Si nuestros viejos puentes se dispusieran a contar su historia, pedirían una taza de café. Así estarían en familia pues muchos de ellos son “hijos” de la exportación cafetalera en la Costa Rica del siglo XIX.
El auge del la producción cafetalera en nuestras tierras centrales durante la década de 1840, decidió a empresarios privados a financiar la edificación de puentes seguros por donde el “grano dorado” saliese hacia Europa.
A decir verdad, los puentes y los caminos que había entonces sufrían pésimas condiciones, lo que encarecía y demoraba la exportación del café. El camino hacia Puntarenas adquirió así especial relevancia para movilizar el café producido en el denominado “Valle de San José”.
La Junta procuraba disponer de una vía que fuese transitable por las carretas durante la mayor parte del año. Delegados de la Junta revisaron el recorrido, encontraron graves problemas y determinaron los costos de su reparación.
Ese deterioro tenía una explicación: en las primeras cuatro décadas del siglo XIX, los viajes entre el valle de San José y los puertos de Puntarenas y Caldera habían sido muy escasos pues la producción agrícola (tabaco, caña de azúcar, maíz y frijoles) no propiciaba un intenso comercio. El poco que existía se centraba en productos que podían transportarse en bestias de carga cruzaban los ríos con cierta facilidad.
La idea de mejorar los caminos llevó a una conclusión inevitable: faltaban puentes, y los que había se hallaban maltrechos en varios tramos.
La ruta a Puntarenas pasaba por varios ríos de cauce profundo y muy caudaloso durante los meses de lluvias, lo que dificultaba cruzarlos casi en cualquier tiempo. Esta situación solía presentarse en los ríos Torres, Virilla, Segundo, Ciruelas, Alajuela, Grande, Machuca, Jesús María, Paires y Barranca.
Tenían puente, aunque en mal estado, los ríos Torres, Virilla y Grande. El de este último se había construido a inicios de la década de 1840. Los puentes sobre los ríos Torres y Virilla estaban situados en el camino que unía tres de las principales ciudades: Alajuela, Heredia y San José. La gran movilización diaria en esta zona demandaba construir puentes seguros.
El nombre de “puente de las Damas” se debe a que, cuando la Junta Itineraria solicitó contribuciones para levantar esa obra, fue muy importante el desprendimiento económico mostrado por las mujeres. Este puente se inauguró en setiembre de 1845. Costó unos 8.000 pesos y presentaba una forma arqueada. Sus materiales eran la piedra labrada y la cal.
Entre 1844 y 1850 se vivió una febril actividad en la construcción de puentes: nunca la había habido y nunca más hubo algo similar en Costa Rica. Entre los que se edificaron en este período destacan los de los ríos Torres, Ciruelas, Segundo, Ojo de Agua, Machuca y Barranca.
Algunos puentes sustituyeron viejas edificaciones de madera, como ocurrió con el río Torres, cuyo puente se levantó de calicanto y con un costo cercano a los 4.000 pesos.
Otros puentes –como los de los ríos Ciruelas, Machuca y Segundo– no pasaron de una inversión de 400 pesos pues se ejecutaron con vigas de madera sobre bastiones de piedra y cal.
Una semana después, la misma Junta señaló lo siguiente: “Leída la contestación del Señor J. R. Mora, se acordó se le den las Gracias a nombre de la Junta, por su pronto llamamiento a encargarse de la comisión que se le dio para levantar el Puente del Coco”.
Otros puentes –como el de Ojo de Agua, procedente de 1848– tenían forma de puente-calzada o empedrado para evitar la presencia de lodazales que se formaban con suma facilidad en el paso por la zona de San Rafael.
En 1850, el periódico
La obra sobre el río Barranca representaba un costo de casi 16.000 pesos. Para reunir este dinero, la Junta Itineraria llamó a la generosidad de los ciudadanos, pero no tuvo el respaldo esperado.
Una vez que el camino a Puntarenas experimentó notables mejoras y el levantamiento de puentes habilitó de forma definitiva la ruta hacia el Pacífico, el protagonismo de la Junta Itineraria comenzó a debilitarse.
A inicios de la década de 1850, una vez que Juan Rafael Mora ascendió a la Presidencia de la nación, la Junta desapareció oficialmente y el Gobierno asumió la labor que hasta entonces aquella desempeñaba.
La intensidad con la que se trabajó entonces en la construcción de puentes no tiene competencia en la historia de Costa Rica. En cierto modo, aquellos puentes llegaron hasta Europa.