El dinamismo del sector productivo, la diversificación de las exportaciones y la inversión extranjera directa son una plataforma exitosa que permite focalizarnos en dos grandes retos: resolver el déficit en la conducción política, lo que muchos llaman ingobernabilidad, y revertir la inequidad en la participación de los resultados del crecimiento económico.
La encuesta de Unimer midió el descenso de la confianza ciudadana en el sistema democrático, de 56 a 19% en seis años. Asimismo, el aumento de las preferencias por un régimen autoritario de 10,5 a 21,7% en igual período. El informe sobre el Estado de la Nación determinó que la distribución del ingreso empeora: 287.367 hogares viven en pobreza y 85.557 en pobreza extrema, hay 1.140.435 costarricenses pobres y 336.305 que sobreviven en la miseria. Hay un sostenido y peligroso ensanchamiento de la brecha social.
La desigualdad engendra desaliento, la ingobernabilidad produce animadversión, que obstaculizan el avance en la senda del siglo XXI con solidez, prosperidad y paz.
Nuestro país es como un cuatrimotor. Si una turbina falla, el vuelo es lento. Si dos turbinas fallan, todos estamos en riesgo. La turbina de la economía funciona, pero las de la gobernanza y la equidad no tanto.
En las dos décadas más recientes, el país transformó exitosamente la estructura productiva, se vinculó vigorosamente al mercado mundial y elevó la productividad con la innovación científica, la incorporación tecnológica y el mejoramiento del capital humano.
La cuestión es que no se ha logrado convertir el notorio, pero aún insuficiente, crecimiento del ingreso per cápita en verdadero acceso para todos al empleo, los buenos salarios y las oportunidades en las ramas más dinámicas de la producción.
Muchos costarricenses acostumbrados al creciente bienestar social se vieron súbitamente excluidos de los frutos de esa economía diferente.
El Estado, sometido a una crónica anemia fiscal y limitado en sus posibilidades de acción, no ha podido ampliar los canales de movilidad social y acceso al bienestar. Además, el derrumbe del bipartidismo dio paso a un inestable multipartidismo que dificulta las relaciones entre los poderes del Estado y la sociedad.
Enfrentamos la paradoja de ser una sociedad descontenta y alienada de su sistema político, que vive en un Estado democrático de derecho, sustentado en una economía dinámica y estable. Para encontrar la solución al dilema, se requiere tender puentes hacia todos los sectores productivos, movimientos sociales y partidos políticos. Necesitamos un acuerdo nacional que posibilite la atención pronta de los desequilibrios que afectan la convivencia.
La modernización del Estado pasa por una estrategia gradual que desate los nudos del problema. El referendo y la iniciativa popular podrían ser instrumentos útiles para aumentar la eficiencia en la toma de decisiones y el fortalecimiento de la legitimidad del sistema político.
Hay áreas en las que es posible lograr avances.
Por ejemplo, unos cambios básicos al reglamento legislativo y el restablecimiento de la carrera parlamentaria mejorarían mucho la marcha del Poder Legislativo. La ley de la jurisdicción constitucional debería acotar más precisamente las competencias de la Sala IV. Una enmienda a la Ley de Contratación Administrativa permitiría destrabar los intrincados mecanismos necesarios para la ejecución de obra pública.
Sobre la inequidad creciente, el Estado es indispensable como mecanismo principal de redistribución. Claro, hay que mejorar la situación fiscal, acordando formas prácticas y eficaces de incrementar los ingresos y controlar los gastos, evitar el círculo pernicioso de déficit y endeudamiento, así como mejorar las transferencias a los sectores de pobreza extrema, en educación y en salud. La CCSS es una piedra angular de la institucionalidad democrática por lo que resulta de la mayor urgencia fortalecerla y hacer sostenible su gestión en el largo plazo.
Además, es necesario dirigir más crédito a los sectores tradicionales de la economía, versátiles generadores de empleo. Se necesita activar la Banca de Desarrollo y bajar las altas tasas de interés.
Un leve aumento real de los salarios más bajos ayudará a reducir la pobreza.
Es posible evitar una cascada de aumentos en todo el espectro salarial, a través de una negociación posible y realista con los sindicatos.
El buen clima político resultante de un conjunto limitado de eficaces medidas consensuadas, abrirá las puertas a objetivos mayores como la propuesta de algunos de que debemos evolucionar del régimen presidencialista a un régimen semiparlamentario o la implementación de una reforma fiscal seria.
Estos cambios exigen una mayor vocación al diálogo y una voluntad negociadora en la persona que dirija el Estado. Además, respeto a la diversidad de criterios y claridad en el genuino interés general.
El país siempre ha superado las crisis por la unión de todos en aras de la concordia nacional.
La experiencia política me ha enseñado a negociar con paciencia, a ejecutar con decisión y a hacer realidad los sueños de muchos. Mi trayectoria, lejos de polarizar, se caracteriza por una probada capacidad de incluir y aglutinar en la forja de consensos.
Esta es la respuesta que doy en mis recorridos por toda la geografía patria a los conciudadanos que me preguntan: ¿Cuáles son los retos?