Cuantos más lazos sociales conserve una persona cuando ya se le noten las canas y las arrugas, será menor el declive en su salud, sugiere un estudio hecho en Reino Unido.
En personas solitarias e individuos aislados socialmente, el análisis, presentado este mes, detectó mayor incidencia de mortalidad.
Sin embargo, al separarse factores demográficos y de salud, el aislamiento social –no la soledad– resultó el factor “significativamente” más ligado a una alta mortalidad en la muestra investigada, indica el Departamento de Epidemiología y Salud Pública de la University College de Londres, responsable de la investigación.
Sus investigadores definieron, para su trabajo, el aislamiento social en términos de ausencia de contacto con familia, amigos y militancia en prácticas comunales.
La muestra analizada incluyó a 6.500 hombres y mujeres mayores de 52 años, quienes, a su vez, participaban en un estudio sobre longevidad realizado en el 2004 y el 2005 en todo el Reino Unido.
El aislamiento social es un reflejo objetivo y cuantificable en la reducción del tamaño de la red social y de la falta de contacto con los demás, afirma el estudio. Este postula cómo esos vínculos son clave en el bienestar y están fuertemente ligados al mantenimiento de la salud.
Se añade que el riesgo crece y es común en personas de edad avanzada cuando tienden a disminuir sus recursos económicos y afrontan problemas para movilizarse, y cuando la muerte de sus coetáneos limita el departir con otros.
Personas socialmente aisladas tendieron a padecer con más frecuencia males cardiovasculares, infecciones, deterioro cognitivo y finalmente la muerte.
En ese sentido, apunta el trabajo, los estilos de vida son relevantes cuando incluyen riesgos habituales para la salud, como el fumado, las dietas poco saludables, el sedentarismo y la automedicación.
Quien vivía solo o carecía de nexos sociales en la muestra, elevó su riesgo de muerte al acentuar aquellos hábitos a falta de algún tipo de red de confidentes que solicitasen atención médica o contribuyeran a moderar las conductas nocivas.
La soledad influye poco. Un hallazgo de interés fue que la soledad de una persona no influye en la asociación mucho más clara entre aislamiento social y mortalidad.
Eso sugiere que los efectos de la experiencia personal y emotiva de la soledad (usualmente considerada como manifestación psicológica del aislamiento social) han sido sobreestimados en otros estudios.
Alguien solitario no necesariamente renuncia a los demás, apunta el análisis, aunque sí aconseja prevenir la soledad. Esta condición tiende a repetirse en personas que sufren dificultades de movilidad o problemas de salud mayores.