“Lo mejor son sus mujeres” suele rezar un cumplido torpemente galante cuando se quiere halagar a la gente de un país. Es seguro que el Brasil también ha sido blanco de esta adulación. Matizando un poco la sentencia, se puede decir que, en el arte, mucho de lo mejor que tiene el Brasil son sus mujeres.
Al menos, esa es la premisa de la que el artista brasileño Luiz Dolino partió para agrupar a seis grabadoras
Renina Katz, la mayor de ellas, nació en 1925, mientras que la menor, Anna Carolina, nació en 1943. También exponen Thereza Miranda (1928), Anna Letycia Quadros (1929), Anna Bella Geiger (1933) y Maria Bonomi (1935).
“Se puede decir que aquí hay una muestra de lo más visible del grabado del Brasil”, dice Dolino.
La muestra es una iniciativa de la Embajada del Brasil y se diseñó especialmente para Costa Rica. El curador procuró que el montaje generase una confrontación de temas y técnicas.
La obra
Por su parte, Thereza Miranda tiene una visión más local y vuelca los paisajes cariocas de su natal Río de Janeiro en unas obras que suelen reproducir sus playas (
Anna Carolina presenta obras en el estilo del
En la xilografía
Anna Letycia, Renina Katz y Maria Bonomi son autoras que frecuentan más la abstracción.
Dolino explica que Anna Letycia se ha dedicado a trabajar las formas recurrentes del caracol. La artista presenta una colección de serigrafías sin título que reproducen colores planos sobre fondos blancos donde dominan la espiral y las formas abstractas redondeadas.
Al contrario de la sencillez de Anna Letycia, Bonomi ofrece abstracciones elaboradas con formas muy complejas mediante la litografía. La artista también suele incorporar grafismos en su trabajo.
Por ejemplo, Dolino considera la obra
Por último, Renina Katz –quien fue maestra de Geiger y de Bonomi– brinda lo que el curador considera un “
El artista cuenta que esta técnica tuvo tres padres en Brasil durante los años 30: Oswaldo Goeldi, Lívio Abramo e Ibere Camargo. Los tres eran militantes comunistas, quienes usaban su arte para hacer proselitismo clandestino pues su partido estaba proscrito.
Dolino explica que esos artistas se ubicaban en el realismo socialista, al estilo de los mexicanos Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros.
El curador conjetura que la gran extensión del territorio brasileño hizo que el grabado se popularizase como un medio para difundir obras de arte a un precio relativamente bajo, dada la cualidad reproductiva de la técnica.
El grabador nacional Alberto Murillo destaca que esa misma característica de “obra viajera” ayudó a proyectar internacionalmente el grabado costarricense.
Sobre la muestra
Alberto Murillo afirma que en Costa Rica no hay una generación de grabadoras con tanta trayectoria como la del Brasil. Grace Herrera, Ana Griselda Hine y Zulay Soto son tal vez las maestras con más experiencia.
No obstante, Murillo afirma que ahora se perfila un grupo mucho mayor de grabadoras, en el que figuran Sila Chanto, Marcia Salas y Rebeca Alpízar, ente otras.
Murillo destaca que, vista desde Centroamérica, la gráfica iberoamericana ha tenido dos polos: México y Brasil. Hoy, Costa Rica mira al polo sur y, además, los grabados vienen con ojos de mujer.