Existen segundos tan intensos que transcurren durante minutos, horas y hasta días completos. Eso lo puede confirmar Sajad Ghaderzade, quien, en mayo del 2006, con apenas 17 años, acompañó a su madre Sakineh Mohammadi Ashtiani en los minutos –de aquellos que parecen nunca acabar– que tardaron las autoridades iraníes en pegarle 99 latigazos, sin poder hacer nada para atenuar su dolor.
“Me preguntaron si quería esperar afuera. Dije que no, no podía dejar sola a mi madre. Hace cuatro años, en ese momento, todo debió haber acabado. La debieron castigar solo una vez. Ella es inocente”, recordó Ghaderzade en una entrevista con
Ashtiani, una mujer iraní de 43 años, atrajo la atención del mundo cuando trascendió que iba a ser lapidada en su país de origen. Su rostro ha recorrido el planeta a través de una simple foto de identificación que se ha convertido en símbolo humanitario; en el colmo de la violación de los derechos humanos.
Los azotes que recibió Ashtiani fueron el resultado de una acusación y condena por mantener “una relación ilícita” con dos hombres. Tras soportar el castigo, su caso se reabrió cuando un tribunal en Tabriz llegó a sospechar que ella había matado a su esposo. A Ashtiani se le absolvió de ese cargo, no obstante, las autoridades decidieron revisar su caso de adulterio y declararla culpable de tener una “relación extramatrimonial” y condenarla a morir por lapidación.
Según lo señala Amnistía Internacional (AI), en el juicio, dos de los cinco jueces del tribunal la declararon inocente, diciendo que ya había sufrido una condena de flagelación y que no había pruebas suficientes de adulterio contra ella.
“Los otros tres, incluido el presidente del tribunal, la declararon culpable basándose en el ‘conocimiento del juez’, un principio de la legislación iraní que permite a los jueces adoptar una decisión en relación con la culpabilidad del acusado, incluso en ausencia de pruebas claras o concluyentes”, dice el sitio web de la agrupación.
A Ashtaini le llegó la noticia de su ejecución a mediados de noviembre del 2008, según lo relató al diario británico
“Durante el viaje de 15 minutos de la prisión al tribunal, ella solo estaba preocupada por sus hijos, pero ni se imaginaba que se trataría de una lapidación”, relata Gholami, quien fue encarcelada por más de cuatro años en Irán por participar en actividades políticas a favor de l minorías azerí.
Cuando le dieron la noticia a Ashtiani, ella no comprendió su sentencia ya que las autoridades utilizaron un término legal árabe para referirse a la lapidación.
“El juez entregó mi sentencia, y yo ni siquiera me di cuenta de que me iban a lapidar porque no sabía lo que significaba
Gholami asegura que a partir de ese momento, y hasta la última vez que vio a Ashtiani, la mujer no cesaba su llanto.
Sin más alternativas, los hijos de Ashtiani –Sajad, de 22 años, y Faride, de 17– así como su abogado, Mohamad Mostafaei, emprendieron una ruta distinta: la de hacer visible el caso de Ashtaini y pedir la intervención del resto del mundo.
Y el mundo no tardó en responder. Grupos internacionales de derechos humanos se pronunciaron en contra de la pena e iniciaron una incansable búsqueda de firmas para una petición –en la cual han logrado la participación de cientos de miles de personas– solicitando la liberación de la mujer.
Los medios de prensa tapizaron el planeta con el rostro de Ashtiani y pronto intervinieron figuras políticas como Hillary Clinton.
Luiz Inácio Lula da Silva, el presidente de Brasil (país que actualmente mantiene buenas relación con Irán), se ofreció a recibirla como asilada.
Los esfuerzos tuvieron un alto costo para Mostafaei, quien voluntariamente representaba a Ashtiani, pues debió huir del país tras ser amenazado y chantajeado a más no poder: a finales de julio las autoridades iraníes emitieron una orden de arresto contra él y, al no hallarlo, tuvieron a su esposa en custodia durante dos semanas sin acusación alguna.
A pesar de todo, la tremenda atención mediática y presión internacional parece haber surtido efecto.
En julio, Irán suspendió la pena de lapidación, ante la indignación mundial que generó la brutalidad de la pena. De acuerdo con la agencia de noticias AP, el mandatario Mahmud Ahmadinejad respondió a las críticas de aquella práctica, diciendo que el número de personas que se somete a ella es “muy insignificante”.
En otro aparente intento de desviar la crítica, Irán afirmó que Ashtiani también era culpable del homicidio de su esposo, por lo que, a pesar de haber suspendido la lapidación, aún podría enfrentar la muerte por ahorcamiento, una pena considerada menos brutal por algunos y que aún se practica en ciertos estados de Estados Unidos y Japón.
La decisión del gobierno iraní de enfatizar que Ashtiani también era culpable de homicidio culminó este 11 de agosto, cuando se transmitió una “confesión” de la iraní en la Emisora de la República Islámica de Irán.
Una mujer identificada como Ashtiani reconoció que un hombre con el que había mantenido una relación le propuso matar a su marido y que ella le había permitido cometer el crimen en su presencia. También denunciaba a Mostafaei por publicitar el caso, deshonrándola en público.
Existen dudas de si la mujer que aparece en el video realmente es Ashtiani, no solo porque su cara aparece borrosa, sino también porque su voz apenas se escucha en un segundo plano, superada por la voz de una mujer que traduce al persa la declaración hecha en una lengua azerí.
Otros, como Hassiba Hadj Sahraoui, subdirectora de Amnistía Internacional para Oriente Medio y el Norte de África, critican la práctica recurrente de las autoridades iraníes de utilizar confesiones televisadas, pues alegan que las personas confiesan bajo coerción o tras ser torturados. “Parece que las autoridades iraníes han orquestado esta confesión tras la petición de una revisión de la condena a muerte para añadir una nueva acusación, la de haber matado a su marido”, dijo Sahraoui a la agencia de noticias EFE.
Javid Houtan Kian, el abogado nuevo de Ashtiani, aseguró a AP que ella fue torturada durante 48 horas antes de filmar la confesión. Kian también reiteró que en el archivo de Ashtiani no existe ninguna acusación por asesinato y ni siquiera se ha efectuado un juicio por ese cargo.
Irán rechazó la oferta brasileña de acoger a Ashtiani y, según
Para AI, la revisión de la condena de muerte de Ashtiani en el Tribunal Supremo iraní no es más que un intento de las autoridades de aquel país para mitigar la presión internacional. Un documento legal facilitado a
Mostafaei, actualmente refugiado en Europa, dijo el miércoles a AP que la indignación internacional por la sentencia de muerte podría ser suficiente como para salvarle la vida e incluso ponerla en libertad.
Al cierre de esta edición, el jueves en la noche, Ashtiani permanecía en el pabellón de la muerte en la prisión de Tabriz, al noroeste de Irán. El resultado de dicha revisión estaba programado para dictarse anoche.
Mientras, el hombre declarado culpable de matar al esposo de Ashtiani cumple una pena de cárcel, mas no de ejecución.