Casi siempre pienso que tal vez sea impropio. Sin embargo, no puedo evitar –cada vez que acompaño a algún ser querido a su nueva morada en el Cementerio General, en San José– detenerme a admirar la bella arquitectura de las tumbas situadas en la esquina NE.
Los cementerios son, en general, sitios de paz. Muchos tienen lindas vistas, son silenciosos, incorporan un atractivo jardín y muestran hermosas frases en latín que nos hacen meditar sobre el aquí y el más allá. Los hay tan bonitos que en la actualidad existen tours a muchos de ellos, para admirar tumbas y paisajismo. Pero también los cementerios son famosos por la gente famosa que allí reposa. Frederic Chopin, Oscar Wilde, Gertrude Stein, Edith Piaf, Honoré Balzac, Marcel Proust, entre otros, y Jim Morrison excantante de The Doors, fueron enterrados en el Cimetière du Père Lachaise, en París.
El autor del llamado “Trabajadores de todo el mundo, uníos (porque no tienen nada que perder más que sus cadenas)” duerme su sueño eterno en Highgate, en Londres, sitio visitado por muchos turistas exóticos. En Roma, cerca de la Via Appia Antica, están las Catacumbas de San Calixto, que datan del siglo II y tienen una red de galerías de casi 20 kilómetros, que fueron utilizadas como lugar de oración y donde fueron enterrados decenas de mártires.
Quienquiera encontrar en un mismo sitio a Marilyn Monroe, Natalie Wood, Burt Lancaster, Jack Lemon,Truman Capote, Bette Davis, Lucille Ball, David Caradine y Liberace, podrá hacerlo en Pierce Brothers Westwood Village Memorial National Park, en Los Ángeles, CA. La tumba de John F. Kennedy, con una llama perpetua, está en Arlington, VA, acompañado por unos 360.000 exsoldados. En Normandía, Francia, existe un cementerio similar para los caídos allí durante la Segunda Guerra Mundial. También los soldados desconocidos, quienes dieron la vida por su patria pero fue imposible reconocerlos, tienen sus moradas famosas, en sitios como el Arco del Triunfo, en París. En el centro de Praga, ciudad barroca cuyas esquinas, callejones, hermosos puentes y torres están impregnados de historia, leyendas y arte, se encuentra el Antiguo Cementerio Judío, que data del siglo XV y estuvo activo hasta cerca de 1790. Es muy impresionante, porque no tiene flores ni adornos ni esculturas y – por contar con un espacio limitadísimo– tuvo que ponerse lápida sobre lápida (unas doce mil en total), sin orden ni concierto, para dar cabida, según dicen, a más de cien mil cuerpos que no han sido desenterrados.
En Jamaica se encuentran tumbas abandonadas en antiguos cementerios judíos, que conservan grabados sobre las lápidas con los nombres de los difuntos con caracteres hebreos, símbolos de piratas y hasta la estrella de David.
En Buenos Aires, en el cementerio de La Recoleta (donde está enterrada Eva Perón) el arte se manifiesta por todos los lados y pareciera ser una pequeña ciudad dentro de la ciudad. También sobresale en Buenos Aires el cementerio de la Chacarita donde, si se tiene suficiente imaginación, se pueden escuchar suaves notas de tango de noche y de día, pues allí están enterrados los tangueros de más fama, como son: Osvaldo Pugliese, Anibal Troilo, Ángel Villoldo, Francisco Canaro, Julio de Caro, Enrique Santos Discépolo, Agustín Magaldi, Roberto Goyeneche, Alfredo Le Pera y... Carlos Gardel. Quien visite la capital Argentina y tenga aprecio por el tango, no puede dejar de visitar San Telmo por la noche y la Chacarita de día. Los mexicanos celebran el Día de los Difuntos con una generosa cena, y tequilitas, en los cementerios, al lado de familiares que los precedieron en su viaje a la eternidad. ¡Qué bueno es ser recordado así! A fin de cuentas, ¿cuál es el mejor cementerio, o al menos el más querido? Aquel donde descansa alguien cuyo paso por este mundo nos impactó.