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¿Cómo darles voz a los individuos condenados a la miseria, al trabajo desproporcionado, a la ignorancia crapulosa y al ostracismo social? Tal parece que, en diversas culturas, el arte ha sido el sostén psicológico y la herramienta política a los que pueden asirse los oprimidos. Así, el namsadang se inició como una tropa de actores itinerantes que deambulaban por la península coreana desde el siglo XIX, satirizando las desigualdades que había entre el pueblo y la aristocracia.
En oposición a la depurada estética de las artes cortesanas ( daechwita : danza de las cortes), la función catártica del namsadang entre los menos favorecidos proveyó al espectáculo de una sensibilidad que, en el 2009, la UNESCO elevó a la categoría de Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.
En el Festival Internacional de las Artes (FIA), la República de Corea, país invitado, ofrecerá una variopinta propuesta: artes plásticas, música y renombrados invitados, entre otros. No obstante, prestemos atención al namsadang .
Teatro rebelde. En el Occidente, la tradición de los actores itinerantes se remonta hasta la Grecia arcaica (700-450 a. C.), donde los corifeos elevaban ditirambos a Dionisos. En cambio, en la península coreana, ya desde el periodo Silla (57 a. C.-668 d. C.) se ejecutaba el deolmi : teatro de marionetas, que más tarde se incorporó al namsadang .
Durante el final de la dinastía Joseon (1392-1897), el namsadang comenzó a ser inevitablemente notorio. No obstante, la tropa de actores itinerantes era parte de las clases “más bajas” de la sociedad, entre las que también se encontraban los cheonmin (los comunes: esclavos, carniceros, herreros, prostitutas, magos, carceleros') y los baekjeong (los intocables), una lamentable suerte de casta similar a los burakumin en el Japón y a los dalits en la India y Nepal.
Es difícil encontrar vestigios documentales del grupo teatral antes del siglo XIX pues se los consideraba “poco importante”.
Por otro lado, a esos estigmas sociales, el antropólogo Stephen O. Murray añade que, “en sus orígenes, los actores itinerantes del namsadang eran un grupo de hombres homosexuales en los que cada miembro representaba aleatoriamente el papel femenino” ( Homosexualities , 2000).
De ser correcta la proposición de Murray, el ostracismo social de los actores itinerantes habría sido mucho mayor. No obstante, sí es un hecho que los primeros histriones pertenecían a clases pobres y zonas rurales poco alfabetizadas, y que algunos eran huérfanos.
Los historiadores coinciden en que sus vidas debieron ser nómadas y menesterosas. Sin embargo, precisamente el status de los participantes, su simpatía con los “intocables” y su mordaz crítica contra la desigualdad social, convirtieron a la tropa de namsadang en un emblema de la reivindicación y la dignidad de los oprimidos.
Una notable reivindicación sucedió en el grupo mismo: aunque el namsadang era un arte exclusivo de los hombres ( nam es ‘hombre’ en coreano), el personaje más representativo de esta tradición fue una mujer: Baudeogi.
Baudeogi fue el nombre artístico de una mujer de familia campesina pobre que nació en 1848 en Anseong, se unió a la tropa a los cinco años y, luego de demostrar gran habilidad, fue designada unánimemente kkoktusoe (líder del grupo) a sus quince años. Más tarde, Heungseon Daewongun (1820-1898), regente durante un periodo de la dinastía Joseon, la invitó a una presentación palaciega en la que el grupo adquirió gran notoriedad.
¿Qué podemos esperar? El namsadang no es un teatro en el sentido tradicional del término, sino una especie de circo donde se reúnen distintas disciplinas (danza, acrobacia, funambulismo, coreografías, música, etc.).
Ambientados con una música que evoca tiempos ancestrales (debido a la antiguedad de los instrumentos y a sus notas largas), unos 40 ó 50 actores encarnan presentaciones casi circenses. Aparecen ataviados con vestimenta tradicional coreana, de la que sobresalen intensos colores cálidos.
Anteriormente, la tropa de actores itinerantes buscaba su audiencia recorriendo pueblos y, a veces, tocando puerta por puerta antes de iniciar la presentación. Vale rescatar que, en contraposición a las presentaciones en teatros reservados a las “clases altas”, el namsadang usaba como proscenio los espacios al aire libre en las aldeas.
Una “música campesina” –nacida en zonas rurales– introduce al ensamble. Poco a poco, el kkwaenggwari (pequeño tambor), el buk (tambor grande) y el taepyeongso (instrumento de viento) acompañan a un actor (provisto de una cinta atada a la cabeza) que se mueve en sincronía con la danza rítmica. Se ha iniciado así el pungmul , la primera de las seis fases del namsadang.
Es curioso que los instrumentos coreanos, construidos con materiales naturales (como el bambú), produzcan sonidos muy cercanos a los de la naturaleza, como el viento que pasa por un bosque.
Al pungmul lo sucede el beona , fase en la que se pasa del monólogo de un actor a la conversación de dos actores acompañados por un coro. (En Occidente, Esquilo añadió un segundo actor: el deuteragonista). Luego, ambos realizan malabares girando platos o discos en cañas. Comienza así el “ciclo acrobático”.
Reivindicación. La tercera etapa, el salpan , consiste en múltiples acrobacias, algunas, ejecutadas con la agilidad de la gimnasia olímpica; otras son solo bromas y malabares. A continuación, el eoreum (hielo delgado) consiste en acrobacias sobre una cuerda floja tendida a unos tres metros del suelo. Se lo considera una de las partes más rebeldes de la presentación pues, aunque hoy la ejecutan actores profesionales, en el pasado la representaban personas de las “clases más bajas entre las bajas”.
De esa forma, caminando y dejándose caer sobre la cuerda floja, los actores hacían burla de la aristocracia, las desigualdades sociales y la corrupción de algunos monjes budistas. Quizá sea el eoreum una triste parodia de cómo los socialmente más desprotegidos caminan sobre un “hielo delgado”, sobre una cuerda floja' No en vano, el dramaturgo Eugene Ionesco afirmó: “La libertad de la fantasía no es ninguna huida a la irrealidad; es creación y osadía”.
El penúltimo espectáculo, deotboegi , consiste en una danza de máscaras con cuatro escenas cómicas en las que se imita a personas de distintas clases sociales para retratar sus vicisitudes. Finalmente, el deolmi es un teatro de marionetas con siete escenas y más de cincuenta títeres.
Según la UNESCO, “la danza de máscaras y el teatro de marionetas describían la opresión ejercida sobre las clases más modestas de la sociedad y sobre las mujeres. Por intermedio de la sátira, se exponían los problemas de las personas privadas de medios de expresión en el plano político y se difundían los ideales de libertad e igualdad, prestando así apoyo a los desfavorecidos y sirviéndoles de fuente de inspiración”.
El namsadang se mantiene vivo en un grupo de actores profesionales que en el FIA presentarán Fusión, de lo tradicional a lo contemporáneo , el 18 de marzo a las 7 p. m. en la Tarima Kölbi del Parque Metropolitano La Sabana.