich de la Universidad de Yale, concluyen que se trata de marcas que dejó un tiranosaurio al degustar la carne de otro de su especie.
El hallazgo llegó casi por accidente cuando Longrich analizaba una colección de huesos de dinosaurios con mordidas de mamíferos prehistóricos y se sorprendió al encontrar un hueso de tiranosaurio con la mordida de lo que solo podía ser otro tiranosaurio.
Ante el descubrimiento, Longrich llamó a sus colegas John Horner, de la Universidad Estatal de Montana; Gregory Erickson, de la Universidad Estatal de Florida y Phillip Curie, de la Universidad de Alberta, Canadá, para que entre todos examinaran los fósiles de dinosaurios de la parte tardía del periodo cretácico hallados en Norteamérica. Su objetivo: encontrar mordidas de tiranosaurio.
La tarea fue fructuosa: hallaron 17 huesos de dinosaurio con mordidas de tiranosaurio; cuatro de ellos correspondían a huesos de otros tiranosaurios, según revela el reporte científico publicado en la revista PLoS ONE .
Si bien las mordidas podrían pertenecer a otro animal con proporciones y fortalezas similares a la del tiranosaurio, hasta el momento no hay evidencia fósil de dicho animal. En el periodo cretácico en Norteamérica, el único animal conocido capaz de hacer las heridas encontradas en estos huesos de tiranosaurio sería otro tiranosaurio, dicen los expertos.
Longrich sospecha que los tiranosaurios se enfrentaban entre sí; el perdedor moría y el vencedor se alimentaba con la carne de su contrincante.
Al parecer, el rey de los dinosaurios no solo era el más temible depredador para los seres que habitaban en el cretácico, también lo era para sí mismo.