Álex Lluent art13bcn@gmail.com
En una estancia de varios años se me ha dilatado lo que pretendió ser un corte de unos pocos meses con la monotonía de los paisajes, las marinas, la arquitectura de toques impresionistas y una paleta de colores tierras y grises de Barcelona, y una necesidad de conocer otros ritmos, formas y espacios. En Costa Rica quedé impresionado por la luz y el color en el paisaje y en los cielos, y por el contraste, terrible, con el paisaje de esa urbe improvisada que se extiende con voracidad en los márgenes de los ríos, a orillas de carreteras, en las zonas urbanas. Me ha interesado el paisaje natural, y en el 2008 realicé una exhibición de paisajes, en su mayoría playas, de Costa Rica; pero mi temática se ha centrado en los tugurios.
El cuadro que aquí se ve es Parasol II . Pertenece a la serie Arquitectura de la pobreza , un conjunto de 13 obras de mediano formato (80 x 100 cm) que realicé en el año 2010 a partir del recorrido por algunas calles y viviendas de los tugurios del distrito de Desamparados y posteriormente de Pavas, en San José.
Encontrarme con la miseria, la marginalidad, la violencia, la insalubridad, el hacinamiento, la carencia de casi cualquier servicio o infraestructura, en la que viven tantas personas, fue duro y me hizo preguntarme muchas cosas sobre la vida, la sociedad, y, por supuesto, sobre la pintura.
Realizadas en acrílico sobre lienzo y espátula, desde una figuración de carácter expresionista, busco hacer visible esa realidad como parte constitutiva del paisaje que nos rodea. Así, a veces me sitúo en la lejanía en un intento de abarcar visualmente la extensión de esos barrios de latas en los que las casas crecen unas pegadas a las otras, sin apenas espacio entre ellas. Otras veces me aproximo y represento una porción, un fragmento de esa realidad.
Construyo con la espátula, y el color y las texturas se unen para dar la sensación de dimensión, de espacio. La simplicidad de la composición y de las formas –delimitadas por líneas negras–, junto con el empleo de colores primarios, vivos y luminosos, confiere poder expresivo. Todo forma el contrapunto del más obvio contenido social representado.
La pobreza, la marginalidad han sido tema recurrente en el arte, la literatura, el cine, la fotografía'; pero ¿hasta qué punto es ético? ¿Para qué pintar la pobreza? ¿En qué benefician mis pinturas a las personas que están en situación de pobreza? Sin querer herir sensibilidades, parece que, desde el punto de vista del artista, el tema es suficientemente exótico para acaparar la mirada del espectador; y este, en ocasiones, lo contempla como si ello perteneciera a “otro mundo”. Sin embargo, creo que es necesario que sigamos mostrando esa realidad y que cada uno debe hacerlo de la manera que considere más ética.