09noviembre2012 Teatro Nacional. Presentacin de flamenco. Los Vivancos. /Juliana Barquero (Juliana Barquero A.)
La euforia de la audiencia no cesó durante toda la presentación que el septeto catalán Los Vivancos compartió la noche del viernes pasado en el Teatro Nacional .
El espectáculo Aeternum se extendió por cerca de una hora y quince minutos en la que hubo espacio para el flamenco, el ballet, los saltos acrobáticos, artes marciales como capoiera e inclusive música en vivo, tocada de forma particular.
La sorpresa, quizás para la mayoría, fue que el show no se concentró en una sola disciplina artística y más bien el septeto supo desenvolverse con maestría en cada uno de sus performance en tarima.
La música utilizada de fondo era digna de soundtrack de películas de acción y aventuras, mientras que los juegos de luces le daban personalidad a cada aparición de los bailarines.
Detrás del montaje, era evidente la mano de un productor con espuela, además de quién sabe cuántas horas de intensivos ensayos.
Así, el espectáculo comenzó con luces negras con seis de los siete hermanos cubiertos con togas blancas, subidos sobre dos plataformas.
Más tarde, en completa oscuridad, los mismos artistas mostraron su talento tocando castañuelas luminosas y en otra ocasión, los miembros hicieron una coreografía rítmica con los ojos vendados por tiras negras.
Las sorpresas no dejaron de aparecer de forma continua, pero uno de los momentos más gustados fue cuando tres de los hermanos se intercalaron solos musicales en flauta traversa, cajón flamenco y violoncello... pero ¿para qué interpretarlos de forma convencional?
Elías, el mayor de la camada, ganó en aplausos recibidos, cuando hizo danzar el arco sobre las cuerdas de su instrumento mientras hacía un split en el aire.
Otro de los puntos más altos del show se vivió cerca del cierre, cuando cuatro de los hermanos hicieron malabares de cabeza, mientras que los otros tres zapateaban en sentido opuesto.
No obstante, la respuesta del público mejoró todavía más cuando los caballeros se descamisaron. Evidentemente ese era un momento que varias y varios miembros de la audiencia habían esperado desde el minuto uno.
A sabiendas de esto, los esculturales hermanos no desaprovecharon la oportunidad de lucir sus físicos esculturales para agregarle un poco de picante al cierre.
“¿Queréis más?”, gritó uno de los siete hermanos ibéricos dirigiéndose hacia las butacas. “¡Sí!”, respondió la audiencia de forma unánime, antes de un encore repleto de zapateados y movimientos incesantes a lo largo y ancho del escenario del Teatro Nacional.
El público se levantó a aplaudir, e inclusive algunas mujeres se atrevieron a lanzarles besos al aire a los miembros de Los Vivancos, que se despedían satisfechos.